Donald Trump tiró la piedra y escondió la mano. En un montaje escénico evidente, eludió fijar posición crítica respecto a la presidenta de México, pero permitió, sin interrumpir, contradecir o matizar, que una de sus subordinados, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Interior del gabinete trumposo, expresara una «condena» a la doctora Claudia Sheinbaum, según eso por «alentar» protestas violentas en Estados Unidos contra las redadas de migrantes.
Con esa declaración colateral de Noem se pretende entrampar («entrumpar», en la neohabla necesaria) a la presidenta de México, retorciendo con absoluta insidia sus anteriores declaraciones acerca de «movilizaciones» en el plano nacional, no en el extranjero.
Recuérdese que en el municipio potosino de Villa Hidalgo, el pasado 24 de mayo, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo al micrófono: «hicimos un llamado para que nuestros paisanos que están allá (…) le enviaran cartas, correos electrónicos, en sus redes sociales, a los senadores para que les digan que no estamos de acuerdo con eso. Y vamos a seguir informando porque, de ser necesario, nos vamos a movilizar, porque no queremos que haya impuestos a las remesas de nuestros paisanos de Estados Unidos a México».
Y vaya que temas sobran para esa movilización nacional: las remesas y los aranceles, por citar los inmediatos. Ya en junio de 2019 el entonces presidente López Obrador había convocado a «un acto de unidad de defensa de la dignidad de México y en favor de la amistad con el pueblo de Estados Unidos», a realizarse a un lado de la frontera, en Tijuana, Baja California, ante la presión de aquel Trump, en su primer periodo presidencial, contra las caravanas de migrantes y en busca de imponer aranceles.
Ahora, el trumposo Donald pretende etiquetar negativamente a la presidenta de México para avanzar con fluidez en su agenda intervencionista. Ha ido colocando sus piezas bélicas con desparpajo, provocación tras provocación, mientras Sheinbaum elude fríamente la confrontación cantada. La presidenta explicó ayer de inmediato que la percepción de la secretaria Noem es equivocada, mientras segmentos de derecha y ultraderecha proclaman en redes que la mexicana es una política violenta y peligrosa, más que Nicolás Maduro o Vladimir Putin.
Hay, además, una quintacolumna evi-dente. Voces (mediáticas y partidistas) que desde México amplifican el discurso de los halcones y suspiran por una acción directa de Washington contra el proceso denominado Cuarta Transformación. Que el tramposo trumpismo les devuelva lo que en justa lid electoral no han podido recuperar, es su anhelante bandera.
El secretario de la Defensa Nacional, general Ricardo Trevilla, aventuró dos frases presuntamente explicativas de lo que sucedió días atrás en el Foro Alicia: Defensa, Guardia Nacional y policía capitalina habían acordado realizar «algunos recorridos, patrullajes», y «entonces, llegan ahí a este auditorio y, bueno, ingresa la policía». Ah, pues sí. Además: «por la parte militar; bueno, nosotros procedimos con nuestros procedimientos».
Trevilla anunció que «el personal militar del Ejército ya no va a participar en este tipo de actividades: para eso está la Guardia Nacional (…) eso es lo que va a hacer: patrullajes. Cuando haya necesidad de actuar en algún tipo de cateo, desalojos, etcétera, únicamente será con autorización o por disposición de la autoridad judicial correspondiente. Eso es lo que va a hacer». Eso es lo que siempre se debió hacer: sólo actuar a partir de autorización judicial.
Peor es el virtual reconocimiento de que se frenaran las acciones militares en zonas urbanas (¿dado que hay más resonancia en caso de abusos?), ya que «también el Ejército en su momento, bueno, en áreas serranas, en áreas rurales, ahí sí podrá participar, pero siempre en absoluta coordinación con las autoridades civiles» (¿cuál es la base legal para esa distinción? ¿hay dos Méxicos a la hora de acciones de esta índole?). ¡Hasta mañana!
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