Por Alejandro de Anda
LO MUY MUY OSCURO. James Cook fue un navegante explorador de la
Marina Real Británica. Por el año de 1779 descubría y anexaba a los dominios
de Jorge III el nuevo territorio, país y Continente Australia (Tierra del sur, en su
etimología).
Para fines históricos, la razón de la anécdota remonta al emotivo encuentro con
los exóticos animales que conocieron a la expedición punitiva de Cook. Un
saltarín mamífero que, a pregunta directa a los aborígenes australianos
respecto a la identidad del marsupial más grande del mundo, le contestaron sin
pestañear “Gangurru” que a su letra original se entendía ‘Kan Ghu Ru’.
¿El significado? “-No te entiendo”, muy similar al que ‘Alexa’ nos contesta a
preguntas necias hoy en día.
Francisco Hernández de Córdoba, para el año de 1517 emprendía una
semejante expedición descubridora; ésta, para la Corona ibérica y su misión
fue en torno al territorio donde alguna vez los dinosaurios testificaron aquella
llegada del meteoro destructivo. La península de Yucatán.
A pregunta similar a los indígenas ahora a cargo del Fraile Diego de Landa
sobre (sic) “¿Cómo se llama ésta región?” los ‘mayitas’ atinaban a señalar
‘Tectetam’, que corrompiendo lo escuchado trasladaron a Yucatam.
Su descripción al vocablo era… “No te entiendo lo que tú hablas”.
Hasta antes de este nuevo proceso eleccionario en donde habremos de ser
convocados mediante la emisión del sufragio en urnas para el cambio del
próximo presidente de la república mexicana, se habrían contabilizado diez
debates entre los contendientes a ese puesto; desde aquél primer encuentro en
1994 (Fernández de Cevallos, Zedillo y Cuauhtémoc).
Le siguieron el 2000 (9 participantes, con sólo tres con reales posibilidades:
Fox, Labastida y Cárdenas); 2006: Calderón, López y Campa. 2012 Josefina,
Peña, López y Quadri. Y el penúltimo 2018, con López, Meade, el Bronco y
Margarita.
El 2024 se prevén sean tres y la frustración colectiva demanda una explicación
seria al real significado del debate.
Los debates tienen su origen en el Senado griego (Consejo de los Helenos),
apenas 500 años antes de Cristo.
En él, los estadistas formulaban y debatían ideas que traían la paz y desarrollo
a sus pueblos. El establecimiento de leyes para la convivencia y el sano
ejercicio de la gobernanza.
El parlamento inglés sería otro ejemplo similar.
La democracia norteamericana lo puso de moda desde aquél encuentro
televisivo en 1960 entre Nixon y JFK, donde el contraste de ideas y plan de
nación daban un panorama al electorado sobre el pensamiento y plataforma
que lideraría por los siguientes cuatro años a sus destinos.
Los 12 que han sido presenciados por los mexicanos (sumados los dos ya
emitidos entre los actuales candidatas y candidato) llevan contextos distintos a
los que supondríamos un plan político que nos permita definir la inclinación
hacia un proyecto de nación.
Narcocandidata, corrupta, la de las mentiras, no persigues a la familia del
presidente, cartel inmobiliario, tu familia se benefició de tu encargo, tú robaste
más…
1.- El pasado demuestra con creces que ni las llamadas encuestas de
preferencias son reales, ni mucho menos que los debates hayan sido factor de
tendencia o de cambios en la intención de votos.
2.- Gana –para mal- el hartazgo público y sólo acude la gente a su presencia
por el morbo de conocer qué más se darán en el descobijo de acusaciones sin
pruebas.
3.- Pierde México. Donde los índices mundiales de corrupción demuestran que
la principal desconfianza de los mexicanos es hacia los políticos y sus partidos.
Ni siquiera hacia los organismos de seguridad u otro parecido. Ellas –y él- lo
han constatado en los dos des-encuentros.
Lamentable que no sólo no veremos resultados benéficos de esta proposición
de ideas para un mejor país y una interpelación en ese desafío de propuestas
que permita vislumbrar que México sí tendría futuro.
Queda claro… que no sería con ninguno de los que hoy se manifiestan.
“No te entiendo” le decimos 130 millones de voces a las tres únicas opciones
que tenemos para decidir el futuro de nación.
COLOFÓN: Les dejamos de tarea…
Si como dicen, hay pruebas de la corrupción de uno y otro bando, el INE
debería garantizar la formalidad de su formato y contenidos. Convocando a la
fiscalía especializada en Delitos Electorales para que haga presencia en el
último debate.
De manera que cuando alguno de los candidatos exhiba la prueba contundente
de delitos de su contrincante, sea ésta formalizada en ése mismo acto.
O se castiguen en el mismo sentido las ofensas de oficio sin sustento.
Nos permitirá crear mejores escenarios a los votantes y ver la credibilidad de
las partes involucradas. No más payasadas…
No entiendo. Yucatán. Canguro. Debate presidencial.
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@deandaalejandro