Rodrigo Hernández lleva alrededor de 18 años como voluntario en la costa de Tamaulipas con una misión muy clara y extraordinaria: la conservación de la tortuga lora, una de las especies más especiales en la geografía tamaulipeca.
Su labor, resulta primordial para una especie que se enfrenta a grandes retos como la actividad humana y la poca supervivencia en el mar.
«Ya me voy a jubilar«, comparte emocionado para EnUn2x3.
Hernández colabora en el campamento tortuguero Miramar, un refugio ubicado a espaldas del exhospital naturista en Ciudad Madero, donde expertos capacitados se dedican a conservar a la tortuga lora.

La labor de los voluntarios es indispensable, pues ellos vigilan las nidadas, recogen huevos, limpian los nidos, se encargan de vigilar la eclosión y finalmente de la liberación, además de que cada uno de ellos lleva un estricto control sobre el número de huevos, cascarones, crías y anomalías que se puedan detectar en cada anidación.
«Inicié en 2007 como voluntario, inicié con la Semarnat; en ese entonces el campamento estaba por las palapas, y en el 2012 nos cambiamos para acá. Ha sido un trabajo muy largo, que me ha dejado muchas experiencias y cambios, me ha hecho conocer a personas, el manejo, muchas cosas muy importantes, es un proceso muy bonito», señaló.
Para Rodrigo, además, su trabajo se trata de una gran responsabilidad que concluye viendo a las crías alejarse de la costa, donde han sido protegidas desde que son un huevo hasta que salen al exterior.
«Es una emoción muy grande porque ve uno el trabajo realizado, del proceso que uno hace, que es un cansancio fuerte y es agotador, el viento, el agua, el calor, como venga el clima, nosotros tenemos que estar all; entonces, lo satisfactorio es ver cómo van las crías», señaló.
El éxito de cada una de las pequeñas tortugas tras la liberación dependerá de ellas y de la naturaleza, expertos estiman que de cada mil ejemplares que salen al mar sólo una alcanzará la edad adulta.
El encanto de la tortuga lora radica en que es una especie endémica del Golfo de México, desde Estados Unidos hasta Venezuela, puede llegar a medir entre 60 a 65 centímetros de largo y pesar hasta 50 kilogramos en edad adulta, además pueden vivir entre 60 y 85 años.
En la parte norte del Golfo, Texas y Tamaulipas tienen un lugar privilegiado en esta cadena pues desde marzo y hasta agosto es posible ver el arribo de cientos de tortugas a las costas para desovar así que los esfuerzos que se hacen en la conservación de esta especie es binacional e involucra a dependencias federales y organizaciones de ambos países.
Cada una de las tortugas pone entre 80 y 120 huevos aunque, hay temporadas en que se localizan más de 100 nidos tan solo en la costa del sur de Tamaulipas.
Las tortugas nacen en un periodo de 45 a 60 días e inmediatamente son liberadas en el mar, por lo que el Gobierno de Tamaulipas invita a ciudadanos a conocer este proceso, la parte final del esfuerzo humano para proteger esta especie, como una forma de enseñar la importancia de la conservación de la vida marina.
En esta ocasión, apenas 11 de ellas lograron eclosionar debido a las temperaturas tan altas que se registraron en el periodo de incubación y a las fuertes lluvias posteriores en el sur de Tamaulipas.
Muy temprano, las tortugas comenzaron a avanzar sobre la arena ante los ojos expectantes de chicos y grandes que esperaban que las olas las llevaran hacia donde será su nuevo hogar.
«Es algo muy hermoso, todos tenemos diferentes perspectivas de esto, pero para mí ha sido algo muy bonito», comenta Rodrigo con la esperanza de que algún día estas tortugas regresen a su casa, Tamaulipas.