Por Carla Huidobro
El suicidio en México sigue una tendencia creciente, una secuencia inquietante que la doctora Laura Barrientos Nicolás describe con una mezcla de preocupación y urgencia. Sus palabras reflejan un panorama sombrío, donde cada año se suman más vidas jóvenes perdidas en este laberinto de desesperación. Según las estadísticas, el aumento es palpable y alarmante, revelando un problema profundo en el tejido de nuestra sociedad.
El suicidio afecta desproporcionadamente a los jóvenes, un grupo que debería estar al inicio de sus posibilidades más amplias, no al borde del abismo. Con cada 40 segundos que pasan, una vida se apaga por elección propia en algún lugar del mundo, y México no es la excepción. La doctora Barrientos Nicolás, desde su posición en la Facultad de Medicina de la UNAM, subraya esta realidad con números que no deberían dejar indiferente a nadie: miles de suicidios al año, con una escalada constante que no muestra signos de detenerse.
Esta situación pone de relieve no solo la urgencia de una intervención psiquiátrica y de salud mental, sino también la necesidad de una comprensión más profunda de las causas subyacentes. Los métodos de suicidio varían, pero el resultado es el mismo: un vacío dejado en familias, en comunidades, en el corazón de la nación. Las estadísticas muestran que, aunque las mujeres intentan suicidarse con mayor frecuencia, los hombres son quienes con mayor frecuencia logran un fatal desenlace.
Barrientos Nicolás destaca el impacto devastador del suicidio entre los jóvenes, una generación que enfrenta riesgos y presiones únicas. A esto se suma la complejidad de otros factores de riesgo, como la depresión y la ansiedad, que se entrelazan con el suicidio en un nudo gordiano de desesperanza y dolor.
La respuesta, insiste Barrientos Nicolás, debe ser multifacética. Desde la detección temprana y el tratamiento de trastornos mentales hasta el apoyo a aquellos en riesgo, cada acción cuenta. Instituciones como el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez representan faros de esperanza, pero la necesidad supera con creces la capacidad actual.
Este no es solo un llamado a la acción para los profesionales de la salud mental y las autoridades; es un recordatorio de nuestra responsabilidad colectiva de cuidar a los más vulnerables entre nosotros. El aumento del suicidio en México no es solo una estadística; es una serie de historias no contadas, de futuros no realizados. Es un desafío que nos invita a mirar más allá de los números y ver las caras, las vidas, que representan.