Por: Enriqueta Cisneros
Día uno.
La Ciudad de México está hermosa, igual sólo a sí misma, con la primavera estallando en todas partes. Cómo no enamorarse de la vida que conversa en cada botón que se abre al mundo con esa inocencia. Así quiero ser yo. Quiero florear abierta a las logros y a las contingencias. Hoy iré a Donceles. Compraré el libro de Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Y cenaré, si puedo, en El Cardenal. En Madero. Me hospedo en la casa de mi hija y su marido; en la calle Galicia, frente al Mercado Alamos. Es pequeño pero ahí se pueden encontrar higos frescos y parcimonios, unas frutas que son entre mango y tomate, que sólo se dan por el rumbo de los tarahumaras en la sierra de Chihuahua. Yo viví en Cd Juárez entre los 14 y los 21 años; fueron los años más tristes de mi vida. En esos siete años cupieron todos los dolores y todas las desdichas. Los parcimonios eran puntitos de miel en la oscuridad de aquel infierno.