A principios de octubre de 1750 el colonizador de Nuevo Santander, José de Escandón y Helguera firmó el Acta de la Fundación de la Villa de Santa María de Aguayo, establecida al pie de la Sierra Madre Oriental, a un cuarto de legua de la Boca del Río San Marcos. Desde ese generoso paraje, donde ahora se localiza la Iglesia de San Isidro en Tamatán, era posible: «…dominar las faldas de dicha sierra que habían sido hasta aquí el abrigo de apóstatas e infieles, y habilitar dicha boca para transitar hasta Jaumave, que queda como a diez leguas al sur de razonable camino a la que se ciñe toda la sierra…»
De acuerdo al dictamen sobre los atributos de este territorio, desde la época colonial el tramo caminero entre Villa de Aguayo-Jaumave-Tula, era muy difícil de transitar. Por tal motivo, esta sinuosa cordillera representó un verdadero reto a vencer por los pobladores y gobiernos, a quienes convenía comunicar la capital del Nuevo Santander con la región central de la Nueva España.
Uno de los primeros testimonios que se tienen del difícil acceso y tiempo que representaba dicho traslado, se consigna en la Monografía de Victoria que consigna Octavio Herrera revela lo anterior: «Cabe mencionar que luego de un año de intenso recorrido por el centro y norte del Nuevo Santander, el gobernador Juan Fernando de Palacio sufrió un «…grave accidente», que lo obligó a permanecer en la Villa de Aguayo, desde mayo de 1768 hasta su salida de la provincia en diciembre del mismo año, debiendo ser llevado a Tula: «…en una especie de silla de manos, a hombros de indios, con un bello movimiento (a lo que se) atribuye el menos sentimiento y ninguna novedad en la imponderable aspereza de la Sierra Gorda, cuyo viaje duró siete días.»
Durante la colonia la Sierra Madre fue escenario de guerras, entre la milicia virreinal y los grupos de indios pisones, sihues y janambres que habitaban esta región montañosa, comandados por los capitancillos: «…que obedecen o no, según les convienes, se hacen guerra entre sí, y se reúnen para hacerla a nosotros.»
Aunque transitable, definitivamente era una cadena montañosa de difícil acceso, sobre todo para la práctica del comercio: «Las Villas inmediatas a la Tamaulipas, las que están en la Sierra Madre, los arrieros y demás viajantes que la atraviesan por los pocos parajes que lo permite, sufren los primeros y son las primeras víctimas…»
En 1811, durante la guerra de independencia el camino serrano entre Tula y Aguayo, se convirtió en paso obligado para los ejércitos insurgentes y realistas. Por ejemplo, el 18 de mayo el brigadier español Joaquín de Arredondo y sus tropas, lo recorrieron con complicaciones durante varios días, con el propósito de combatir a los pueblos insurrectos cercanos a la Sierra Madre, entre ellos Jaumave y Tula.
Definitivamente la Sierra Madre Oriental, era uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la Villa de Aguayo. Por tal motivo en las primeras décadas del siglo XX, el clérigo y diputado tulteco Eustaquio Fernández realizó gestiones y trámites para el establecimiento de un camino que comunicara la capital tamaulipeca y el centro del país. Esta inquietud lo llevó a trazar: «…y dirigir los caminos carreteros por la Sierra Madre de Tamaulipas.»
Por otra parte, a mediados de 1792 en el Informe Sobre la Fundación de la Villa de la Divina Pastora de Presas del Rey, actualmente Aldama, el Conde de la Sierra Gorda, hablaba sobre la búsqueda de minas para la explotación de metales, y de los problemas que enfrentaron los colonizadores contra las naciones indias establecidas en las serranías de Nuevo Santander. En uno de los párrafos, considera que los grupos indígenas de las misiones religiosas, estaban debidamente controlados por las autoridades y clérigos.
