Fortino Cisneros Calzada
La serenidad con la que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se ha conducido frente al presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, está fundamentada en los principios de coordinación y colaboración característica de la política exterior de México, que viene desde lo más recóndito de su historia. Pero, además, se afianzan en las particularidades de la realidad política, económica y social que se observan en ambos lados de la frontera.
Según el último reporte del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), correspondiente a Septiembre 2024, que contempla el análisis detallado de 48 publicaciones que abordan la relación entre México, Canadá y Estados Unidos. De estas, el 56% fueron generadas por instancias de Estados Unidos, 25% de México y el 19% de Canadá. Los temas: China y TMEC, 24%; Economía y Comercio, 23%; Democracia e Instituciones, 17%; Seguridad y Estado de Derecho, 15%; Migración y Movilidad Laboral, 15%; Energía, 6%.
Como se ve, de los seis temas torales, la seguridad y la migración ocupan las posiciones 4a. y 5a., ambas con un índice de importancia del 15 por ciento. Sin embargo, fueron los asuntos más socorridos durante la campaña presidencial que culminó el 5 de los corrientes con el triunfo del Partido Republicano el que mejor entendió el momento dramático que vive la Unión Americana. La contienda ya pasó y ahora hay que ver lo realmente importante.
Siendo ambos países los principales socios comerciales, lo conducente es buscar caminos que lleven a un creciente desarrollo compartido sobre la idea de ganar-ganar, dejando de lado las ideas proteccionistas que tanto daño han hecho en términos cualitativos y cuantitativos, especialmente para las mayorías de ingresos limitados. Los tratados comerciales TLCAN y TMEC son ejemplos claros de que la imposición de aranceles al comercio internacional no es buena, afecta al consumidor.
En medios empresariales corre la idea de que el vecino no busca impedir el establecimientos de empresas chinas en México, especialmente del ramo automotriz, para no tener competencia en los mercados de Norteamérica; sino que pretende que se instalen allá, donde ya existen algunas que han tenido buena aceptación por los bajos precios de sus productos. Esa idea necesita un análisis mayor porque puede salir más caro el caldo que las albóndigas.
El modelo neoliberal impuesto en México siguiendo las recomendaciones de Robert Lansing, hizo del país una enorme maquiladora con salarios tan miserables como inconstitucionales e inhumanos; todavía, a pesar de los grandes esfuerzos por la revaloración del trabajo que ha emprendido la Cuarta Transformación, siguen muy por debajo de la media mundial y no se diga de los ingresos de los trabajadores de más allá del Bravo. Así que…
Por lo que hace a la economía, hay que decir que los problemas que padece el gigante del norte: colosal deuda que rebasa con mucho el producto interno bruto, alto déficit fiscal y tasa de desempleo al doble que en México, no se derivan de las relaciones comerciales, sino de enormes gastos para asuntos que nada tienen que ver con el desarrollo. Quizá ha llegado el momento de reencauzar las prioridades para enfocarlas al círculo virtuoso de la economía: inversión, empleo, producción, consumo, recaudación.
La campaña política ya terminó, los temas de la contienda dieron los resultados esperados; pero, ahora es necesario pasar a lo que importa si es que se quiere sacar adelante al país que sigue siendo líder mundial. Mientras, hay que destacar la actitud centrada y cordial de la presidenta de México, que espera que las relaciones con Estados Unidos y con Canadá se fortalezcan para beneficio de todos.
El talante de la presidenta Sheinbaum no es casual ni peregrino. Tiene un sólido sustento en las propias declaraciones del presidente Trump que, ya con el triunfo contundente e inobjetable en los bolsillos, reconoció que más que ganar con los 295 votos del Colegio Electoral, ganó con el voto popular; de manera especial, con el voto de los jóvenes, de las mujeres, de los trabajadores, de los latinos y de los afroamericanos. Precisamente los que se creían nicho duro de su contendiente Kamala Harris.
Y, su discurso ya cambió. En sus alocuciones más recientes, asegura que: “Destrozaré el estado profundo y restauraré un gobierno que esté controlado por el pueblo y para el pueblo”. Existe la convicción de que el presidente se enfocará en la solución de los problemas que aquejan a los Estados Unidos, dejando de lado lo que ocurre en otras partes del planeta, sobre todo aquello que ha venido a ser una colosal carga para el contribuyente norteamericano.
¡Bien por la relación bilateral!