Ayer, mientras anduve un trecho de la peregrinación del Vía Crucis, la gente rezaba y cantaba convocando el perdón en lugar del castigo a los que hacen daño y se equivocan. A diferencia del viejo testamento que condena a dejar tuertos y chimuelos a los depredadores, la doctrina de Jesucristo es no responder a la violencia con violencia, y como decía el bueno de Francisco de Asís, tenerle fe a responder con la humilde petición de decirle a los agresores, a los ladrones, y en general a todo tipo de bandidos, que sean buenos… si es que pueden. Y yo digo; se podrá hacer eso? Quién puede tener un corazón tan poderoso que sea capaz de perdonar así? Como San Pablo, que de matador se transformó a la mansedumbre, o como el mismo Francisco, que de corrompido libertino se purificó a tal grado que entendía y se hablaba de tú con todo el universo. Yo he tratado de amaestrar a mi propio corazón para que comprenda la profunda verdad de esa filosofía de la tolerancia y el perdón, que es todo lo contrario del diente por diente, y aunque aún no logro que no brinque como un sapo enrabiado cuando me agreden, esa gran concentración de gente que ayer le cantaba al perdón de Cristo dulcemente, me inspiró, de verdad, profundamente.
(EC/AM)