Por Fortino Cisneros Calzada
La actitud, el discurso y la parafernalia de la toma de posesión del d
tetragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tienen varias interpretaciones; pero, la realidad es clara y precisa: puso en la mesa sus cartas abiertas y, a partir de ahí, cada quien hará su juego según sus posibilidades y conveniencias. Habrá quien le haga frente simple y llanamente, utilizando los recursos a su disposición; otros negociarán y habrá quien doble La cabeza.
La visión maniqueísta de Trump no necesariamente se ajusta a la realidad que vive el planeta y sus criaturas. Ni en su mejor momento, la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética, pudo la nación más poderosa dominar al mundo e imponer su sueño de gobierno global. En muchos de los casos, esos sueños costaron mucho al pueblo de EU y convirtió su deuda en la mayor del planeta para financiar a países que simplemente aprovecharon la jauja.
Ciertamente que los 32 aliados de Estados Unidos conjuntados en la Organización del Atlántico Norte, son poderosos; pero, no todos están en posibilidades de aportar algo a la renovada grandeza que pretende Trump, inclusive, no es remoto que algunos sigan siendo un peso muerto que gravita sobre los causantes cautivos de Norteamérica. Tampoco es peregrino que varios opten por negociar por su cuenta para mantener a salvo sus economías.
El resultado de las acciones ejecutivas del nuevo presidente tiene pocas posibilidades de dar los resultados que pretenden y, no pocas, pueden revertirse en contra del incipiente gobierno. Un amplio sector de Estados Unidos no conoce al hambre, el frío, el desamparo y la desesperanza, por tanto, no entienden que un can famélico se convierte en un león cuando se le lleva al extremo. El perdido a todo le tira, por ello se vuelve peligroso.
Entre las personas cuyas opiniones pude conocer, hay tres puntos de vista: Que Trump es un bravucón; que es un sicópata o que es un inconsciente. En ninguno de los tres casos se vislumbra un final exitoso; por el contrario, se asegura que si no logra moderarse y entender que el destino de la humanidad no puede ponerse en riesgo, poco podrá hacer antes del derrumbe total del poderío que alguna vez tuvo el campeón de la Segunda Guerra Mundial.
En este momento, hay cuando menos una docena de países enemigos de los Estados Unidos con potencial suficiente para enfrentarlo; pero, lo más preocupante es que ya existe desde hace décadas un sentimiento antinorteamericano en varios de los países de la OTAN, como España, Francia y Alemania. No hay que olvidar que la canciller Angela Merkel tachó de deprimentes a las políticas proteccionistas de Trump y no se le opuso abiertamente por consideración al resto de las naciones de Europa.
Lo mismo ocurrió en México con el presidente Andrés Manuel López Obrador que le dio avión para que no afectara la economía de México ni obstaculizara el proyecto progresista de la Cuarta Transformación. Ahora, la situación es diferente y si el presidente Trump insiste en ser el chivo de la cristalería, México y los mexicanos tienen con qué responder y salir adelante construyendo un futuro más humanista y más comprometido con el planeta.
En póker abierto, los márgenes de maniobra se achican y cada quien debe atenerse a su resto.