A partir de los años cuarenta del siglo pasado, igual que numerosas poblaciones de México y Latinoamérica, los victorenses vivieron con intensidad la época de oro de los tríos de música romántica. Definitivamente, la inspiración y punta de lanza para el surgimiento de estas agrupaciones fueron Los Panchos -Alfredo Gil, Chucho Navarro y Hernando Avilés- quienes incorporaron a su repertorio el ritmo del bolero y desde luego el requinto, una singular guitarra que con sus sonidos agudos despertó los sentimientos de muchas parejas de jóvenes enamorados.

Algunos victorenses guardan gratos recuerdos sobre este famoso trío, surgido en Nueva York en 1944. Sobre todo, a principios de los años cincuenta cuando después de una estancia artística en algunas poblaciones norteamericanas, en uno de sus retornos a México pernoctaron en Ciudad Victoria. La tradición oral afirma que, al enterarse de su tránsito por la capital tamaulipeca, algunos empresarios de espectáculos probablemente José Sierra Torres y Fernando Elizalde, los invitaron a cantar al público algunos de sus éxitos en la radiodifusora XEBJ que inicialmente operaba en la calle Matamoros 9 y 10.
Los primeros éxitos de estos músicos que alcanzaron extraordinarias ventas fueron Rayito de Luna, Me Voy pal Pueblo, Sin ti, Un Siglo de Ausencia, Cielito Lindo Huasteco y otros que se difundieron a través de la radio en todo Latinoamérica. Los Panchos, abrieron el camino para los intérpretes del bolero, uno de los géneros musicales de enorme sensualidad y arraigo en el gusto de los latinos. Bajo estas circunstancias, surgieron numerosos compositores, cantantes, orquestas, crooners y músicos de tríos en Cuba, México, Colombia, Ecuador, Argentina, Puerto Rico y Chile.
Trío Los Domínguez
Sin lugar a dudas los ritmos musicales de moda, tienen el estilo y sello cultural de la época cuando se crearon. Es decir, en este caso la mencionada agrupación surgió acompañado de un lenguaje propio, elegantes atuendos, zapatos brillosos, peinados con vaselina, amplias crinolinas, vestidos abajito de la rodilla, medias de seda, arracadas de oro y labiales de carmín. Por tal motivo los jóvenes clase medieros de aquella época, imitaban a los artistas del momento. Por ejemplo, a los ídolos de la radio, cine, cantantes de cabarets y teatros que despertaban la admiración y aplausos de las multitudes que acudían a presenciar sus espectáculos.
En este contexto, surgió el Trío Los Domínguez integrado por Leobardo Domínguez (guitarra), Leoncio Domínguez (requinto) y Misael Domínguez (requinto) residentes de la Colonia Mainero, donde realizaron sus estudios elementales en la Escuela Primaria Himno Nacional. Como otros músicos de entonces, aquellos muchachos aprendieron los primeros acordes en sus guitarras de manera empírica en los modestos lugares donde se reunían a practicar.
A base de ensayos, como parte de su aprendizaje reunieron un repertorio de los mejores boleros y canciones rancheras del momento. Una vez encarrilados en su trayectoria artística lograda con enorme esfuerzo, en ocasiones actuaban como trío y otras lo hacían en modalidad de cuarteto por lo cual invitaban otros amigos.
Leobardo y Leoncio fueron hijos de Simón Domínguez y Tomasita Cruz, originarios de Tula y Villa de Casas, Tamaulipas. Su esposa de dedicaba a las labores del hogar y don Simón era uno de los empleados que atendía las mesas del Café Turista propiedad de Alfonso Wong, ubicado en la calle 8 enfrente de la Plaza Hidalgo. Además, se le recuerda como uno de los trabajadores que fundó el Sindicato de Meseros de Ciudad Victoria, durante algún tiempo acaudillado por Salvador Mendoza de filiación política izquierdista.
Reloj no marques las horas
Eran los tiempos del auge turístico norteamericano y canadiense gracias al tránsito de la Carretera Nacional, por tal motivo para apoyar a su familia Leobardo se incorporó al mismo restaurante de chinos donde trabajaba su papá. Ahí conoció a Salvador Guerrero, hermano de Misael un joven requintista amateur, quien se unió a los hermanos Domínguez Cruz para integrar el naciente trío romántico. Vale mencionar que, desde su niñez los Domínguez tocaban la guitarra y cantaban. Durante su etapa infantil, Leoncio construyó su propia guitarra con un cajón de madera y cuerdas de alambre de una tela mosquitera. Durante toda su vida, se dedicó profesionalmente a la música romántica y falleció en 2022.

