Nos llaman los bárbaros del norte, y no me desagrada; hay que excederse casi en todo cuando habitas territorios orillados. Somos gente recia, muy otra cosa que los chipiles del Centro. Habitamos en los ámbitos, ajenos, de la frontera cruda. Aquí llega de todo; desde los colonos de Escandón que acriollaron todo el norte, y alteraron para siempre la cultura, en donde hasta la fecha se come con tortillas de harina o no se come; hasta cualquier desplazado, rebelde o aventurero; porque es tierra fuera de los confines del confort de los mimados; es tierra forastera. Y los de aquí, hoy tenemos algo que decir; y que no es queja, sobre la relación que tiene el Centro del poder, que históricamente ha sido despegado, distante de los de acá, de la Frontera. Los que gobiernan y legislan nos tratan con un amor tan corto y tan aguado, que demuestran muy seguido sus limitaciones de inclusión, y con cualquier pretexto nos tratan de bandidos. Bandidos serán los que reciben los impuestos, que no cesan, y que no devuelven en proporción de calidad por beneficios recibidos. Porque nosotros solitos enfrentamos lo que es vivir en esta orilla, con un sistema que nos cobra con creces la vecindad a cada tajo; y ahí nos ven, pagando por trabajar al otro lado; con filas largas y agravios extendidos; mientras la vida; la nuestra, se desagua en horas ciegas, por las coladeras de una política que no sabe mucho de lo que es vivir en la frontera.
Que ya estuvo suave, decimos los distantes; que ya le paren a sus ciclos de olvido irrevocable. Desde la orilla del mundo, que de todo casi ignoran, excepto de los impuestos que puntualmente actualizan, decimos que ya fue suficiente. Que no intenten disuadirnos que nos quieren, porque la historia prueba en cada paso que no es cierto. Sin embargo, orillados y todo, seguimos queriendo ser lo que de lejos divisamos, y ustedes, de plano tienen que aprender a querer de otra manera.