Las modas de linchamiento social se alimentan de los abismos y la oscuridad de la ausencia humana; dando paso a los peores instintos de un pasado bestial básicamente depredador. Los linchadores son particularmente dañinos en las redes sociales, en donde pueden afectar no solo a las personas sino a la veracidad de la realidad y de nuestras convicciones; y ahí ningún ataque es inocente. Por ejemplo, el escándalo cuando se refirieron a una actriz como sirvienta, y del miedo y la inquietud que se desató al mal interpretar la palabra sirvienta en gente que se avergüenza de su condición. No es ningún crimen servir; todos servimos de una u otra manera. Mi pasado está lleno de sirvientas por ambos lados de mi parentela; mi abuela paterna, Jesusita, antes de volverse artista ella misma, sirvió a las tiples de las carpas en el oficio más humilde, que era el de hacerse cargo de “las aguas”, que no sólo incluía acarrearles agua para los aguamaniles, sino ir a tirar los contenidos de las bacinicas. Y por el lado de mi madre, desde la sequía de los 50’s, mi abuela Fifi y toda su descendencia aprendieron el caminito de ir a ganar algunos dólares por trabajarles unas horas a las gringas huevonas. Hay quien sirve por amor, y eso es muy bueno; pero es fundamentalmente legítimo cobrar lo justo por servir, porque las ganancias de lo servido deben justamente repartirse, y entender eso y luchar por eso en lugar de lanzarse al linchar por la aplicación del verbo servir en los complejos, es lo verdaderamente humano y lo que aplica.
(EC/AM)