El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales
La papeleta del voto es más fuerte que una bala
Abraham Lincoln
Andamos con la lumbre en los aparejos, diría mi abuela. Y aunque ella lo decía
para hablar de apuros diversos, nosotros lo sentimos ahora literalmente. El intenso
calor padecido en las últimos días nos trae como almas en pena de novela
rulfiana. Hasta la madre sierra ha sido dañada por un voraz incendio en medio de
este infierno climatológico. Puro fuego. Y todavía no empieza el verano. El
calentamiento global ya no está sólo en el grito de los ecologistas, pues nadie
puede negar una realidad evidente y muy sufrida. Bastante nos habían advertido,
pero seguimos con las conductas irracionales y ahora estamos pagando caro. Las
temperaturas históricas en nuestras localidades no me dejaran mentir.
Y el fuego siempre alimenta otros fuegos. Numerosas investigaciones científicas
han comprobado que las altas temperaturas están relacionadas con el aumento de
la violencia. Basta abrir los medios para reconocerlo. Desde crímenes domésticos,
hasta terribles asesinatos entre grupos delincuenciales. Especialistas de la UNAM
lo han demostrado al subrayar que por cada grado aumentado en la temperatura,
más violencia se genera, pues las altas temperaturas inciden en las conductas
agresivas y depresivas. Los científicos refieren incluso a la relación de las altas
temperaturas con diversos conflictos sociales. Uf.
Y luego están otros fuegos, los electorales por ejemplo, que en estos días previos
a la madre de todas las elecciones en nuestro país están siendo atizados de
muchas maneras. No es para menos. Un poco más de veinte mil cargos están en
juego. Los analistas vaticinan un sisma en la estructura de partidos vigente en las
últimas décadas. No parecen errados, pues la geopolítica de nuestro país cambió
radicalmente en los años recientes al ser desplazados del poder, otrora grandes
partidos con legiones de militantes. El análisis es complejo sin duda, pues la
política no es ciencia exacta y demasiados factores inciden en su acontecer.
Especialmente el emocional, pues mucha gente emite el sufragio más por la
emoción que por la razón. Ya sabremos muy pronto cuales organizaciones
partidistas quedarán vigentes y cuales serán desechadas. Igualmente será para
los políticos. Ya se hacen apuestas acerca de quienes dirán adiós para siempre a
las deseadas mieles del poder.
Este próximo domingo 2 de junio, los hijos e hijas de la “suave patria” ejerceremos
uno de nuestros más significativos derechos como ciudadanos: el voto para decidir
quien recibirá el mandato de las mayorías para sentarse en la muy codiciada Silla
del Águila. Y esta vez será una mujer. Hasta escribirlo me provoca un vuelco en el
corazón. Lo he mencionado ya: no pensé llegar a verlo. Muchísimos países no lo
han logrado. Por primera vez en una historia de más de doscientos años de vida independiente, tendremos en México una mujer recibiendo el mandato. Y digo
mandato, porque según el Diccionario de términos parlamentarios, el mandato es
un encargo o comisión, actuar en representación de alguien. En ese sentido los
mandatarios (ahora será la mandataria), ejercen el poder con base en la voluntad
de sus “mandantes”, los ciudadanos. Así pues, los votantes también ejercemos el
poder al elegir a quien recibe el encargo, en el entendido que trabajará por la
solución de nuestros problemas comunes y la conquista de nuestros anhelos.
Además de ello, no podemos olvidar que los gobernantes trabajan con nuestro
dinero, nuestras contribuciones. Luego entonces, no sólo los elegimos, también
los mantenemos y pagamos cada una de sus obras a través de los impuestos.
Cada obra, cada acción, incluso cada omisión y hasta los actos de corrupción,
involucran dinero público, dinero ciudadano. Por eso resulta tan importante que el
fuego de la pasión electoral no se apague con la elección. Es indispensable exigir,
participar, colaborar, ser críticos hasta con nuestros elegidos. Porque los recursos
son de todos. En ese contexto se habla de un presupuesto de 8.66 billones de
pesos para el gasto público 2025. Esa cifra billonaria y más, está en juego este
domingo. Pero no se trata sólo de dinero. Soy historiadora, no economista y pocas
veces he analizado temas de historia económica. Me interesa lo social, lo humano,
lo que los gobiernos hacen con los recursos de la gente, el legado de los líderes
para su pueblo.
Cada gobernante tiene su tiempo y cada uno será analizado por la historia. Nadie
se escapa. Pero la ciudadanía también tiene su lugar en el compromiso. No se
trata sólo de votar y pagar impuestos, sino también de ser parte de la construcción
social. La historia política de México es una amalgama de circunstancias y figuras,
donde no sólo los gobernantes sobresalen, porque también la sociedad construye.
Queremos una presidenta preparada en todos sentidos, una mandataria con
trayectoria, capacidad administrativa, talento y liderazgo para garantizar la
gobernabilidad y crear oportunidades de prosperidad colectiva. Una mandataria
con sensibilidad y conocimiento, consciente de la compleja realidad nacional, del
pulso de sus regiones. Una presidenta culta, progresista y también federalista, no
centralista. Nos urge un proyecto de gobierno serio, justo, solidario, humanista,
capaz de integrarnos en medio de la diversidad social, cultural y geográfica. Y no
menospreciar los muy importantes votos para elegir al Senado, Congresos y
alcaldías, pues son nuestros más cercanos representantes.
Ha llegado la hora de la verdad. El crucial momento frente a la boleta. Votemos
con responsabilidad y con esperanza. Votar y respetar el voto mayoritario es el
desafío. Y cuidar el planeta. Nos va el futuro en ello.