Gerardo Fernández Noroña, actual presidente del Senado, es mucho más que una figura polémica. Su estilo frontal, su rechazo a los medios tradicionales y su dominio de las redes sociales lo han puesto como una figura que nos puede ayudar a entender cómo está cambiando la comunicación política en México. Pero sin juzgar su carácter o sus formas, bueno o malo, lo interesante es lo que representa: una nueva manera de conectar con la ciudadanía en un entorno donde el mensaje ya no depende de los grandes medios, sino del acceso directo, inmediato y sin filtros.
En los últimos días Noroña se ha convertido en tendencia en redes más veces de las que ha aparecido en noticieros o debates parlamentarios. Su estrategia es clara: comunica desde sus propios canales, en su propio lenguaje y sin intermediarios. Para algunos, es una voz auténtica que rompe con el discurso institucional; para otros, un simple espectáculo político. Pero lo cierto es que su caso revela una realidad innegable: hoy, quien no sabe comunicar en redes está condenado a la irrelevancia.
La comunicación política ya no pasa exclusivamente por ruedas de prensa, spots o entrevistas pactadas. Ahora transita por plataformas como Twitter, TikTok o YouTube, donde el tiempo de atención es corto y la competencia por la atención es mucha. En ese nuevo ecosistema, hay quienes logran adaptarse y otros que simplemente no encuentran cómo entrar.
Ejemplos sobran. Nayib Bukele, presidente de El Salvador, es un caso extremo de control narrativo desde lo digital: anuncia decisiones por Twitter, usa emojis para dirigirse a la prensa y genera un relato propio, sin pedir permiso a los medios tradicionales. En México, figuras como Samuel García han entendido que hoy se gobierna también desde Instagram, mientras otros, como el excanciller Marcelo Ebrard, combinan lo formal con lo informal para mantenerse vigente.
En contraste, hay políticos como que siguen hablando como si estuvieran en los años ochentas. Su comunicación es totalmente rígida, sin emoción, llena de tecnicismos o frases hechas que difícilmente conectan con alguien.
Otros más caen en lo aburrido, lo predecible, y a veces incluso en lo ridículo, hacen videos sin entender los códigos de las redes, generando más burlas que simpatías. En estos casos, la desconexión con la ciudadanía no es por falta de propuestas, sino por incapacidad para transmitirlas de forma efectiva.
Todo indica que la comunicación política seguirá avanzando hacia lo inmediato, lo visual, lo emocional y lo personal. Los líderes del futuro no sólo deberán tener ideas claras, sino saber narrarlas en tiempo real, adaptarse a los nuevos formatos y construir vínculos genuinos con la gente. Ya no basta con tener razón, ahora hay que saber contarla bien.
El caso de Fernández Noroña, con todos sus matices, nos muestra que comunicar va más allá de sólo informar: es construir identidad, generar conversación y disputar sentido en un terreno cada vez más dinámico.
La política, como la conocemos, está siendo transformada por los medios digitales. Y quienes no lo entiendan, simplemente quedarán fuera de la conversación.
Nos leemos la proxima.
(AB/AM)