El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales
Para la profesora Alicia Corona con admiración profunda
No me gusta decir: “doy clases” en la UAT. Prefiero enfatizar que comparto el
conocimiento y el aprendizaje con estudiantes en la Universidad Autónoma de
Tamaulipas. Estudiantes en su mayoría extraordinarios, de quienes aprendo cada
día. Hace más de quince años llegué a la docencia en la carrera en Historia y
Gestión del Patrimonio Cultural, y desde entonces, he tenido experiencias
fascinantes, las cuales me han mostrado el inmenso poder de la educación, pero
especialmente la importancia, en una universidad, de acompañar el cultivo de
espíritus solidarios, conciencias abiertas a la crítica, capaces de reconocer lo
esencial en un mundo dominado por el afán insaciable de lucro.
En ese contexto, hace unos días llegamos a la Escuela Antonio Álvarez Berrones
para realizar las prácticas docentes de la materia Didáctica de la Historia.
Agradecidos por la oportunidad, nos presentamos con los niños y les platicamos
por qué estábamos ahí. La maestra Alicia Corona ya les había anticipado nuestra
visita y los niños parecían expectantes con sus amplias sonrisas sinceras, cálidas.
Los futuros historiadores al principio se mostraron algo nerviosos por la inédita
experiencia, pero en unos minutos estuvieron encantados, como peces en el agua
hablándoles de historia a los muy sensibles y talentosos pequeños de tercer año.
Conocí a la maestra Alicia en una práctica similar donde su hijo participó hace
unos años. Ya conocía su capacidad, pero especialmente su sensibilidad y
empatía para con sus alumnos. Con casi 40 años de servicio, Alicia es una
profesora admirable en muchos sentidos. Y eso lo pudimos comprobar en tres
días verdaderamente inolvidables. A todos aquellos que con saña les encanta
denostar la educación pública de nuestro país, me gustaría algún día se dieran
tiempo para estar en aula con niños y docentes. No dudo que hay profesores
flojos, insensibles y grillos. Tampoco niego haya funcionarios y trabajadores
sindicales prepotentes, abusivos y corruptos; pero más allá de los egos de tantos y
tantas; están las mayorías de profesores y trabajadores entregándose
cotidianamente, construyendo sueños con su trascendente misión.
Sin egos y con esperanza. Así lo constatamos desde el primer día al interactuar
con los niños de tercer grado en la escuela Álvarez Berrones. A los estudiantes
universitarios les tocaba demostrar lo aprendido de la Didáctica de la Historia en el
semestre y lo hicieron muy bien. Los jóvenes empezaron hablando de lugares
históricos en nuestra ciudad y fue realmente sorprendente ver como los niños
fueron participando en cada intervención. Inolvidable, una niña de enormes ojos
vivaces y luminosa inteligencia, quien no sólo respondía muy bien, sino también
preguntaba y quería saber más y más de los personajes y sitios históricos. Un niño
alto e igualmente brillante, argumentó con soltura acerca de la importancia de la
historia y su enseñanza. En el segundo día, el entusiasmó creció con nuevo
conocimiento y hasta juegos para aprender más de personajes y movimientos
sociales. Una niña nos habló de los personajes de la mismísima Ilíada como quien
platica de su familia, con soltura y contundencia. Después nos mencionó a su
abuela lectora y sus relatos, quien además de sus profesores, le había enseñado
acerca de los clásicos y sus lecciones inmortales. Los universitarios les contaron
cuentos y leyendas haciendo la delicia de los pequeños, quienes hasta leyeron en
lengua maya con alegría.
El tercer día fue especialmente emotivo, memorable. Los jóvenes prepararon una
representación de las pinturas rupestres de Tamaulipas y los niños gozaron
aprendiendo y preguntando de las maravillosas creaciones humanas. Después
fueron adivinando las partes del Escudo de Tamaulipas, mientras escuchaban con
atención la historia de nuestro emblema y no faltó una histórica sopa de letras y
otros acertijos. Al término de la experiencia, disfrutamos una convivencia
maravillosa, donde hubo muchas emociones, abrazos fuertes, palabras
entrañables y deseos sinceros de volvernos a encontrar.
Creo que nunca olvidaremos lo sucedido en esa pequeña aula con los alumnos de
la maestra Alicia. Jóvenes y niños reunidos aprendiendo juntos. Sin egos y con
mucha esperanza. En ese sentido, alguna vez escuché decir a un reconocido
educador nacional que a la Universidad Autónoma de Tamaulipas y a la Secretaría
de Educación de Tamaulipas, les hacía falta vincularse en programas y proyectos,
más allá de firmas y convenios, que abonaran a una mejor formación de los
tamaulipecos. Enlazarse de verdad, para crear condiciones de un buen
aprendizaje para la vida. Un aprendizaje sólido, de firme continuidad en lo
académico, pero forjado también en la solidaridad, la empatía y el conocimiento de
los problemas comunes; en el desarrollo cultural y civil de las personas. Una
educación humanista capaz de trascender los egos inflados y transformar nuestra
sociedad.
Hoy es Día del Niño y muy pronto celebraremos a los maestros y a los
estudiantes. Por lo pronto, la esperanza gana terreno.
¡Felicidades!