Sebastián Olvera
@SebOlve
La fase actual del conflicto en Venezuela ha captado la atención de la opinión pública
internacional, y no es para menos. En este momento, se está decidiendo el futuro
inmediato no solo del país con las reservas petroleras más vastas del mundo, sino del
primer pueblo en la historia que se opuso al neoliberalismo y planteó una alternativa
global.
Sin embargo, entre la avalancha de información y voces que abordan el tema, aún
no queda claro quiénes son los actores en disputa, cuáles son sus intereses y qué papel
juega el pueblo venezolano en este conflicto. A continuación, presento de manera
esquemática algunas claves para entender estas cuestiones:
1. En Venezuela no se está suscitando un conflicto entre dos bandos: el del régimen
de Maduro y el de la derecha golpista, de entre los cuáles hay que elegir. El tercer
factor en la disputa es el pueblo trabajador venezolano, el hacedor y sostenedor de
la gran transformación social que fue la Revolución Bolivariana.
2. El mapa de actores en Venezuela es complejo. La derecha no es un cuerpo
homogéneo, sino una fuerza fraccionada, cuyo dominio por el momento lo tiene el
grupo que dirige María Corina Machado. Por su parte, el gobierno tiene falanges al
interior y diferentes intereses, pero Maduro es ahora su cabeza. El pueblo
venezolano, finalmente, está compuesto por diversos sectores y no tienen
actualmente una organización independiente que los aglutine. Tomemos,
entonces, con pinzas la idea esquemática de los tres actores en disputa.
3. Lo más próximo a una base organizacional que tienen los sectores populares es el
Poder Comunal. Este es un poder reconocido en la Constitución, que descansa en
la institución de las Comunas. Estos son nichos organizativos del campo y la
ciudad, que en asamblea dialogan y toman dediciones sobre cuestiones públicas,
además cuentan con recursos estatales. Sin embargo, su poder real actualmente se
encuentra limitado y burocratizado.
4. Corina Machado, la líder actual de la oposición, es todo menos una demócrata.
Nacida en una familia de la gran clase capitalista venezolana, es una veterana de
los ataques y la desestabilización, que en 2002 participó del fallido golpe a Hugo
Chávez, en 2017 pidió la intervención armada extranjera y hoy es el cerebro detrás
del candidato títere Edmundo González.
5. Machado -según nos informa Luis Britto– delineó su “plan de gobierno” en el
documento escrito en inglés: “Land of Grace”. Su propuesta es terminar con todas
las conquistas logradas por la Revolución Bolivariana, producir una
reestructuración reaccionaria de las fuerzas armadas, destruir el Poder Comunal
entregar completamente la industria petrolera venezolana a las grandes
trasnacionales.
6. Al gobierno de Maduro se le caracteriza fundamentalmente de dos maneras. Para
la derecha y la gran prensa internacional es un régimen dictatorial,
antidemocrático y represivo. Para el progresismo de izquierda es un gobierno de
izquierda, acosado por el injerencismo y la derecha, pero de vocación popular.
Ambas caracterizaciones son erradas.
7. Maduro no dirige una dictadura porque llegó al poder mediante elecciones, sigue
llamado a que éstas se celebren y mantiene su reconocimiento sobre el Poder
Eectoral. Además, a pesar de su autoritarismo, aún no ha cancelado todas los
derechos y las libertades sociales. Es decir, no se ha consolidado como un régimen
dictatorial.
8. Hay que reconocer que un gobierno autoritario no siempre toma la forma de una
dictadura. Ejemplos históricos son los gobiernos del PRI en el siglo XX, el de
Getulio Vargas en Brasil o el de Perón en Argentina.
9. Lo cierto es que el de Maduro, tampoco, es un gobierno de izquierda. Es cierto que
llegó al poder el actual gobierno ha estado constantemente acosado por el
injerencismo extranjero y los intentos de desestabilización de la derecha. Pero, en
lugar apelar al poder popular para hacer frente a esos problemas -como lo hacía
Chávez-, decidió apoyarse en la casta burocrática estatal (conocida como
“boliburguesía”), así como la alta oficialidad del ejército y la policía.
