Por Francisco Ramos Aguirre:
De acuerdo a sus características tropicales, no todo era comodidad para los viajeros que durante las primeras del siglo XX acudían a visitar la capital tamaulipeca. En la mayoría de los modestos lugares de hospedaje, existían deficiencias en el servicio que prestaban a los turistas. Por si fuero poco, constantemente se cometían robos a los turistas y agentes viajeros de diversas compañías.
En épocas de clima caluroso los ventiladores de techo de contados establecimientos, resultaban insuficientes para refrescar las amplias habitaciones de ladrillo y sillar. Por tal motivo las ventanas de los hoteles y casas de huéspedes, debían permanecer abiertas de par en para asegurar la circulación del aire. Los forasteros se quejaban del mobiliario austero, sobre todo de los peligros de contraer alguna enfermedad tropical, transmitida por zancudos, alacranes, roedores, pulgas y chinches. Para protegerse de los insectos voladores, se acostumbraban los mosquiteros de tela.
Respecto a los atracos más célebres, uno de esos sucedió el 27 julio de 1910 cuando José Pérez, originario de Vizcaya, España se hospedó en el Hotel Español en el 11 Hidalgo de Ciudad Victoria. En marzo del siguiente año, su nombre apareció publicado en las páginas el Periódico Oficial de Tamaulipas donde se le acusaba de robo. Según las investigaciones, aquel día el ibérico llegó al hotel cerca de la una de la mañana “… y pidió cuarto y cama para dormir, concediéndole hospedaje en el cuarto 6, que este cuarto estaba contiguo a otro número 5, teniendo ambos en la pared intermedia una puerta que se aseguraba por la parte de cuarto número 5 con una tabla clavada a las dos hojas de la puerta. Que el cuarto número 5 tenía hospedado al señor Marcos Ceballos, Agente Viajero de la Fábrica de Cigarros denominada El Buen Tono.”
Aquella noche el representante de la famosa empresa cigarrera, debió estar profundamente dormido como un tronco, ajeno a la realidad. La mañana siguiente José Pérez liquidó la cuenta, tomó café y nutrió su cuerpo de un buen almuerzo. Más tarde, se encerró de nuevo en sus aposentos, pero antes recomendó al camarista Arnulfo Galván que alrededor de la una de la tarde le llamara porque debía abordar el tren hacia Tampico.
Entre las diez y media y once de la mañana con el propósito de bañarse en la planta baja del establecimiento, Ceballos cerró la puerta con llave y abandonó la habitación. Al regresar todavía con la toalla, peine y rastrillo de rasura en las manos se sorprendió al percatarse del robo de un reloj con leontina de oro -herencia su abuelo paterno- y dos billetes de cincuenta pesos cada uno, sustraídos de su chaleco. En cuanto a Pérez, éste huyó inmediatamente pero para su mala fortuna fue localizado en Estación Cruz, mientras el tren donde viajaba a Monterrey detuvo su marcha.
Considerando las numerosas evidencias y parte del botín recuperado, fue trasladado a Ciudad Victoria donde las autoridades lo sometieron a un juicio declarándolo culpable. No obstante hacer lo imposible por defenderse legalmente, el juez lo sentenció ocho años 11 meses de prisión en la penitenciaría del estado.
Origen del Hotel Las Palmas
A mediados de la década de los veinte del siglo pasado, la amplia ex residencia y cuartel militar que durante un breve período habitó el general Luis Caballero, se convirtió en Hotel González, un centro de hospedaje de importancia, administrado por el ex revolucionario carrancista Agapito González. De acuerdo a un anuncio del periódico -La Raza/16/noviembre/ 1924-, el negocio estaba ubicado en las calles 15 y 16 Hidalgo enfrente de la Plaza Juárez. Su lema era “El Mejor de la Ciudad. Comodidad e Higiene”, y contaba con restaurante, nevería y teléfono.
De acuerdo a la tradición oral, probablemente algunos de sus propietarios fueron el productor henequenero Guillermo Zorrilla, la familia Hinojosa y otros. El caso es que durante junio de 1926, don Agapito González lo anunciaba en el periódico Tamaulipas con el siguiente mensaje publicitario “Hotel González/Restaurant y Nevería, calle Hidalgo frente a la Plaza Juárez, teléfono No. 75. La casa que ocupa este establecimiento es de una construcción moderna, por cuyo motivo sus piezas son sumamente frescas. Es una de las casas mejor acondicionadas, por sus habitaciones amplias y bien ventiladas expresamente para familias. Camas de primera calidad, elegantes y aseadas. Higiene escrupulosa. Aseo y limpieza. Gran especialidad en comidas a PRECIOS SUMAMENTE LIBERALES.”
El mencionado centro de hospedaje prolongó su estancia en ese céntrico lugar, al menos hasta finales de la década de los veinte y después trasladó su patente a la esquina del 8 Hidalgo enfrente de la Plaza Hidalgo con los mismos servicios. Es decir, donde ahora se localiza el Hotel Sierra Gorda.
Es probable que a partir de 1933 ocupara el mismo inmueble el Hotel Don Pepe administrado por José Barella, chef español quien preparaba en el restaurante de aquel lugar variados platillos españoles y antojitos mexicanos. El registro de dicho establecimiento se localiza en el directorio telefónico de 1940. Vale decir que a partir de 1921 funcionaban en la capital tamaulipeca los hoteles Barcelona, González, Modelo, Palacio, Regis, Sierra Gorda, Terminal, París, Victoria, Condesa, Casa Turista, Bella Vista y otros.
Al desocuparse el inmueble la nueva administración decidió nombrarlo Hotel Las Palmas, porque a la entrada del lugar lucían erguidas varias palmeras, estilo “botellas.” El edificio era de arquitectura de ladrillo, pisos, ventanas y puertas de madera, vidrios biselados, balcones y herrajes antiguos estilo Nueva Orleans.
En el mismo contexto urbano destacaban diversos edificios como la Iglesia del Sagrado Corazón, Casino Victorense, Teatro Juárez, Teatro Obrero, cafés y residencias particulares. Ahí se hospedaron algunos artistas y músicos quienes realizaron giras en la capital tamaulipeca. Por ejemplo el cómico Chiz-Chaz, Gloria Landeros y el conjunto musical Acerina y su Danzonera.
El Hotel Las Palmas, comercios, Teatro Obrero, restaurantes, Farmacia El Fénix cantinas, residencias familiares y todo el conjunto arquitectónico de la manzana comprendida entre el 15 y 16 Hidalgo y Morelos, fue derrumbado a mediados de los años ochenta del siglo pasado, para dar paso a la construcción del Centro Cultural Tamaulipas diseñado por el arquitecto Eduardo Terrazas, colaborador cercano del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez quien tuvo a su cargo algunas actividades, durante la celebración de los Juegos Olímpicos de 1968. (El Gallito/12 de marzo/1933; periódico Tamaulipas/20/junio/1926; Periódico Oficial de Tamaulipas junio/1911).