Por Fortino Cisneros Calzada
Una vez más, México, con su gobierno humanista, ha dado una gran lección al mundo. Al fin del capitalismo salvaje, la economía nacional se encuentra fortalecida y los estragos de la nueva crisis que sacude los mercados del mundo occidental, se resentirán con moderación; “un catarrito”, como diría Agustín Carstens, el absurdo secretario de Economía de Calderón y luego presidente del Banco de México para irse a los planos internacionales, donde siguió sus desaguisados.
¿Qué pasó el lunes negro? Simplemente, el agotamiento de la dinámica productiva quimérica de las economías avanzadas y la obligada reorientación del capital lejos de la inversión especulativa. Dicho de otra manera: estalló la burbuja financiera ficticia que enriqueció escandalosamente a algunos vivillos con el apoyo de los gobiernos neoliberales que esclavizaron y exprimían a la gente de carne y hueso, de leche y pan, para acumular fortunas inimaginables, baldías y estériles.
A ver: México, en manos de los gobernantes comprometidos con el modelo norteamericano, vivió el auge del sector financiero corrosivo esencialmente por su capacidad para capturar al Estado y ponerlo al servicio del gran capital, local y foráneo. El salario mínimo que ganaba un creciente número de mexicanos, era cada vez menor, mientras que el capital en pocas manos crecía exponencialmente. México llegó a tener al hombre más rico del mundo gracias a la subasta de Salinas.
Ese modelo se repetía en todo el mundo occidental. Si algún país se resistía, era víctima de grandes presiones, lo mismo embargos comerciales que aislamiento político y tácticas de desestabilización, hasta llegar a la guerra interna, regional o multinacional. En este momento, el globo está en ebullición por las guerras que se han sembrado en casi todos los confines a un costo tan grave que ya se cuestiona la calidad humana de los líderes que van sembrando muerte por doquier.
No ha faltado quien justifique esas guerras como un incentivo económico por el gran auge de la industria bélica; pero, eso es tan tonto como la afirmación de que las pandemias estimulan el crecimiento de la industria farmacéutica. Los gobiernos comprometidos con el capitalismo salvaje, han realizado pantagruélicas inyecciones monetarias ininterrumpidas de los bancos centrales para financiar tanto la guerra como la producción armamentista, esto es, la industria de la muerte.
Si los recursos de los bancos centrales provinieran de las recaudaciones fiscales, esto es, del dinero que pagan por la vía de los impuestos y cobro de derechos los ciudadanos, el asunto no sería tan grave; pero, la realidad es que se trata de recursos sin respaldo firme que se originan en las prensas que se han dado vuelo imprimiendo billetes a pasto, especialmente dólares, porque hasta ahora, las grandes fortunas no contribuyen a la hacienda pública.
Pero la producción de billetes no puede ser ilimitada sin generar problemas graves. Lo del lunes negro se resumió así por los analistas: 1) Temor a una desaceleración de la economía de Estados Unidos; 2) la Reserva Federal se encamina a bajar la tasa de interés para enfrentar ese problema; 3) Varias bolsas de valores sufrieron pérdidas importantes: 4) el bitcóin se desplomó de 60 mil a 50 mil dólares; 5) Mal dato de empleo en Estados Unidos. 6) Warren Buffett, vendió la mitad de sus acciones de Apple y derrumbó su valor comercial.
El presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que: “La economía nacional está fuerte ante cualquier contingencia. Tenemos un margen de protección, no nos afecta tanto porque nuestras finanzas están muy fuertes. Podemos resistir un poco más por dos razones: la primera, que se tienen reservas suficientes en el Banco de México, y la otra por la apreciación del peso”. Quizá sería bueno agregar que México navega sobre un mar de aceite porque el régimen apostó por la economía real, productiva.
Una gran lección apoyada en la praxis política.