Por Daniel Santos Flores
Consultando algunos libros y navegando en internet encontré en el portal de la prestigiosa Mayo Clinic la definición del trastorno facticio, ahí nos explica que esta afección es un trastorno mental grave en el cual una persona engaña a los demás haciéndose el enfermo, enfermándose a propósito o lastimándose a sí mismo. El trastorno facticio también puede producirse cuando los miembros de una familia o las personas responsables del cuidado declaran falsamente que otros, por ejemplo los niños, están enfermos, lesionados o afectados.
Los síntomas de este trastorno pueden variar de leves (una pequeña exageración de los síntomas) a graves (antes llamado «síndrome de Munchausen»). Es posible que la persona invente los síntomas o que incluso adultere las pruebas para convencer a otros de que necesita un tratamiento, como cirugías de alto riesgo. Continúan con el engaño, incluso sin recibir ningún beneficio o recompensa evidente o cuando se enfrentan con pruebas objetivas que no respaldan sus dichos.
También existe el trastorno facticio impuesto a otro (antes llamado «síndrome de Munchausen por poderes») este ocurre cuando alguien miente diciendo que otra persona presenta signos y síntomas físicos o psicológicos de enfermedad. Las personas que padecen este trastorno dicen que otra persona está enferma, lesionada o tiene problemas en sus funciones, y que necesita atención.
La forma en la que fingen enfermedades los que padecen este trastorno consiste en: exagerar los síntomas existentes, inventar historias, simular síntomas, causarse daños o lesiones y adulteración, ósea manipular instrumentos médicos o adulterar los análisis de laboratorio.
Ahora bien, conversando en distintas mesas con personas comunes, tales como empleados, amas de casa, empresarios y estudiantes, me di cuenta del tamaño de la manipulación de la que han sido objeto durante tanto tiempo. El comentario generalizado fue: “a ver cómo nos va con esta señora ahora que entre de presidenta, de por sí ya está de la fregada el país… yo pienso que nos va a ir peor”.
Confieso que la primera vez que escuché tal comentario me hizo poner especial atención en las palabras de mi interlocutor, a lo mejor él estaba viendo algo que yo no veía, por lo que fui muy atento. La sorpresa vino al concluir su plática, lo mismo me ocurrió con todos los demás. En todos existían tres principales razones para decir que el país estaba muy mal y se podía poner peor: la economía, la inseguridad y la posible “Venezualización de México”.
Lo primero que les pregunté fue sobre el tema económico, que si veían fuga de capitales, empresarios poniendo el grito en el cielo, a Carlos Slim invirtiendo todo su capital en otro país, a esos magnates pedantes como Salinas Pliego vendiendo sus yates, helicópteros y los aviones que presume, les pregunté también que entre sus conocidos de gente de dinero los vieron pasar de usar Ferragamo en el 2018 a tenis Panam en este 2024, que si a ellos sinceramente les había ido mal económicamente en estos años, o que si sus conocidos, padres, hermanos o familiares habían perdido una propiedad porque la inflación los rebasó… después de hacer a un lado su iPhone 15 Pro Max dieron algunas respuestas ambiguas que terminaron por decirme un sencillo pero poderoso: “pues no, no he visto eso”.
Obviamente como defensa al no encontrar argumentos para contradecirme, me llevaron solitos al tema de la seguridad. Claro que hay problemas de inseguridad en el país, claro que hay como desde hace muchos años zonas de alta peligrosidad, pero ya no hay episodios como lo ocurrido en el 2011 en el Casino Royale en Monterrey, o como el caso de los migrantes de San Fernando, o como cuando el gobierno federal, al verse incapacitado para hacerle frente con todo el poder a los grupos violentos, creó en Alfredo Castillo una especie de gobernador bis en Michoacán que mandaba por encima de cualquier poder y que armó a grupos paramilitares para cumplir con el que es el deber del Estado mexicano de garantizar la seguridad de los ciudadanos… les repetí que no podemos minimizar lo que pasa ahora, pero que esos niveles de impunidad ya no existen. Claro que si ven los tuitazos de Loret o de López Dóriga en donde difunden de forma amarillista un asalto en la carretera México-Querétaro, van a pensar que esto se está incendiando… pero no señores y señoras, eso tiene muchos años pasando, solo que ahora todos tienen una cámara, y repito, nunca minimicé nada, pero no hubo forma de contradecir eso… ya para cerrar la plática, al no haber más argumentos, vino el tema del autoritarismo que podría “convertir ahora sí a México en Venezuela”, se les olvidó el poder que tuvo el PRI durante tantos años y que con eso, México nunca se convirtió en nada.
La oposición y los poderes económicos contrarios al presidente se encargaron de enfermar del trastorno facticio a miles y miles de mexicanos. Yo platiqué con unos cuantos que a pesar de no tener argumentos para debatirme, solo les quedaba decir: “ya veremos cómo nos va”.
Esos mezquinos políticos y empresarios son los que tienen sumido a muchos mexicanos en una gran depresión, porque les hicieron creer que padecen una enfermedad terminal. Los enfermaron del trastorno facticio.
Le pido un favor, haga un análisis real con base en lo que ve a su alrededor, en su bolsillo, en su cuenta de banco, esfuércese tantito, haga memoria y contésteme esta sencilla pregunta: ¿Realmente ve tan mal al país como le han hecho creer?
Reenviado
Vale más un desengaño, por cruel que sea, que una perniciosa incertidumbre
-Francisco de Paula Santander