Por Carla Huidobro
En el terreno movedizo de la psicología humana, afirmar que no hay lugar para la mentira ni para la deslealtad es plantear un ideal tan elevado como problemático. Porque, ¿quién, entre los seres de carne y hueso, puede afirmar con certeza que nunca ha mentido o que nunca ha sido desleal, aunque fuera por un momento, por miedo o por amor?
La psicología, en su esencia más pura, busca entender al ser humano en todas sus dimensiones, abarcando tanto la luz como la sombra que habita en nosotros. Decir que en ella no cabe la mentira ni la deslealtad es ignorar una parte fundamental de lo que somos. Las mentiras que contamos, a nosotros mismos y a los demás, y las veces que nos desviamos del camino de la lealtad, son también hilos que tejen nuestra compleja red psicológica.
Ciertamente, el objetivo de la psicología podría ser aspirar a un estado de honestidad y lealtad plenas, pero debe reconocerse que el camino hacia ese estado está pavimentado con las imperfecciones de nuestra condición humana. En la terapia, por ejemplo, uno de los primeros retos es romper las barreras de las autoengaños y las justificaciones que cada quien construye, no por malicia, sino como un mecanismo de defensa contra el dolor, el miedo o la inseguridad.
¿Qué es la deslealtad sino un momento de franqueza, un error en nuestro juicio, o una decisión tomada bajo presión emocional extrema? Y la mentira, ¿no es acaso muchas veces una máscara que usamos para proteger a nuestros seres queridos del peso de nuestras penas o para protegernos de nuestras propias verdades insoportables? Abordar estos aspectos no es justificarlos, sino entenderlos como parte integral del estudio de la psicología.
Cómo manejamos la verdad y la lealtad, cómo evolucionamos a partir de nuestros errores y cómo aprendemos a ser más honestos y fieles son cuestiones centrales en cualquier proceso terapéutico. Más que descartar la mentira y la deslealtad, se trata de comprender sus causas y trabajar hacia la integridad personal. Sostener que en la psicología no cabe la mentira ni la deslealtad es olvidar que el ser humano es un ser en constante cambio, cuya realidad psicológica es tan dinámica como su vida misma.
En lugar de cerrar las puertas a estos aspectos, la psicología debe ofrecer un espacio seguro donde las personas puedan enfrentarse a sus mentiras y deslealtades, entenderlas y transformarlas en puentes hacia una mayor autenticidad y autoconocimiento. La psicología no solo debe aceptar la existencia de la mentira y la deslealtad, sino que debe acogerlas como fundamentales para entender la profundidad y la complejidad del alma humana. Quizás, en ese vasto y tortuoso camino hacia la verdad y la lealtad, podamos descubrir no solo lo que somos, sino lo que somos capaces de llegar a ser.