Por Alejandro de Anda
En la naturaleza y en la vida humana, la dualidad es un concepto esencial.
Como existe lo blanco, también existe lo oscuro. Para apreciar la luz es
imprescindible la existencia de la oscuridad.
Esta dualidad se manifiesta en la coexistencia del bien y el mal, donde uno no
tiene razón de ser sin el otro. En la subsistencia del género humano el hombre
y la mujer son insustituibles en la simbiosis, creando un balance fundamental
para la vida.
Los contrapesos, presentes en todas las estructuras sociales y políticas, son
los garantes del equilibrio. Su función de nivelación asegura que ningún ente,
por poderoso que sea, actúe sin rendir cuentas.
Los poderes establecidos que gobiernan y regulan las sociedades humanas a
menudo desprecian y temen a estos contrapesos restringiendo al límite de la
nulidad su capacidad de actuar.
En el panorama político es evidente que ningún mandatario reconoce
abiertamente sus errores ni acepta las críticas de su sociedad. Esta actitud se
magnifica cuando los líderes están en el poder, ya que se consideran a sí
mismos los únicos dueños de la verdad y autoridad… ignorando las voces que
les cuestionan.
No es exclusivo del poder ejecutivo. El poder judicial -que hoy clama por su
independencia- también enfrenta críticas sobre su apego a una élite que decide
sobre sus cabezas sin considerar la voluntad popular. Los contrapesos son
despreciados “por exceder su ámbito de influencia, donde sólo el poder judicial,
conoce al poder judicial y no debe estar sujeto a la determinación del pueblo
para su insaculación y libre ejercicio”.
La elección directa de la democracia social es una de las maneras más claras
de manifestar el desacuerdo con estos "monarcas de la justicia". Sin embargo,
la desconfianza en el sistema electoral prevalece, alimentada por la compra de
votos y las promesas incumplidas. México lidera las estadísticas de corrupción
electoral en América Latina.
Cheque este dato.
México, lo integramos una población total de 126.7 millones de personas de
acuerdo a datos INEGI 2024.
‘Mandamos’ –mejor dicho- aportamos al desarrollo de la nación, 60.7 millones
de mexicanos. Es decir, la Población Económicamente Activa PEA. Así sea
usted Carlos Slim o el operario de las líneas de ferrocarriles de Sonora.
El destino de los 126.7 millones se rige desde la estructura burocrática, donde
se considera a los tres poderes formalmente establecidos en todos sus
órdenes; federal, estatales y sus 2,469 municipios.
Ese conglomerado de burocracia, es el poder centrado en 6.07 millones de
personas. Equivalente al 10% de la PEA según la misma INEGI.
Ahora bien, el contrapeso a su existencia lo conformamos nada más 120
millones restantes.
Los contrapesos son vitales para mantener el equilibrio de poder. Son la
garantía de que ningún actor político pueda actuar sin supervisión.
La Suprema Corte de Justicia ha sido objeto de ataques por parte del ejecutivo
que la acusa de obstruccionista. Este tipo de fricciones ilustra la importancia de
los contrapesos en una democracia sana.
Ambos poderes, a pesar de saber la gran importancia de la activa participación
social, sólo le consideran su esfera de competencia (de la sociedad) para
señalar las acciones en detrimento de las facultades ‘del otro’.
La relación entre los gobernantes y los gobernados continúa entonces al día de
hoy, marcada por una constante tensión donde prevalece la fuerza del
omnipotente 10% burócrata sobre el restante y obediente pueblo bueno.
Los intentos del ejecutivo por influir en la designación de jueces han generado
controversia y preocupación dentro del poder judicial y beneplácito entre la
desconfiada sociedad.
Ambos deben entender de una buena vez que los contrapesos son necesarios
precisamente porque limitan el poder absoluto y obligan a los gobernantes a
rendir cuentas.
COLOFÓN: Llegará ese ansiado demócrata día (el PRI jamás lo creyó) cuando
al fin nos daremos cuenta de que la obesidad sirve para algo bueno.
La masa crítica de ese 90% de contrapeso, deberá ser el ideal equilibrio a la
ejecución de poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Donde el tamiz de la
rendición de cuentas debe ser no sólo el terror de los gobernantes, sino la
exigencia de un buen gobierno que vele por sus ciudadanos… no por sus
gobernantes.
Jueces y magistrados, no se mandan solos. Ni la presidenta electa. Ni mucho
menos los diputados y senadores.
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@deandaalejandro