10. El gobierno actual ha usado esa fuerza para reprimir tanto las críticas como las
iniciativas de los sectores populares, incluso con mayor severidad que a la derecha.
No son pocos los estudiantes, líderes obreros y activistas, como Jhon Álvarez,
Eugis Girot o Víctor Venegas, encarcelados y perseguidos. También, se han
proscrito a varias organizaciones de izquierda. Al Partido Comunista de Venezuela,
por ejemplo, se le quito el registro para que no pudiera contender en las pasadas
elecciones.
11. El gobierno de Maduro puede caracterizarse como un régimen burocrático y
autoritario, de tipo bonapartista. Regularmente, estos regímenes se sostienen en
las fuerzas armadas y movilizan utilitariamente a los sectores populares para
contener las amenazas de las clases poseedoras, pero sin permitirles a las primeras
adquirir independencia. Generando una situación de precaria estabilidad que
pende de alfileres y puede tener salidas diversas.
12. La deriva en una dictadura del gobierno burocrático de Maduro, aunque no es
imposible, tampoco es tan sencilla. La presión internacional, la dependencia del
gobierno de la venta de petróleo en el extranjero, la amenaza de un golpe militar y
la propia experiencia de lucha del pueblo venezolano, son factores que dificultan,
al menos temporalmente, a Maduro suspender todos los derechos de golpe.
Construir una dictadura burocrática tomaría tiempo, tiempo que puede ser valioso.
13. Con la derecha la cosa es diferente. El regreso de la derecha significaría la
inmediata imposición de un régimen no solo autoritario, sino dictatorial o
semidictatorial. No hay muchas otras maneras de que el grupo de Machado logre
acallar y controlar a un pueblo que ha repelido sus golpes de estado y ataques
violentos durante 25 años.
14. Los antecedentes violentos (incluso sádicos) y la poca astucia de la derecha
venezolana, son factores que permiten vislumbrar que su toma del poder traería la
suspensión inmediata de derechos, para dar paso a una lucha sin cuartel contra lo
que queda de las conquistas de la Revolución Bolivariana y el Poder Comunal, así
como para lograr la completa entrega de las reservas petroleras a las trasnacionales
extranjeras.
15. El saldo sería la proscripción total de los líderes sociales de izquierda, la caída de
las condiciones de vida de las mayorías y el declive de la moral popular. Para
evaluar los riesgos reales pensemos en el caso chileno. Incluso hoy, a 50 años del
golpe de estado contra Salvador Allende, esa sociedad no se atreve a derogar la
Constitución del dictador Augusto Pinochet.
16. Por lo anterior, no es indiferente quién se hace del poder en Venezuela. La derecha
no ofrece más que un escenario donde las garantías y conquistas sociales
retroceden. Maduro, sin ser deseable, al menos tiempo puede ofrecer tiempo para
que el Poder Comunal se reconfigure.
17. Admitir esto, en ningún sentido significa apoyar a Maduro. Es tan errado lavarle la
cara al régimen de Maduro y apoyarlo acríticamente, como decir que da lo miso si
la derecha y el injerencismo extranjero consolidan su golpe.
18. Ningún gobierno extranjero u organismo internacional tienen derecho a vulnerar
la soberanía venezolana. Tengamos claro que la preocupación de esas fuerzas no es
la democracia, es el petróleo y terminar con lo que queda de la Revolución
Bolivariana. Hay que exigir a los agentes desestabilizadores: ¡Manos fuera del
Venezuela!
19. Una salida en favor del pueblo venezolano pasaría porque sus integrantes logren
reconstituir el Poder Comunal y las Milicias Populares para disputar el poder a la
derecha, el imperialismo y la burocracia. Recobrar el rumbo perdido de la
Revolución Bolivariana, construir un gobierno de base popular y buscar el apoyo
de gobiernos progresistas y organizaciones sociales del mundo, pueden ser un
rumbo a tomar.
Si los miembros de la opinión pública y las fuerzas de izquierda desean tomar
partido por alguien en el actual conflicto venezolano, lo más consecuente sería hacerlo
por el pueblo trabajador venezolano.