Por: José Luis Aguilar Guajardo
Dentro del paisaje urbano, al norte de Ciudad Victoria, existe un lugar que sobresale por la mística que ha formado dentro del imaginario colectivo local. ¿Cuántos de los que vivimos en la capital del Estado, no hemos volteado alguna vez la mirada rumbo a las tres columnas de mampostería que se encuentran en el predio del ITIFE (Antes CAPFCE), contiguo a la Colonia del FOVISSSTE?
Estas columnas, testigos pétreos de un pasado remoto, indudablemente cautivan la atención del transeúnte -quizá más en invierno cuando son adornadas como veladoras navideñas- y debido a su estado ruinoso e incompleto despiertan la imaginación y perspicacia de quienes intentan explicar su origen, función y significado. ¿Quién al verlas no ha tratado de reconstruir mentalmente el edificio que sostuvieron dibujando incluso una viga imaginaria que atraviesa sus tres oquedades perfectamente alineadas?
A pesar de lo fascinante que resulta este tema para la sociedad victorense contemporánea y del incuestionable valor estético que guarda aquel monumento -que además parece ser un ejemplar rarísimo dentro de la arquitectura norestense decimonónica-, lo cierto es que hasta el día de hoy no se cuenta con un estudio que nos permita conocer, aunque sea sobre una maqueta, la probable apariencia del edificio o finca que alguna vez soportaron aquellos gruesos pilares. Estoy convencido de que un trabajo de tal naturaleza, emprendido quizá desde el gobierno estatal en coordinación con el INAH y la Facultad de Arquitectura de la Universidad La Salle, coadyuvaría en la revaloración de tan importante patrimonio edificado de la capital tamaulipeca.
Aun así, no todo lo que gira en torno a estas columnas es desconocimiento. Por ello, es que en esta ocasión se presentan los resultados de una investigación historiográfica que elaboré con la finalidad de hacer del dominio público los antecedentes de la propiedad donde se fincaron aquellos pilares esperando que ello contribuya, no sólo a responder las interrogantes respecto al origen de este misterioso e interesante monumento, sino que también sirva como base o complemento de futuras investigaciones que pretendan determinar aspectos más pormenorizados sobre su apariencia y función prístina.
Después de lo anterior habré de decir que hace ya más de diez años comencé a investigar las tres columnas. Ello me condujo, en un primer momento, al Archivo General e Histórico del Estado, entonces dirigido por el Arq. Carlos Rugerio Cázares, quien de inmediato me recomendó la revisión de los libros de manifiestos rústicos del municipio de Victoria que databan de comienzos del siglo XX. Al interior de dichos documentos pude encontrar la información que me ayudó a determinar que la propiedad donde se construyeron las columnas llevó en algún momento el nombre de “Rancho El Tanque”. Después de leer los manifiestos me puse a trabajar con cartografía de Ciudad Victoria de finales del siglo XIX, la cual después de cotejarla con imágenes satelitales recientes, me ayudó a determinar que efectivamente, el casco de dicho rancho se encontraba en el espacio que ahora media entre el ITIFE y las entradas del fraccionamiento del FOVISSSTE.
Con gran entusiasmo continué mi investigación recabando datos “de aquí y más allá” sin que ello me ayudara lo suficiente para presentar un texto donde se plasmaran los orígenes y evolución histórica de dicho rancho. La averiguación tenía que continuar, pero en aquel entonces recuerdo que sólo me dediqué a publicar algunos retazos de información en mis redes sociales los cuales después, para mi sorpresa, generaron gran respuesta y expectativa por parte de algunas amistades y conocidos que leyeron aquellas escuetas líneas.
Para el año de 2018, mientras me desempeñaba como investigador en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UAT, decidí realizar un trabajo más serio sobre este mismo tema y por ello me acerqué con mi querido amigo y colega, Mtro. Enrique González Filizola quien, tras escucharme con atención, me confirmó que los avances de mi investigación iban por buen camino. De inmediato, el maestro González Filizola comenzó a contarme con “santo y seña” la historia de dicha propiedad recitando nombres y fechas muy específicas. Particularmente siempre he admirado la memoria de este historiador que nos ha legado grandes obras como La Victoria Perdida o Gobernadores Virreinales del Nuevo Santander, sin embargo, la descripción de los detalles que me proporcionó sobre el rancho El Tanque era tan minuciosa que por ello fue inevitable el preguntarle cómo es que sabía tanto sobre el tema. Fue entonces que me confesó que El Tanque había pertenecido a comienzos del siglo XX a su bisabuelo por la línea paterna el señor Francisco Zozaya y que tiempo después, por azares del destino, dicha propiedad tras pasar por varias manos terminó siendo adquirida por la familia Yglesias con quien también tiene lazos familiares, aunque estos provienen de su línea materna. Mientras me contaba esto fue inevitable para mi colega recordar momentos de su infancia recorriendo la finca aquí investigada.
