Por Fortino Cisneros Calzada
El vertiginoso proceso de interpretación del cúmulo de emociones que provocaron las palabras de Claudia Sheinbaum Pardo luego de ser declarada Presidenta electa de México, recorrió más de tres cuartos de siglo, desde que cobré consciencia de la terrible miseria en que vivíamos en el barrio marginal de El Calvario, ahora zona exclusiva de la Ciudad de Durango, e ir por la sierra como maestro rural, hasta llegar al periodismo y ver el legado de la Revolución aniquilado por el neoliberalismo.
La pluma fue un medio de vida; pero, alentado por el sentido progresista de don Heriberto Deándar Martínez, hijo del capitán carrancista del mismo nombre, se convirtió en un ariete para fustigar a los vendepatrias. Caro debieron pagar quienes denunciaron la entrega del poder político al poder económico durante el régimen de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, que traspasaron la Presidencia al PAN para completar la tarea de aniquilar al Estado Mexicano.
Muy caro; pero, finalmente, todo valió la pena. La esperanza renació cuando vimos a un hombres que recorrió varias veces el país para sembrar en la mente y en los corazones de todos los mexicanos de buena voluntad su cruzada en contra de la corrupción, por la restauración del estado de derecho y su propuesta netamente democrática y altamente humanista: “por el bien de todos, primero los pobres”. Lo seguimos hasta el triunfo con absoluto desinterés.
Andrés Manuel López Obrador cumplió con creces; pero, aún falta mucho para que se haga realidad el proyecto de la Cuarta Transformación de México, que borre la obra depredadora del neoliberalismo y restaure los más caros valores de este pueblo. Por ello, fue magnífico que la gran mayoría de los mexicanos haya dado su voto y su confianza a la ahora presidenta electa; una mujer de grandes luces que en su discurso luego de la entrega de la constancia, conmovió al país y renovó las esperanzas.
Sus palabras fueron de amor patrio: “Gobernaré para todos y todas las mexicanas para que tengan la certeza de que nos sentimos y sentiremos cada vez más orgullosos de nuestro origen y también de nuestro porvenir. Nadie debe temer a nada, al contrario, el futuro es promisorio. Somos un pueblo extraordinario, único, maravilloso. Estaremos a la altura de las circunstancias y de nuestro hermoso y glorioso pueblo”.
Fueron inteligentes: “Continuidad en los principios y en seguir siendo gobernantes honrados, sencillos, cercanos al pueblo. Continuidad en los Programas del Bienestar, Austeridad Republicana, Disciplina Financiera e Inversión Privada” con ello dio tranquilidad, certidumbre y estímulo para que más mexicanos y ¿porqué no?, también extranjeros con buenas intenciones, se unan al gran proyecto de transformación.
Fueron emotivas: “La llegada de la primera mujer presidenta no es un triunfo individual, el pueblo de México tomó la decisión de que ahora es tiempo de mujeres porque hoy con nosotras llegan Leona Vicario, Josefa Ortíz, las chinacas que defendieron a la patria y jugaron un papel importantísimo; también llegan las obreras, llegan Dolores Jiménez y Juana Gutiérrez, precursoras intelectuales, llega Elvia Carrillo Puerto, llegan sor Juana Inés de la Cruz, Frida Kahlo y Rosario Castellanos”.
Fueron proactivas: “Impulsaremos la ciencia, las humanidades, consolidaremos el internet gratuito y vamos a fortalecer el sistema de cuidados para las mujeres y vamos a empezar en Ciudad Juárez. Hay un mandato popular: justicia en el sentido amplio de la palabra significa justicia social, ambiental, para las mujeres, para todas las personas y también justicia igual para el pobre que para el rico. Es decir, el pueblo de México también decidió mayoritariamente un verdadero sistema de justicia, que sea igual para todas y todos los mexicanos”.
Fueron emotivas: “ Que nuestras raíces y nuestro destino están en la fraternidad, en el humanismo, en ser tratados siempre como iguales; un México soberano, libre, independiente. Quedó claro el 2 de junio, como lo dice la Constitución, desde los Sentimientos de la Nación, que la soberanía reside esencial y originalmente en el pueblo y que por eso el mandato de no alejarse y que esa soberanía está siempre por encima de grupos o individuos por más poderosos que parezcan”.
Cerró diciendo: “Hago el compromiso de no defraudar y de poner todo mi empeño, mi conocimiento, mi corazón, mi esfuerzo, y hasta la vida misma para servir a mi patria y a mi pueblo. ¡Que viva México!”.
¡Gracias, Señor; gracias Andrés Manuel, gracias Claudia!