Por Sebastián Olvera
@SebOlve
En el marco de un foro que tuvo lugar hace unos días, el dirigente de Morena, Rafael
Barajas, alias El Fisgón, condenó una discusión abierta por las bases del partido acerca
del método discrecional con el que una cúpula -controlada por Mario Delgado- ha
otorgado cargos a personajes impresentables. Siendo el caso más sonado el de Sergio
Mayer, quién con sus actos y declaraciones pasadas se ha opuesto a los principios de
Morena.
Con evidente exasperación, el Fisgón utilizó su intervención en el foro para, entre
otras cosas, pedir que se callaran y maduraran aquellos que solicitan la destitución del
referido personaje. Una declaración que resulta doblemente desafortunada por venir de
un militante referente en Morena que también es director del Instituto Nacional de
Formación Política de Morena.
Gracias a la cobertura de medios independientes, como En Un2x3 y Julio Astillero,
sabemos que la diputación plurinominal que se le dio a Mayer había sido previamente
asignada, por método de insaculación, a Luis Morales Flores; hasta donde se sabe, un
militante de base y miembro de la comunidad indígena Otomí.
La discusión no es fútil, sino relevante porque plantea cuestiones de fondo sobre el
partido. Entre otras, la democracia interna y la capacidad que tienen las bases para
incidir en la toma de decisiones. Algo que más que censurarse, debería fomentarse.
Con el mejor ánimo de colaborar al debate, a continuación, recupero lo que
considero son los cuatro argumentos centrales planteados por El Fisgón y sus
partidarios. He dejado de lado las acusaciones y los comentarios fuera de lugar, para
privilegiar la discusión de ideas y hacer propuestas.
Aquí los argumentos que recogí y mis contrargumentos:
1. Se está poniendo en riesgo el Plan C. Se dice que si se denuncian las
asignaciones discrecionales a personajes cuestionables (como el referido Mayer,
Eruviel Ávila o Manuel Velazco), se empuja a esas personas a traicionar y se pierden
las mayorías que pueden aprobar el Plan C.
En respuesta se debe señalar que las bases no están criticando solo perfiles y
posiciones, sino discutiendo los métodos y principios del partido. Algo a lo que tienen
derecho. Se está llamando la atención sobre que la falta de canales democráticos
efectivos permite que la toma de decisiones clave en Morena (como la asignación de
posiciones) recaiga en cúpulas y grupos de poder. Lo que, además, de faltar a los
Estatutos del partido, vulnera su democracia interna.
Por otro lado, no se debe de olvidar que las bases ya hicieron su parte dando una
mayoría electoral irrebatible a Morena. Mayoría que es el sustento real del Plan C. Es
injusto, entonces, culpar a las bases de poner en riesgo dicho Plan.
La experiencia reciente ya mostró que las concesiones que se realizaron
sacrificando principios en pro de una supuesta eficacia, no trajo los mejores resultados.
Para muestra está el caso de la panista Lilly Téllez. Hoy, suponiendo que los perfiles
señalados traicionaran y mermar los votos de Morena en el Congreso, la culpa no sería
de la militancia, sino de quienes otorgaron sin tener ninguna garantía, ni establecer
mecanismos de control.
2. Se le está haciendo el juego a la derecha. Se señala que la discusión sobre
método y principios ofrece a la derecha y sus medios de comunicación elementos para
atacar a la 4T.
Aquí el error está en tratar de subordinar las acciones que hay que realizar para
fortalecer desde abajo al partido, a lo que hace o deja de hacer la derecha. La solución no
puede ser la censura por miedo a que la crítica sea usada por la oposición para
golpetear. Las y los compañeros honestos de Morena, entre los que cuento a Rafael
Barajas, tienen que recordar que la crítica y la libre discusión en sí mismas no producen
fracturas. Por el contrario, son herramientas democráticas que ayudan a fortalecer el
partido: formando cuadros, construyendo consensos en torno a principios y
proponiendo soluciones para corregir las desviaciones. La censura, que muestra
desconfianza ante la divergencia y la politización de las bases, esa sí que fractura.
3. Es momento de cerrar filas. Se afirma que es momento de unidad para llevar a
cabo las reformas del Plan C y no de discutir o criticar, que eso se podrá hacer en otro
momento y al interior.
Lo primero que hay que objetar a este argumento es su lógica. ¿Por qué no pueden
llevarse ambos procesos en simultaneo? Cambio la pregunta: ¿acaso un partido que se
va fortaleciendo en su democracia interna, gracias a la discusión democrática y la
participación activa de sus bases, no estaría en mejores condiciones para pedir a la
militancia que impulse las reformas del Plan C?
