Por Federico Anaya Gallardo:
Un buen amigo me compartió vía Whatsapp cuatro viejos recortes de periódico. Él los había encontrado en la cuenta de Twitter de “Asmodeo” (@Asmodeus666) –avatar que oculta a una persona compleja y culta, pero ensoberbecida. Su perfil tuitero nos informa: “Director de la Biblioteca Imperial de Fifidonia / Nec audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, quum tumultuositas vulgi semper insaniae proxima sit”. El latinajo es relevante: “No escuchemos a quienes dicen Voz del pueblo, Voz de Dios, puesto que el tumulto del pueblo llano siempre está cerca de la locura.” Pero a los fifís debemos agradecer –igual que a cualquiera– cuando aportan datos para el debate público. Eso nos aleja colectivamente de la insania/locura. Durante la semana pasada, muchos diarios retomaron los recortes y seguramente ya conoces la historia, querida lectora. Yo, por si las dudas, consulté los acervos de la Hemeroteca Nacional de México en la Ciudad Universitaria. Amice: dubitas omnia semper! (Amiga: ¡duda de todo, siempre!)
El 8 de Octubre de 1963, El Universal (privado, católico, ya bajo el control de la familia Lanz Duret) reportaba en su primera sección, página seis: “Plagió una Tesis Para Obtener su Título Profesional. Saludable Precedente: la UNAM Canceló el Examen”. La nota aparecía entre una que reportaba la “Gran expectación por la visita de los Astronautas Soviéticos” y la petición de Fidel Velázquez para que desaparecieran las juntas de conciliación laborales en los Estados, federalizando la justicia laboral.
Ovaciones (privado, lopezmateísta, propiedad de Fernando González D.L. y dirigido por Jorge López Antúnez) anunciaba el mismo día, pero en primera plana (columnas 5 y 6, hasta abajo): “Drásticas Sanciones a los Pasantes que se ‘Fusilen’ las Tesis de Otros”. La nota aparecía entre la noticia de que el Senado había otorgado la Medalla Belisario Domínguez a la obrera María Hernández Zarco –quien en 1913 había impreso el discurso del senador chiapaneco– y la columna “De la Política” de Adolfo Olmedo Luna, que analizaba la toma de protesta del candidato priísta a la gubernatura de Yucatán.
El Diario de la Tarde (privado, alemanista, publicado por Novedades, dirigido por Ramón Beteta y cuyo propietario era Rómulo O’Fárrill senior) aclaraba en su página cuatro que “Fue Plagiada la Tesis Profesional del Licenciado Humberto R. Quiroz”. La nota aparecía entre los anuncios de la boda católica de María de la Luz Bejarano Maldonado en Corpus Christi (avenida Juárez) y del recital que ofrecería Angélica Méndez.
El Nacional (gubernamental, dirigido por Agustín Arroyo) informaba: “Fue Anulado un Título Profesional. No se dio el Nombre del que fue Afectado.” La nota la ubicó en la sección de policiacas, junto a una nota de un asalto dentro de un “ruletero”.
La historia es que el licenciado Quiroz descubrió que otra persona había abordado el mismo tema que él en su tesis de licenciatura, y al consultarla, descubrió que era su propio texto bajo otro nombre. Denunció el hecho y el rector Ignacio Chávez ordenó una investigación.
La Dirección de Asuntos Jurídicos (de la Oficina del Abogado General) se encargó de las pesquisas y encontró colaboración del Seminario de Derecho Civil de la UNAM. Ambas áreas dictaminaron que las dos tesis eran iguales. El Nacional aclara que “le dio la oportunidad al plagiario de exponer sus puntos de vista y presentar las pruebas que él considera pertinentes”. Ante la evidencia, el plagiario reconoció haber copiado el texto de Quiroz. El Universal subrayó que la UNAM “declaró la nulidad del examen profesional presentado por el plagiario” y que el rector Chávez consideró que, como se habían “violado disposiciones expresas tanto del Reglamento de Exámenes Profesionales de la Facultad de Derecho, como de la Ley Orgánica y del Estatuto General… debía declararse nulo el examen profesional del plagiario, cumpliéndose así no sólo con la obligación que imponen las leyes universitarias, sino el deber moral que impone el no aceptar que una persona, sorprendiendo la buena fe de los profesores y autoridades de esa institución fraudulentamente presente sus exámenes y se constituya en seria amenaza para los intereses de la sociedad”. Ovaciones reportó que en Rectoría se declaró que la UNAM “vigila con toda escrupulosidad que los títulos que expide sean legítimos y, consecuentemente, tengan toda la validez requerida”.
¡Vaya! Ahora sí que conviene citar al viejo cascarrabias de Cicerón: Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis (La historia es en verdad testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de vida, heraldo de lo antiguo). Se oye bonito… poético (poesía épica, aclaremos). El legendario Doctor Chávez, malamente derrocado de la Rectoría por una conspiración palaciega en 1966, no tenía temor en ser escrupuloso. No se detenía frente a los defectos y vaguedades de la norma jurídica, sino que defendía la legitimidad que debían representar los títulos que expedía su Casa de Estudios –entonces sí “máxima”, no como ahora.
En cambio, el recién defenestrado abogado general de la UNAM, Alfredo Sánchez Castañeda, declaró a Fernando Camacho Servín de La Jornada el 17 de Enero de 2023: “Yo no puedo hacer interpretaciones poéticas, filosóficas o sociológicas, si me permite la expresión, ni tampoco hacerlas por analogía o dentológicamente. A mí me corresponde hacer interpretaciones de naturaleza jurídica. El principio de reserva de ley indica que algo se puede hacer sólo si así está determinado en una ley en particular”. (Liga 1.)
