El jardín de libertad
Por Libertad García Cabriales
Para Luciana, Loreta, Priscila y Roberta, con amor profundo
La vida me ha regalado cinco nietos. Cuatro de ellos mujeres. Amanecí este tres
de junio pensando en ellas, antes de empezar a escribir este texto. El México en el
que ellas están creciendo ya no es el mismo en el cual habitamos mis hermanas,
mi madre, mis abuelas. Hace unas horas elegimos a la primera mujer presidenta
de esta suave patria. Y no es que el añejo machismo desaparezca en un día, ni
por decreto; pero con esta victoria contundente, todas las niñas y mujeres de este
país, sabrán que se puede lograr llegar a cualquier meta, así sea la Silla del
Águila. De ese tamaño es el simbolismo en un hecho histórico sin precedentes. El
poder público no tiene, no debe tener género. Y las urnas nos han dejado un
mensaje pleno de significados.
Y Claudia Sheinbaum no llega sola. Millones de mujeres llegan con ella. Primero,
quienes ya no están, pero iniciaron esta lucha desde hace más de un siglo, las
mujeres como Amalia González Caballero, quien se atrevió a estudiar, prepararse,
trabajar fuera de casa, cuando muy pocas lo hacían y luchó incansablemente por
el voto de las mexicanas. Setenta años después, bastantes batallas libradas por
muchas mujeres, se tuvieron que dar para llegar a este florecido junio. Mi madre
una de ellas, quien con su valor político nos ha dado lecciones trascendentes.
Mujeres conocidas y muchas más anónimas en distintas corrientes ideológicas,
han tenido su parte en este triunfo que pone a nuestro país en la lista de la
equidad. Nadie lo hubiera creído hace unos años. Lo he dicho ya: nunca pensé
vivir para contarlo. La primera en Norteamérica. Una hazaña en un país con bien
ganada fama de machista.
Con todo, México tendrá presidenta después de más de doscientos años de
historia independiente. Una mujer en la que ahora recaerá un enorme poder y
generará cambios estructurales, pero también una mujer como todas: hija, madre,
abuela, esposa, amiga. Una mujer que conoce el dolor del parto, las desveladas
con los hijos, la preocupación por dejarlos para ir a trabajar. Además una mujer
humanista, decidida a luchar por los sueños comunes y prepararse para ello.
Porque Claudia no es una improvisada. Basta leer su trayectoria para saber quién
es y cuáles son sus logros. Nacida en la ciudad de México, estudió Física en la
Facultad de Ciencias de la UNAM y después una Maestría y un Doctorado en
Ingeniería Ambiental en California. Durante sus estudios, ya destacaba como
activista social y defensora de los temas ambientales. Después vino la política
profesional, los puestos públicos y los resultados en sus gestiones, donde quienes
la conocen hablan de su exigencia, meticulosidad e incansable trabajo en cada
uno de sus encargos. No en balde también tiene una larga trayectoria académica
con reconocimiento internacional, incluido un Nobel de la Paz como parte de un
Panel Intergubernamental.
Leo y sigo leyendo su trayectoria y entiendo mucho de su victoria. Una mujer culta,
ecologista, empeñosa, de estrategias, metas y decisiones firmes. Con una historia
de vida como todas, con dolores y alegrías, con dificultades y retos. Una mujer
imperfecta como todo humano, pero capaz de asumir compromisos, dar resultados
y dar la batalla por sus convicciones. Uno de sus colaboradores como jefa de
gobierno recuerda cómo iba en el auto tomando nota de todo lo que veía mal y
hacía llamadas para resolverlo. Y nadie podrá negar que Claudia haya caminado a
un lado del Presidente López Obrador, quien sin duda fue pieza fundamental en su
carrera, en el refrendo que la sociedad le da a su proceso de gobierno. Pero es de
una misoginia impresionante decir que el actual presidente estará atrás de la silla
presidencial. No lo creo. Tal vez la elegida por las mayorías no tiene su carisma,
pero tiene otras prendas que pueden ser más eficaces para la gobernanza. Las
urnas revelan mucho de eso.
Descifrar el mensaje de las urnas es siempre complejo, pero cuando es tan
contundente hay factores evidentes para todos. México habló en una votación
copiosa y el partido en el poder venció de manera categórica. Pero es en extremo
clasista decir que fueron los “ignorantes”, el “pueblo vil”, quien lleva el poder a
Claudia Sheinbaum. (Habrá que decirles que Claudia ganó en todas las
profesiones, entre los de más altos ingresos y empató con su opositora entre los
de más altos estudios). Con todo respeto pero los líderes de la oposición, tendrán
que leer bien el mensaje del electorado para entender a cabalidad las razones del
voto, la dignidad de los votantes. Asomarse al espejo con humildad y volver al
origen de sus partidos.
En suma. Ustedes dirán que peco de optimista en un país violento y lleno de
problemas. Pues peco, pero creo que después de tanta polarización y odio, esta
victoria nos debe mover a la concordia, a la reconciliación, a la esperanza. Sin
dejar de exigir siempre a los gobiernos, sin olvidar que somos los ciudadanos
quienes les otorgamos el mandato. La tarea para Claudia Sheinbaum y para todos
los representantes populares elegidos (ya habrá tiempo de hablar de ello) es
enorme y muy complicada. Pesados adversarios tendrá que enfrentar. Pero es
necesario confiar y ver el mañana con esperanza. Mientras escribo, veo la imagen
de una niña checando interesada los resultados en una escuela local. Por ella, por
todas las niñas, por todos los mexicanos; es necesario estar y construir unidos en
la concordia. La patria lo merece. Nosotros también.