por Sebastián Olvera
A veces los acontecimientos permiten a la ficción penetrar en la realidad, trastocándola. El atentado contra Donald Trump parece estar abriendo esta posibilidad. ¿De qué manera un hombre intolerante, juzgado como criminal y demostradamente incompetente, como el expresidente republicano, podría ser emerger ante los ojos de su nación como un mártir? Al parecer, solo sufriendo un atentado.
El pasado 12 de julio, mientras el candidato Trump se enfilaba a pronunciar su ya típico discurso racista en contra de la inmigración, un joven blanco abrió fuego en su contra con un rifle de asalto AR-15. Las balas del atacante, identificado como Thomas Matthew Crooks, impactaron a Trump y tres personas más, una de las cuales perdió la vida. De inmediato, integrantes del Servicio Secreto subieron al escenario para resguardar al candidato. 45 segundos después, se informó que el tirador había sido abatido. Confirmado el deceso, el personal de seguridad llevó a Trump a su auto, para dirigirse al hospital. Sin embargo, antes de abandonar el lugar, el expresidente irguió la cabeza, levantó el brazo y exclamó “luchen”.
La fotografía de Evan Vucci que captura a un Trump al que le corren un par de hilos de sangre por la mejilla, mientras mantiene el brazo derecho en alto y mira fijamente al cielo, con la bandera de fondo y varios agentes acuerpándolo, dio la vuelta al mundo, generando todo tipo de reacciones.
En EE. UU. varios de los partidarios del republicano se apresuraron a ungirlo con los olios del martirio. Del otro lado, círculos de demócratas y grupos opositores –algunos de ellos entusiastas de las teorías de la conspiración- sugirieron que el atentado es una treta para desviar la atención de los procesos judiciales que enfrenta el republicano.
Lo cierto es que, aunque Trump ya comenzó a sacar ventaja de los sucesos del sábado, la información pública del atentado es aun insuficiente como para aventurar hipótesis solidas sobre si este fue o no un complot y quién lo planeo. Por lo anterior, aquí me limito a señalar de forma esquemática algunos hechos que considero sobre el atentado y sus posibles repercusiones.
- Es significativo que los hechos referidos tuvieran lugar en Pennsylvania. Este estado cuenta con un alto nivel de representatividad demográfica y sociopolítica respecto del país entero gracias a que concentra tanto grandes ciudades, zonas periurbanas y amplias áreas rurales. Si bien esta representación no define los niveles de frustración, inconformidad y exasperación de toda la sociedad, sí es muestra de los altos niveles de polarización social y las acciones a las que pueden dar pie.
- El atentado muestra que la polarización social no está pudiendo ser contenida institucionalmente. De hecho, se está expresando cada vez más a través de acciones de la violencia. Al respecto, una encuesta revela que alrededor del 30 por ciento de los electores -tanto Republicanos como Demócratas- considera que la violencia está justificada para alcanzar fines políticos. En este sentido, el ataque al Capitolio de enero de 2022 -promovido por el mismo Trump- ya mostró hasta dónde están dispuestos a llegar ciertos partidarios republicanos de derecha extrema.
- Existen sectores sociales que muestran cierta proclividad a adoptar posiciones extremistas. No se debe dejar de observar que el atacante de Trump no era una persona inmigrante latina, sino un ciudadano veinteañero blanco, de clase media y afiliado al partido Republicano. Irónicamente, este es el perfil de votante al que Trump trata de apelar. Hasta donde se alcanza a ver, Thomas Matthew era parte de los miles de miembros de la clase media blanca, cuya frustración por el estado de las cosas, los hace proclives a adoptar la violencia como una opción.
- Los discursos de odio, anclados en ideologías reaccionarias y conservadoras, solo empeoran las cosas. Un estudio del Servicio Secreto que analiza 173 casos de violencia masiva ocurridos en el país entre 2006 y 2020, muestra el peso real del problema. Según se reporta, una cuarta parte de los atacantes muestran tener arraigo a sistemas de creencias que promueven abiertamente el odio y justifican los ataques en contra de miembros de grupos étnicos, simpatizantes de organizaciones políticas, disidencias sexuales, inmigrantes y un largo etcétera. p
- El equipo de Trump y sus seguidores (entre los que no faltan fanáticos) ya están haciendo uso del atentado para impulsar a su candidato. Se están desarrollando discursos, con componentes altamente ideológicos y emotivos, para distorsionar un hecho real y proyectar a Trump como una especie de héroe de guerra. En redes sociales se pueden leer mensajes en los que el republicano aprese como el “hombre dispuesto a recibir un tiro por América”.
- Este contexto ideológico puede provocar que los procesos judiciales que enfrenta el expresidente pierdan relevancia ante la opinión pública. No se debe dejar pasar que apenas el 30 de mayo el magnate fue declarado culpable de 35 cargos legales por sobornar con 130 mil dólares a la actriz de la industria pornográfica Stormy Daniels para que no declarara en su contra.
- El mismo Donald Trump ya salió a exigir que se le declare inocente de todo cargo. Mediante un mensaje en la red social Glab, el empresario llamó a terminar con la supuesta “cacería de brujas” dirigida en su contra. También, pidió que se cierren los procesos judiciales en las cortes de Florida (por el robo de documentos que comprometen la seguridad nacional), Georgia (por intentar anular los resultados electorales locales de 2020) y el caso que atrajo el Tribunal Superior por instar a la sublevación y promover la toma del Capitolio.
Planeado o no, el atentado está siendo utilizado para proyectar a Donald Trump como mártir y sacar de foco las acusaciones que enfrenta judicialmente. Por el momento, esto ya le consiguió a Trump múltiples muestras de apoyo y ser elegido candidato del partido Republicano. Además, el ser sobreviviente refuerza la fidelidad de su electorado y le permite acceder a algunas personas indecisas. Sin embargo, parece ser que no se han modificado sustancialmente las tendencias de intención al voto.
Previamente al atentado, las encuestas proyectaban resultados muy cerrados, inclinados solo ligeramente a favor de Trump. Un día antes de los hechos, el sitio Five Thirty Eight estimaba una ventaja de 2.2 puntos de Trump sobre Biden. El 16 de julio, tres días después, la ventaja es de 2 puntos cerrados. Es decir, no hay mayor cambio, pues el electorado mantiene hasta ahora una intención de voto firme.
Lo anterior no quiere decir que el atentado no tendría relación con una posible y alarmante victoria de Trump. Más bien, el hecho solo apuntala una tendencia que ya se estaba expresando.
Las razones de esa tendencia, en lo inmediato, están en la errática campaña de Joe Biden y su pésima actuación en el debate. Pero, la verdadera fuerza motriz principal es la continuidad de ciertas condiciones (estancamiento de la movilidad social, crecimiento de la desigualdad, reducción de la seguridad social, ect.) que convirtieron a Trump en una opción electoral real allá por 2016.
Queda por ver si esta tendencia se concreta en realidad o si algún nuevo hecho la subvierte. Podría ser que los movimientos de estudiantes en contra de los brutales ataques de Israel contra el pueblo palestino sean la chipa encienda la polarizada pradera…