Sánchez Castañeda dijo hace mes y medio que no está para “hacer poesía” porque en el presente (2023) la UNAM no tiene “una norma que nos permita retirar un título, aunque eso no quiere decir que no la pueda haber” en el futuro. Problema, las normas que existían en 1963 siguen prácticamente iguales en 2023: ley orgánica y estatuto general, así como los reglamentos de exámenes… Con esas normas el Rector Chávez hizo poesía, según el exabogado general Castañeda. A él le gusta la prosa… y para el caso, una bastante mala.
Porque, aparte del antecedente de 1963 que hoy te cuento, lectora, un viejo colega de la Facultad de Derecho, Rodrigo Huacuja Leyzaola (q.e.p.d.) me refirió en 2015 que –en algún momento entre 1997 y 2003– llegó otro caso de plagio en tesis de licenciatura al Tribunal Universitario de la UNAM (adonde trabajó Huacuja Leyzaola). Hago un ejercicio de memoria del recuento que me hizo Rodrigo (cuando yo era el abogado general de la UACM y estaba interesado en cómo debían atenderse problemas peliagudos como estos).
Dos personas (llamémoslas “A” y “B”) competían por una plaza administrativa cuyo perfil de puesto exigía grado de licenciatura. “B” obtuvo la designación, “A” no la obtuvo. Enojado, “A” se dirigió al Tribunal Universitario señalando que “B” había plagiado su tesis de licenciatura. De hecho, “A” desconocía la situación antes de buscar la plaza, pero una cábala enemiga de “B” se había enterado y le dieron la información. Notar que el Tribunal Universitario estaba interesado en actuar porque era parte de la cábala contra “B”… así es el mundo de los humanos. Pero eso (que también es una forma corrupción, el faccionalismo) ayudó a sentar un nuevo precedente… que en 2022 el anti-poético Sánchez Castañeda pretende borrar con mala prosa.
El Tribunal analizó ambas tesis. La tesis de “B” era posterior. “B” tuvo su día en juicio y usó su derecho a defenderse: argumentó que, suponiendo sin conceder que él hubiese incurrido en error al retomar la totalidad del texto, de todas maneras el examen profesional había ocurrido, él había defendido el texto que él presentó, su jurado le había conferido en grado y él había protestado como licenciado en Derecho. (Es decir, lectora, “B” hizo el mismo argumento que esgrime hoy día el abogado Romano a favor de Yazmín Esquivel Mossa en la Universidad Anáhuac. Ve mi texto de la semana pasada en este mismo espacio.)
Pero el Tribunal no se ocupó directamente de ese acto (el examen profesional) sino de los requisitos que la persona debería haber cubierto para presentarlo. Y esos requisitos especificaban que el trabajo recepcional debía ser original, lo que en la especie no ocurrió. Dos pruebas documentales públicas UNAM (las dos tesis) “debidamente adminiculadas” (Jurdiquiñol para “unidas”) lo comprobaban. Por tanto, el Tribunal declaró que “B” no había tenido derecho al examen profesional y por lo mismo, todo lo que siguió era necesariamente nulo ó inválido.
Notemos que en el recuerdo de Huacuja no se discute cómo hizo el Tribunal Universitario para juzgar a “B” si este ya era un egresado de la UNAM. Es decir, ya no era alumno. Sánchez Castañeda, en la pésima prosa de su opinión AGEN/09/2023 (Liga 2) nos dice que como Yazmín Esquivel Mossa YA NO ES ESTUDIANTE y, como “la persona a la que se le pretende retirar [el] título ya no pertenece a la Universidad”, ya no se puede hacer nada.
Notemos la tontería fáctica, la falta de apego a la realidad material, del argumento del ahora exAbogado General de la UNAM: una persona estudiante (cualquiera, puede haber miles de casos) hace trampa con una tesis plagiada para activar el examen profesional, engaña a su jurado, éste la aprueba y le toma protesta como licenciada en Derecho. Ya no se puede hacer nada ¡porque en el instante mismo en que consuma su engaño deja de ser estudiante! Eso no es el “crimen perfecto”, sino la perfecta tontería de interpretar formalistamente el Derecho.
¿Cómo le hizo el Doctor Chávez para anular el título aquél del caso de 1963? Podemos imaginar su lógica porque es bastante obvia (y no es poesía): el estudiante nos engañó y egresó al protestar como licenciado en Derecho, pero al momento en que descubrimos el engaño descubrimos que aún sigue siendo estudiante porque el examen profesional, los votos, debate, aprobación y protesta que siguieron estaban viciados de origen… no valían.
El Tribunal Universitario de la UNAM tiene jurisdicción sobre todos sus egresados sobre los que aparezca hoy (ó en el futuro) una duda sobre su titulación. Debe abrir el proceso para descubrir, precisamente, si son verdaderos egresados ó si hicieron trampa para egresar.
El Derecho juega perpetuamente con ficciones jurídicas. En este caso, la ficción jurídica es que la persona egresada es “licenciada en Derecho”. Es una ficción poderosa, porque en principio se asume la buena fe de todos los procedimientos que llevaron a la titulación exitosa. Pero si aparecen indicios fuertes de que hubo trampa (por ejemplo, una tesis notoriamente similar y previa), deben revisarse con lupa todos los procedimientos realizados. Por eso debe darse audiencia y debido proceso a la persona titulada –para que defienda su estatus de egresada-titulada.
Y esto no es poesía. Es pura y llana razonabilidad jurídica y procesal. Veamos qué hace el nuevo abogado general de la UNAM, Hugo Concha, con este caso.
Extraído de: https://www.rompeviento.tv/pasado-poetico-prosaico-presente/