“No sé si soy creyente. Cuando le preguntaban eso mismo a mi padre, él respondía, en broma, que era dudante”.
— Atahualpa Yupanqui
Confieso que constantemente —por no decir siempre— me asaltan dudas sobre si mi actuar dentro de la ideología que practico es el correcto. Y precisamente hoy, al revisar las portadas de los diarios de circulación nacional, encontré una nota que captó mi atención: dos expresidentes del IFE (hoy INE) y un exconsejero hacían propuestas en relación con la reforma electoral que presuntamente impulsa la presidenta Claudia Sheinbaum.
A partir de esa lectura, se me ocurrió un método que considero útil para evaluar si las decisiones que tomamos —en lo político e ideológico— son correctas: un filtro para revisar nuestras posturas frente a los hechos concretos.
Primer filtro: la historia y la congruencia.
Este método comienza con una recapitulación de nuestras posiciones históricas. No basta con recordar nuestras ideas: hay que contrastarlas con las políticas que impulsaban nuestros adversarios cuando ellos detentaban el poder. Por ejemplo, la nota en Reforma titulada «Demandan equidad y respetar a las minorías», firmada por Lorenzo Córdova, Ciro Murayama y José Woldenberg, plantea propuestas que —curiosamente— nosotros hemos sostenido desde hace más de 20 años:
* Aumentar de 200 a 250 los diputados de representación proporcional.
* Establecer una integración de la Cámara de Diputados en 50% mayoría relativa y 50% representación proporcional.
* Financiamiento público con una distribución 50/50: igualitaria y proporcional a la votación.
* Designación de consejeras y consejeros electorales, así como de magistrados del TEPJF, mediante el voto de al menos el 75% del Senado.
Estas ideas fueron desestimadas en su momento cuando ellos estaban en funciones, electos bajo reglas diseñadas por el PRI, cuyo objetivo era simular democracia mediante órganos supuestamente autónomos. Denunciamos esa simulación en su momento. Las mayorías impuestas por el PRI —y luego replicadas por el PAN— aseguraban el control de los órganos electorales, aunque se disfrazaran de imparciales.
Segundo filtro: las posiciones del poder actual
El segundo paso es evaluar las propuestas de quienes hoy detentan el poder. La presidenta Sheinbaum ha manifestado su intención de reducir los espacios de representación proporcional, e incluso ha sugerido que estas diputaciones se asignen solo a la segunda fuerza política. Esta postura contradice el principio democrático de que todos los votos deben contar y tener representación, siempre que se alcance el mínimo requerido.
Nosotros hemos defendido, con firmeza, que si un diputado representa el 0.2% del total de la Cámara (500 curules), entonces cualquier partido que obtenga al menos ese porcentaje debe tener derecho a un diputado, y que la asignación de escaños debe ser totalmente proporcional a la votación obtenida.
Asimismo, hemos abogado por eliminar el financiamiento privado en las campañas electorales y que el financiamiento público se reparta de manera igualitaria al 100%. Esto simplificaría la fiscalización y garantizaría condiciones equitativas. Sin embargo, el gobierno actual ha dado señales de querer reducir significativamente el financiamiento público, sin tocar el financiamiento privado, perpetuando así una contienda desigual, inequitativa e injusta.
Las vueltas del poder
No deja de sorprenderme cómo cambian los discursos dependiendo del lugar que se ocupa. Como dice el dicho popular: «ahora los patos les tiran a las escopetas». Quienes defendían los tratados de libre comercio hoy los atacan; quienes los criticaban, hoy los defienden. Quienes rechazaban el militarismo, hoy lo justifican; y quienes lo promovían, ahora lo condenan. Los que exigían el pago de deudas ilegales, ahora claman por su suspensión, y viceversa.
Vivimos en una época de contradicciones constantes y giros inesperados. Por eso, más que nunca, es necesario aplicar un criterio ético y metodológico que nos permita mantenernos firmes y coherentes con nuestros principios.
Como dice Silvio Rodríguez en su canción El Necio:
«Yo me muero como viví.»
Lo dejo para su análisis.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente representan la línea ideológica del Partido del Trabajo.
(AM)