Por: Alejandro de Anda
LO OSCURO. Friedrich Drumpf (alemán) llegaba a Nueva York en 1882. Su hermana Katharina arribaría años antes que él a la misma ciudad.
Cambió su nombre por ser impronunciable para el burócrata del registro civil y para la lengua americana, adoptando el de Frederick Trump.
Así daba inicio la dinastía del mismo apellido en América, con la llegada del abuelo del actual presidente. Aquél que por capital portaba apenas un par de tijeras robadas para comenzar como barbero y aprovechar el auge del oro del Oeste, que le impulsó a crear un negocio al que transformaría al punto de generar normes dividendos. Un burdel. Con damas de compañía y alcohol, daba atención personalizada a contrabandistas y mercaderes clandestinos del preciado metal.
Poodle Dog, era el nombre del prominente negocio de prostitutas, comida y alcohol al que convirtió en cadena de negocios.
Este gran proyecto le permitió instalar en Monte Cristo, en 1892, el primer hotel Trump.
Posteriormente y gracias a su prosperidad y aceptación comunitaria, ganaría la primera elección de un Trump en territorio americano. Juez de paz.
A la postre su hijo Frederick incrementaría potencialmente su capital inmobiliario y junto a Donald, bajo la especulación de ganar demandas al gobierno en base a fraudulentas negociaciones de impuestos harían crecer la fortuna de estos.
Es la historia de la familia Trump.
Su hermano mayor fallecería tras la enorme dependencia al consumo de alcohol a los 42 años.
Para un presidente que se considera progresista, ultraconservador, hombre de familia y un montón de cosas más que impulsará al mercado libre del American Way of Life, no parece ser congruente su estructura de pasado.
Esta entrega no busca victimizarlo, ponderarlo o atacar la figura del personaje que tiene en un hilo la vida del mundo en este naciente 2025.
Es poner en el escenario, que es lo que hay y lo que en estos momentos necesita su nación.
Trump no sólo sabía que iba a ganar la elección reciente. Su objetivo estaba puesto más lejos. Ser el líder del mundo económico.
Y ha puesto su mayor esfuerzo en lograrlo. Su primera incursión era dirigida al pueblo norteamericano, con el estigma de los migrantes y la construcción de un muro de 3 mil kilómetros lineales. Al cierre de su mandato, construyó 73 kilómetros. Como la barda de PEMEX de nosotros.
Su verborrea cunde por todo el planeta y las antes fuertes minorías (como las de razas, credos religiosos, movimientos en pro de libertades de género y otras) han tenido qué recular por la fuerza que imprime a sus palabras el ‘líder del mundo libre’.
No más apoyo al aborto y a la libertad de sexos. No más migración, no más drogas. Son algunas de las enmiendas que mantiene ocupado al mundo mientras la estrategia de recapitalizar a la alicaída economía estadunidense, comienza a rendir sus primeros frutos.
Pero esos menajes han dado en el punto clave. El anarquismo que permitía ese vació de liderazgo en el mundo, daba por consecuencia enfrentamientos estériles con ambientalistas, con minorías rapaces que obstaculizaban el desarrollo y el progreso.
Por eso era necesaria la figura de un líder que hablase fuerte. No importando si su verdadera personalidad fuera la de un bandido, misógino y demás atributos para imponer el orden en el caos.
¿La verdad?
El ‘extensionismo territorial’ por las mejores rutas y tierras petroleras y comerciales del planeta son su misión a estos cuatro años de presidente.
Por Alaska, EE. UU pagaría a Rusia 7,2 millones de dólares en 1867. Su mira está puesta hoy de nuevo en ‘Tierras verdes’ (Groenlandia) de dominio danés, donde la abundancia de petróleo, gas, oro, uranio y litio prevalecen como un muy buen botín.
Además, la vista enfocada nuevamente en el canal de Panamá (nosotros lo construimos, es nuestro –asegura Donald) hace ver el siniestro interés de dominar las principales rutas comerciales del mundo.
¿Malo? No lo es.
Los daños colaterales son los distractores que ocupa para que el mundo se encuentre preocupado por sus dictámenes políticos como la deportación masiva, mientras obtiene la recuperación económica para su país y para su riqueza personal.
COLOFÓN: El Golfo de Trump, es sólo un distractor… sí es golfo. Pero quizá sea por la ascendencia de Frederick
[email protected]
@deandaalejandro