Carece de razón afirmar que la discusión propuesta por las bases distrae la
atención de los objetivos prioritarios. Se busca hacer incompatible lo que bien podría ser
complementario. Una militancia que discute las cuestiones fundamentales, participa en
la toma decisiones y ayuda a construir consensos, definitivamente estará más preparada
y motivada para salir a calles e impulsar la reforma al Poder Judicial.
Voy más allá: unas bases politizadas podrían no solo “apoyar”, sino discutir y
proponer los mecanismos de control -de los que aún carece la Reforma- para que jueces
y magistrados no hagan de la justicia un negocio.
Otra cosa que hay que reconocer es que las bases del partido y el obradorismo no
cuentan con canales y espacios para llevar acabo estas discusiones. Más allá de un par de
revistas poco revisadas, un periódico de circulación acotada, un puñado de círculos
vecinales, así como los espacios que ofrece el INFP, la militancia no cuenta con medios
para llevar a los hechos la democracia interna. Esto habla mucho de cómo se conciben a
las bases más como una fuerza electoral que como una militancia activa.
Para corregir esto, las bases mismas deben formar comités en barrios, escuelas y
centros de trabajo que mantengan estrecha comunicación con el partido, pero que se
substraigan de su burocracia. Desde ahí se podrían organizar para discutir cuestiones
importantes, apoyar las iniciativas del partido que convengan y definir una agenda
colectiva. La dirección del partido, por su parte, tendría que facilitar los recursos para
que eso suceda. También, ayudaría convertir a Regeneración en un instrumento de
formación e información, nutrido por cuadros e integrantes de las bases, para que en sus
páginas se ofrezcan perspectivas críticas y plurales.
4. No se puede hacer ya nada. Se declara que o hay mucho que hacer para
corregir las designaciones, pues las diputaciones y senadurías ya fueron virtualmente
electas.
Una vez más, el problema está mal encuadrado. Si aceptamos, como ya se dijo, que
la discusión no es sobre perfiles, sino acerca de los métodos y la democracia interna del
Morena, entonces hay cosas por hacer.
El mismo Fisgón, en una entrevista para Sin Censura, afirmó que se debe vigilar y
presionar a los perfiles opacos para que no traicionen. Dijo, además, no saber bien cómo
generar los mecanismos de vigilancia, pero señaló que la presión popular es
fundamental. Entonces, ahí está una parte de la respuesta: la presión popular. Pero,
cómo se va a pedir a las bases que presionen a los impresentables que no eligieron, si no
se acepta primero su critica. Esto es una contradicción.
Otra parte de la solución tendría que ser abrir canales reales y efectivos para que
las bases participen en la deliberación y toma de decisiones fundamentales del partido.
Participación que no se puede reducir a encuestas o tómbolas y tiene que consentir
discusiones donde se critique y se hagan propuestas. Estos espacios serían en sí mismos
mecanismos efectivos de contrapeso al uso discrecional de poder que grupos y
personalidades ya ejercen dentro de Morena.
Mientras esto se va implementando, habría que pedir a la Comisión Nacional de
Honestidad y Justicia del partido que atienda el justo reclamo de las bases y llame a
rendir cuentas a Mario Delgado. Lo mínimo que se le debe pedir al presidente del
partido es una explicación pública de sus acciones, así como que acepte la
responsabilidad de cualquier virtual traición de los personajes a los que dio poder. De la
misma manera, dicha Comisión tiene que investigar, informar y sancionar los casos de
atropello que ha sufrido la militancia a causa de este tipo de maniobras.
Esta alternativa, que es posible y está contemplada en los Estatutos de Morena,
daría una salida decorosa al conflicto y se mandaría una señal de respeto a la militancia
y simpatizantes. Además, la solución no podría ser utilizada por la oposición para
golpetear y en caso de que pasara, carecería de legitimidad popular.
Contrario a lo que afirmó Rafael Barajas, las bases y simpatizantes de Morena
están demostrando mucha madurez política. Su llamado a discutir las cuestiones de
fondo del partido, además de mostrar la emergencia de una consciencia colectiva crítica,
engloba una iniciativa para corregir errores y desviaciones que están empantanando a
Morena. La dirigencia del partido está llamada atender los justos reclamos de las bases,
que son quienes sostienen todo el proyecto.
El deber manda que en morena se abran canales para la discusión libre y
democrática, se aliente la formación basada en la crítica y la autocrítica y se destierren
los pactos en nombre de una supuesta eficiencia que pocas veces se consigue y casi
siempre tizna los principios. Esperemos que las bases populares se hagan escuchar y no
sean ignoradas.