Los caminos por los que transitaban en la región central de la provincia, por lo general eran buenos: «…con excepción del que parte la Sierra Madre de la Villa de Aguayo a la de Jaumave…El de dicha Sierra por su mucha altura y asperidad necesita algún tiempo para una mediana compostura y para lo que tenga ya reconocido el terreno por donde puedan desecharse los más malos pasos y como sea esa el tránsito preciso así como las partidas que salen para México y demás ciudades de ese reino como para los viajeros, comerciantes y recuas será de mucho beneficio para todos su habilitación, y sobre todo no perderé tiempo, luego que los vecinos pobladores concluyan sus siembras en el siguiente año del 93.»
La mayor parte del sigo XIX el camino entre Victoria y Tula, siempre estuvo en proceso de construcción. Principalmente en tiempos de paz, se lograron importantes avances en su trazo y rehabilitación. A mediados de esta centuria, se notaron bastantes avances, de tal manera que en agosto de 1853 durante el gobierno de Adrián Woll las autoridades de Santa Anna de Tamaulipas enviaron una carta solicitando recursos para su conclusión.
En la extensa carta, explica los motivos y pormenores por los cuales urgía dicho camino. Especialmente de importancia para los viajeros que deseaban trasladarse a Tula, San Luis Potosí y otras entidades del interior del país:
«…las frecuentes desgracias y pérdidas que sufren quienes se veían obligados a transitar la Sierra Madre…obligaron al gobierno de este estado a disponer…los gastos necesarios en la construcción de un camino carretero, y que, aunque al principio, se creyó irrealizable por las dificultades…se abrió hasta dejarlo próximo a su término.
A mi ingreso del gobierno…dispuse que la tesorería continuara cubriendo los gastos…en alimentos del presidio, que se ocupa en aquel trabajo y pago de sueldo del director, con cuya providencia…es muy probable que dentro de seis meses quede terminada…rugeo al Excelentísimo presidente de la República…sirva autorizarme para disponer…ciento cincuenta pesos mensuales, para la conclusión del camino que…entre Victoria y Tula…»
Manuel Payno describió que, en todos los caminos de Tamaulipas, los carruajes podían transitar en tiempos de secas, aunque con algunas dificultades en los lugares húmedos debido los arroyos, considerando: «…que muchas veces ni la fuerza de cuatro o cinco yuntas de bueyes, es bastante para sacar de los pantanos a las carretas, coches o artillería que transitan.» El caso de la comunicación por la Sierra Madre, es aparte: «Ya se ha dicho que son unos estrechos senderos más elevados y peligrosos que los de la montaña de la Saboya o de Suiza y que sólo pueden pasarse o a pie, o en mulas acostumbradas a transitar por esos picos elevados y casi inaccesibles riscos.»
En 1852 el General Juan Nepomuceno Almonte, publicó Guía de Forasteros. Repertorio de Conocimientos Útiles donde refiere las vías de comunicación y distancias en Tamaulipas. Respecto a la ruta entre San Luis Potosí-Ciudad Victoria era necesario pasar por la Hacienda Los Adobes, Hacienda Peotillos, Pueblo de Buenavista, Rincón de Turrubiates, Rancho La Noria, Villa de Tula, Palmillas y Rancho Las Fraguitas.
En el itinerario que corresponde entre Tula y Victoria, los viajeros sabían el reto que representaba cruzar durante varios días y entre el peligro, el sinuoso camino de la Sierra Madre. Numerosas aventuras, anécdotas, testimonios y accidentes del Camino Real se perdieron en el tiempo.
(Octavio Herrera, Tamaulipas a Través de sus Regiones y Municipios, Tomo IV, México, Gobierno del Estado de Tamaulipas/2014; Félix Calleja, Informe Sobre la Colonia del Nuevo Santander y Nuevo Reyno de León 1795, México,1949; periódico El Siglo Diez y Nueve, México, D.F., abril 9/1843; periódico El Siglo Diez y Nueve, México, D.F., marzo 4/1843; periódico El Demócrata, México, D.F., junio 29/1850; periódico Universal, México, D.F., agosto 19/1853)
(FR/AM)
