Al menos a partir de lo declarativo (lo cual tiene relevancia en tanto es una postura de la Presidenta de la República y un acuerdo formal del Consejo Nacional de Morena), espacios facciosos de poder al interior del partido gobernante deberían estar en obligada vía de corregir sus conductas y atenuar sus ambiciones (piénsese en Adán Augusto López Hernández, Andrés Manuel López Beltrán, Ricardo Monreal-Pedro Haces, Mario Delgado y lo que queda del grupo de Marcelo Ebrard, que sigue al acecho, sólo por dar ejemplos).
Sin citar nombres, pero con referencias que conducen de manera natural a ciertos personajes y grupos morenistas, la actual habitante de Palacio Nacional hizo observaciones y fijó lineamientos éticos, políticos y electorales mediante una amplia misiva que incluye la paradoja de pedir que Morena no se convierta en un partido de Estado, cuando la centralidad definitoria del citado Consejo Nacional fue ocupada justamente por la carta de la jefa virtual del Estado o, cuando menos, del poderoso gobierno expansivo 4T (que ya concentra la porción más grande e influyente de las instituciones del Estado).
Como militante con licencia, condición similar a la que blandió Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio, la presidenta Sheinbaum lanzó una proclama doctrinal y práctica que debería significar la toma del mando real del partido guinda e implicar consecuencias operativas ineludibles. No obstante, es fuerte la resistencia de las facciones empoderadas, que sin discreción se han sentido con fuerza suficiente para no obedecer o diluir instrucciones de la titular del segundo piso de la 4T.
El puro fraseo utilizado por la Presidenta constituye un reconocimiento de la realidad que con constancia denuncian desde la base morenista, pero en sus élites se niegan a escuchar y aceptar. Sheinbaum rechazó el uso indebido de recursos (¿Adán Augusto?), la renta de aviones y helicópteros privados (¿Monreal y Haces?), los vehículos blindados (tantos secretarios de gabinete y gobernadores), el turismo político injustificado (¿Gerardo Fernández Noroña en clase premium?) y la ostentación de joyas, ropa de marca y autos, así como la exhibición en restaurantes de lujo, la prepotencia (¿Cuauhtémoc Blanco?) y los eventos oficiales pomposos.
En los acuerdos derivados de la carta claudista destaca la prohibición de recibir recursos de entes privados para actos proselitistas rumbo a candidaturas. El presidente del Consejo, el gobernador Alfonso Durazo (otro ejemplo a analizar a la hora de exhortar a Morena a no convertirse en partido de Estado), dijo que en esta organización se vale levantar la mano (para aspirar a una postulación), pero no en detrimento de otros militantes.
Resulta difícil desligar estos planteamientos de lo hecho de manera reiterada, hasta hace poco, por la senadora Andrea Chávez, en sumamente adelantada búsqueda de la candidatura a gobernar Chihuahua, con aportaciones de empresarios para llevar servicios médicos a la población. Resulta también difícil no entender esa seca prohibición como mensaje al grupo del senador López Hernández, reticente al mando claudista, del que forma parte la senadora norteña.
En el tema del narcotráfico y el cuello blanco, ha de decirse que la imperiosa realidad no permite demasiadas esperanzas de aplicación genuina de las palabras presidenciales. El dinero abiertamente delictivo y el lavadamente empresarial se han asentado ya en el corazón de la actividad partidista y electoral en general, con esperanzas de mayores réditos cuando esos capitales apoyan a las opciones encaminadas a llegar al poder.
Del dicho al hecho hay mucho trecho, plantea un refrán popular aplicable a las indicaciones presidenciales y los acuerdos del Consejo Nacional. Habrá de verse si la presidenta Sheinbaum de verdad se encamina a la toma del poder partidista y a la corrección de varias de sus distorsiones tan evidentes. ¡Hasta mañana!
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