La humanidad está al borde de la extinción. Es como si la vida en el planeta retrocediera 65 millones de años, hasta el momento aquel del choque de un asteroide de grandes proporciones con la tierra, en el sureste de México, provocando una onda expansiva que vaporizó el lecho de rocas y arrojó colosales cantidades de gas, polvo y fragmentos rocosos a la atmósfera. La temperatura se elevó a unos 155 grados centígrados, por lo que la zona de devastación llegó a más de 1600 km en minutos.
Ahora, dos tipos de cuidado, compitiendo por ver quién es más perverso, ponen al planeta al borde de una guerra atómica que no dejará piedra sobre piedra. Con la radiación diseminándose por todos los confines del globo, ya no hay posibilidad de que subsista alguna forma de vida, como ocurrió antes, cuando sobrevivieron cocodrilos, tortugas, aves, cucarachas, erizos, estrellas de mar y algunas plantas.
Lo que no muera de radiación y calor, morirá de frío en una Tierra yerma.
En clara definición del monstruo, dijo el expresidente Bill Clinton: “El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, lleva mucho tiempo queriendo luchar contra Irán porque así puede permanecer en el cargo eternamente”. En este mismo espacio, al cumplirse los 25 años del Tratado de Río Wye, recordamos cómo el expresidente fue una pieza clave para la firma de los acuerdos de mutuo reconocimientos y respeto entre el líder palestino, Yasser Arafat y el propio Netanyahu.
Ahora el genocida ha llevado a cabo una limpieza étnica en Palestina para que su socio pueda crear en el corredor de Gaza un paraíso turístico de alto nivel destinado a los magnates para los que un millón de dólares significa lo mismo que un pelo de gato. La asamblea general de la ONU ya condenó esos ataques al pueblo palestino; pero, Estados Unidos bloquea la condena en el Consejo de Seguridad, en tanto que la Corte Penal internacional ya giró orden de captura por crímenes de lesa humanidad.
Atribuyéndose el papel de Dios, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump asegura, según el talante con el que amanece, que dará dos semanas a Irán para que desista de su propósito de enriquecer uranio, no obstante que su principal fuente de electricidad es la energía atómica. Es el mismo Trump que echó por tierra los acuerdos firmados por el expresidente Barak Obama, para garantizar que Irán no produciría armas nucleares.
Este acuerdo dice que: “Irán ha acordado convertir sus instalaciones subterráneas de Fordo en un centro de investigación de física y ciencia nuclear, y aproximadamente la mitad de las instalaciones de Fordo se dedicarán a la investigación nuclear avanzada y a la producción de radioisótopos estables que tienen importantes aplicaciones en la medicina, la agricultura, la industria y la ciencia. Además, Irán no mantendría más de 1.044 centrifugadoras para este propósito”, so pena de graves sanciones.
Una vez sentado en la Casa Blanca, el presidente Trump, sin más, declaró el 8 de mayo del 2018, que: “Estados Unidos abandona el acuerdo firmado por varias potencias internacionales con Irán para limitar su programa nuclear”. También anunció que las sanciones que regían antes de que se firmara el acuerdo nuclear vuelven a estar vigentes y advirtió que “cualquier país que ayude a Irán también podría ser sancionado”.
¿Cómo es posible que el futuro de la humanidad esté en poder de estos dos tipos de cuidado?
(FC/AM)