En medio de la charla el maestro se dispensó y de pronto regresó a mi oficina con un periódico en sus manos que contenía un artículo a media plana que había publicado unos años atrás denominado “Vestigios históricos de nuestra Ciudad”. En aquel trabajo, escrito con magistral pluma, se reconstruye el paisaje de los alrededores de una Ciudad Victoria cuasi rural del siglo XIX y buena parte del XX teniendo precisamente como hilo conductor la evolución histórica del citado rancho El Tanque. Tras leer dicho artículo caí en cuenta de que el Mtro. González Filizola ya había resuelto en buena medida la gran interrogante en torno a los antecedentes de la propiedad donde se fincaron las tres columnas. No obstante, en aquel momento también reflexioné sobre el desconocimiento generalizado de esta información tan importante que se publicó en un tiempo en que las redes sociales no tenían el impacto que ahora tienen en la población. Por esta razón creo necesario traer de nueva cuenta algunos fragmentos del referido artículo los cuales he complementado con apuntes y reflexiones propias que son resultado de la lectura de los documentos que en su momento me fueron proporcionados por Rugerio Cázares.
Respecto a los orígenes del rancho El Tanque comenta el autor de la Victoria Perdida en su artículo antes citado que, ya desde el año de 1825, dicha propiedad era bien conocida por los vecinos de Aguayo (hoy Ciudad Victoria). Para quien esto escribe aquella peculiar toponimia de “El Tanque” muy seguramente se debió a una represa que se encontraba en dicho punto la cual se puede apreciar con toda claridad en el mapa de Ciudad Victoria de 1884 que se encuentra en la mapoteca Manuel Orozco y Berra de la Ciudad de México.
Prosigue en su artículo el Mtro. González Filizola comentando que desde tiempos remotos dicha propiedad era transitada con cierta regularidad ya que por ella cruzaba un antiguo camino que salía de Aguayo rumbo a las villas de Santo Domingo de Hoyos (Hidalgo), Real de Borbón (Villagrán) y Linares del Nuevo Reino de León. Asimismo, nos dice que esta propiedad se vinculó desde el siglo XVIII a la familia de los Sánchez de la Cortina, emparentados a la vez con la familia Sámano, “cuyos miembros principales tuvieron un desenvolvimiento público notable como gobernantes y gentes de gran influencia regional”.
Sin duda la década de los veinte del siglo XIX fue un momento coyuntural para los propietarios de predios urbanos y rústicos de Aguayo los cuales obtuvieron una plusvalía significativa en sus tierras tras declararse a esta villa como la nueva capital del Estado en sustitución de la de Padilla. En pláticas recientes con el Mtro. Enrique sobre este mismo tema, agregó que la historia de estas propiedades periféricas de Ciudad Victoria aún están por escribirse y que el caso particular de los terratenientes Sámano es bien interesante ya que fueron dueños de buena parte de las tierras hacia el norte de la ciudad como lo fueron además de El Tanque, la Hacienda de La Presa y los terrenos de la antigua misión de indios llamada de Trespalacios o de San Pedro de Alcántara, todos estos terrenos hoy ocupados por reconocidos ejidos que prácticamente se han fundido con la mancha urbana de la capital.
Posteriormente, ya en pleno siglo XIX, el rancho El Tanque fue vendido al general Servando Canales, hombre procedente del clan fronterizo con una destacada participación en la defensa del país durante la intervención francesa y que posteriormente tuvo una presencia notable en la zona centro del Estado, particularmente en la década de los sesenta y setenta del siglo antes referido. Sobre la apariencia de El Tanque en aquellos años que perteneció a Canales, Gonzáles Filizola rescata y presenta el relato del infravalorado intelectual tamaulipeco Don Candelario Reyes Flores quien en obra inédita que data del primer tercio del siglo XX comentó que “contiguo a las instalaciones del casco primitivo de la huerta [El Tanque] se localizaba una engorda y algunas construcciones que se utilizaron por algún tiempo como cuarteles durante la posesión legítima que disfrutó del predio aquel controvertido general tamaulipeco [Servando Canales]”. Después de esta cita textual agrega el Mtro. Enrique que gracias a los relatos como el de Reyes Flores y otros datos publicados por personajes de la talla del Ing. Alejandro Prieto se pueden “obtener noticias y conclusiones fidedignas que nos acercan a una fecha aproximada de su edificación y por supuesto al uso que estas pilastras tuvieron en un pasado remoto. Por ello, es muy probable atribuir el tiempo de su construcción alrededor de la década de 1860 cuando ejerció el gobierno con mano férrea aquel polémico gobernante tamaulipeco de origen fronterizo”.
Continuará…