Por Fortino Cisneros Calzada/Hora cero:
La emperatriz Carlota Amalia, princesa de Bélgica y esposa de Maximiliano de Habsburgo, no era tonta ni perversa; era una mujer de grandes prendas que vivió lo que la BBC Mundo ha denominado “uno de los capítulos más tremendos y surrealistas de la historia de México”. Quizá por ello, el símbolo más popular de la lucha de los mexicanos en contra del imperio, la invasión francesa y la traición de los ultra conservadores, fue la canción Adiós, Mamá Carlota.
“Alegre el marinero con voz pausada canta, y el ancla ya levanta con extraño rumor. La nave va en los mares, botando cual pelota: adiós mamá Carlota, adiós mi tierno amor”.
La heroica resistencia del pueblo mexicano guiado por los patricios de la Reforma que encabezó Juárez primero derrotó estrepitosamente al que se consideraba el mejor ejército del mundo en la batalla de Puebla y luego le dio la puntilla al imperio en Santa Gertrudis, Tamaulipas. El poderío militar y económico de los franceses y los conservadores autóctonos no pudieron con la valentía y el patriotismo de quienes luchaban por su país y por los más luminosos valores de la humanidad.
“De la remota playa te mira con tristeza la estúpida nobleza del mocho y del traidor. En lo hondo de su pecho ya sienten su derrota: adiós, mamá Carlota adiós, mi tierno amor”.
En estos días, siglo y medio después, el imperialismo neocolonialista con nuevo rostro ha encontrado otros judas que le abren la puerta para que siga engullendo pedazos de la tierra patria y reduzca a los aborígenes a la condición de acémilas que generan pantagruélicas riquezas a cambio de sólo la comida. Otra vez, los traidores se colocan al lado de los príncipes rubios. Otra vez, las castas privilegiadas que viven orondos del cuento y a simulación, se oponen a la dignificación del ejercicio del poder público.
“Acábanse en Palacio tertulias, juegos, bailes; agítanse los frailes en fuerza de dolor. La chusma de las cruces gritando se alborota; adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor”.
La pandilla guiada por la mamá Carlota de hoy, ésta sí de escasas luces y vergonzantes pretensiones, hace de las suyas oponiendo una fiera resistencia a la tarea de acabar con la corrupción y los abusos de poder para, como demanda una vez más el pueblo mexicano, hacer brillar en el firmamento del Anáhuac los rayos de la justicia social. No son pifias ni yerros casuales, sino una sistemática andanada de decisiones a todas luces absurdas y pérfidas para cumplir con las exigencias del lawfare, el nuevo caballo de Troya del capitalismo salvaje.
“Murmuran sordamente los tristes chambelanes, lloran los capellanes y las damas de honor. El triste Chucho Hermosa canta con lira rota: adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor”.
En su portal, la SCJN señala que: “La Suprema Corte de Justicia de la Nación es el Máximo Tribunal Constitucional del país, en virtud de lo cual, tiene como responsabilidad fundamental la defensa del orden establecido por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, además de solucionar, de manera definitiva, otros asuntos jurisdiccionales de gran importancia para la sociedad”. Tan claro como el agua de El Chorrito. Su tarea es determinar si algún ordenamiento legal aprobado por las cámaras del Congreso es constitucional o no. Para nada tiene que inmiscuirse en las tareas procesales.
“Y en tanto los chinacos ya cantan la victoria, guardando tu memoria sin miedo ni rencor. Dicen mientras el viento tu embarcación azota: adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor. Adiós, mamá Carlota, adiós, mi tierno amor”.
Según el Título III, Capítulo II, Sección III, relativa a las facultades del Congreso, en su Artículo XXIX-U: “Para expedir las leyes generales que distribuyan competencias entre la Federación y las entidades federativas en materias de partidos políticos; organismos electorales, y procesos electorales, conforme a las bases previstas en esta Constitución”. No dice que otro de los poderes de la federación pueda cuestionar su decisiones argumentando asuntos procesales.
Esta caricatura de mamá Carlota ha venido a resultar más ignorante que villana. Con ella México vive otro capítulo tremendo y surrealista de su historia.