Gracias a incansables ensayos para lograr la armonía de sus voces, presentaciones en fiestas familiares y serenatas de madrugada a la luz de la luna, el trío empezó a ganar prestigio en el ambiente musical victorense. Para ello, de manera periódica actualizaban su repertorio y siempre estaban al pendiente de los éxitos de los tríos más famosos que los inspiraban: Los Diamantes, Los Dandys, Los Panchos, Los Jaibos, Los Tres Reyes, Los Tecolines, Los Caballeros y muchos más.
Leobardo y Leoncio nunca recibieron clases profesionales de guitarra. Ellos mismos, durante sus ratos libres escuchaban en algunas emisoras de radio, las canciones de grandes tríos de México y ensayaban los tonos, acordes y voces de sus canciones. De esta manera, fue como a edad temprana descubrieron su vocación por la música romántica. Al principio Leobardo, Leoncio y Misael 3ª, 2ª y 1ª voz respectivamente, por algún motivo fueron conocidos como el Trío Uruapan.
Voces del Conjunto Típico Tamaulipeco
En 1961 recibieron una invitación para integrarse a los músicos del Conjunto Típico Tamaulipeco, fundado años antes por el gobernador Norberto Treviño Zapata. Gracias a ello tuvieron la oportunidad de realizar giras artísticas por diferentes ciudades de la República Mexicana. De igual manera actuaron en escenarios de varios países de Centroamérica y América del Sur entre ellos Panamá, Costa Rica, Chile y Venezuela por mencionar algunos.

Con enorme satisfacción, pusieron en alto a México y Tamaulipas, pero sobre todo se convirtieron en los principales difusores a nivel internacional de las músicas populares polka, redova, chotis, huapango y picota representativas de la entidad. Por esos años conocieron a Zeferino Hernández, quien se unió al trío con su guitarra. Lo mismo siempre guardaron una estrecha amistad musical con Pepe Ramírez, Baldo Castillo, Juan Franco, Rubén Castillo, Bertoldo Calderón y otros filarmónicos del Conjunto Típico Tamaulipeco.
Me voy pal pueblo
Al concluir su contrato con este grupo de música tradicional, retornaron a sus actividades profesionales para ganarse la vida y continuar disfrutando la época de oro del bolero mexicano. El punto de reunión era la Plaza Hidalgo, donde además de otros filarmónicos norteños y mariachis acudían turistas, políticos, bohemios y enamorados en busca de alegría para sus fiestas, aniversarios de quinceañeras, mañanitas, serenatas, reuniones de amigos, noches bohemias y toda clase de acontecimientos sociales.
Lo mismo era común que los invitaran a cantar durante las veladas nocturnas en los bares y restaurantes de los hoteles Los Monteros, Sierra Gorda, El Peñón y San Antonio. En varias ocasiones participaron en programas radiofónicos en el Teatro Estudio de la XEGW y XEBJ.
En cualquier lugar donde se presentaron durante varias décadas, se granjearon el aplauso del público gracias a su talento musical y afinadas voces. Lo mismo acompañaban artistas y vedettes originarias de la capital del país y desde luego cantantes locales como Fidel Zepeda y Roberto Ríos. En diferentes épocas y eventualmente bajo determinados contratos se unieron al trío Zeferino Hernández, Cristóbal Córdova, Mario Torres, Roberto Ríos y Guadalupe Alemán.
Con su presencia en el ambiente musical durante más de medio siglo, el Trío Los Domínguez marcó toda una época en el ámbito de la cultura y crónica social de la localidad. Sus actuaciones eran una garantía para despertar las fibras más sensibles de quienes los escuchaban. Cientos de parejas victorenses que actualmente son abuelos, aún recuerdan sus encuentros amorosos al ritmo de las canciones románticas de los Domínguez.
(FR/AM)