Por Guadalupe Correa-Cabrera
Después de varios años de analizar el tema de la política migratoria, la migración irregular y la seguridad en las dos fronteras de México, es posible afirmar que nos encontramos en un momento bastante complejo—muy difícil en realidad. La problemática relacionada con estos temas no se ha solucionado e incluso se ha extendido de forma considerable. Anteriormente hablábamos de un fenómeno que involucraba exclusivamente a Estados Unidos, a México (por supuesto), a los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) y a algunas naciones caribeñas (como Haití y Cuba).
Hoy nos referimos a un fenómeno transnacional que va mucho más allá de nuestro continente. Las fallidas políticas migratorias implementadas en la Unión Americana e impuestas a los países del resto del hemisferio, el oportunismo y la ineptitud de muchos de los gobiernos del llamado Sur Global para generar desarrollo y oportunidades de empleo, altísimos niveles de pobreza, desigualdad, corrupción e impunidad en algunas de estas naciones, así como las vicisitudes del clima y los desastres naturales han ocasionado que se agudicen sistemáticamente las problemáticas relacionadas con el tema de la migración irregular, sobre todo en lo que se refiere a la explotación laboral, la violencia (en sus diferentes manifestaciones) y la inseguridad.
Efectivamente, ahora hablamos de un fenómeno global cuya facilitación requiere de redes complejas de traficantes de personas que operan de la mano de otras redes criminales y que hacen del trayecto hacia Estados Unidos—de migrantes provenientes de distintas partes del mundo—una hazaña peligrosísima. En dicho trayecto, los migrantes pueden perder la vida o pueden resultar víctimas de delitos graves, como el secuestro o la trata de personas. Todo ello se encuentra documentado, pero no hemos podido calcular aún la dimensión de esta tragedia humana. A la fecha y en víspera de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, no se vislumbra solución alguna, sino todo lo contrario.
La polarización política en Estados Unidos ha puesto un límite claro a las discusiones sobre el tema migratorio, al tiempo que cierra cualquier avenida para un diálogo constructivo entre las principales fuerzas políticas de ese país y cancela el avance hacia la muy necesaria reforma migratoria comprehensiva que reconstruiría el sistema migratorio y de asilo estadounidenses—que a la fecha se encuentran rotos o son completamente disfuncionales. No obstante que la problemática de la migración irregular y la inseguridad en las dos fronteras de México y a lo largo de las rutas migratorias mexicanas parece ser, en principio, un asunto de carácter nacional, su manejo y solución dependen de las políticas migratorias de Estados Unidos y de las condiciones políticas económicas y sociales en el resto del mundo.
México es país de origen, destino y tránsito de la migración irregular, pero al parecer su condición como país de tránsito domina la mayor parte de las dinámicas que explican las movilizaciones humanas y la presencia de redes de tráfico humano y otras redes criminales que operan con estas últimas. Es preciso destacar que la facilitación de la migración irregular ya no se realiza por parte de actores individuales o empresas pequeñas dedicadas al “coyotaje” o al tráfico de seres humanos. Considerando los factores de empuje y atracción de la migración, y sobre todo el hecho de que existen múltiples oportunidades laborales para la mano de obra no calificada en Estados Unidos, mientras que no existen vías legales para aquellos que desean ocupar estas plazas, se desarrolla un mercado negro que desemboca en la creación de sofisticadísimas redes transnacionales de tráfico humano que operan desde cualquier parte del mundo (el continente africano, Europa del Este, Medio Oriente, el sudeste asiático y obviamente todo el continente americano).
Estas redes de traficantes de personas están conformadas por múltiples actores y su estructura es más bien horizontal, pues no existen liderazgos visibles sino “nodos” donde confluyen negocios o actores clave—dedicados a actividades lícitas e ilícitas—que facilitan la movilidad humana de manera irregular. Desafortunadamente, dicha informalidad de los flujos migratorios facilitados por estas sofisticadas redes promueve alianzas con otras redes o actores criminales (organizaciones dedicadas al tráfico de droga, redes de trata de personas, redes de secuestradores, entre otras agrupaciones de crimen organizado en general). Ello hace mucho más peligroso el trayecto a los Estados Unidos. Al mismo tiempo, el tráfico de personas involucra intercambios financieros muy importantes en los cuales los migrantes deben pagar elevadas cuotas para llegar al destino deseado—generalmente en Estados Unidos.
La militarización de la vigilancia de las rutas migratorias y la militarización de las agencias policiales a nivel global han contribuido a la fragmentación de los grupos de crimen organizado, incluyendo aquellos dedicados al tráfico humano que se han transformado en una especie de “redes complejas adaptativas” (según la jerga castrense), es decir, en redes de actores que facilitan la movilidad humana de forma irregular o ilegal que se van adaptando rápidamente conforme se van cerrado las rutas migratorias tradicionales. Dichas redes van abriendo nuevas rutas que presentan mayores peligros y costos más elevados para los migrantes.
Así, con el paso de los años, se ha observado un mayor deterioro de las condiciones de la seguridad en las rutas migratorias y, en algunos casos, un incremento significativo de las cuotas que deben pagar los migrantes para llegar a su destino. Al mismo tiempo, las redes de tráfico humano se han hecho más complejas y han incrementado su capacidad para facilitar la llegada a Estados Unidos de personas de todas partes del mundo, haciendo uso de la tecnología y vías de transporte y comunicación cada vez más sofisticadas.
Todo lo anterior facilita enormemente la explotación de mano de obra barata en parte de lo que se conoce como el Norte Global. En este caso, analizamos las dinámicas de migración hacia los Estados Unidos. Las fallidas políticas migratorias estadounidenses, sistemas migratorios y de asilo rotos, así como una enorme polarización política que detiene cualquier avance hacia una reforma migratoria comprensiva que brindaría una solución efectiva al problema humano y social de la migración irregular parecen ser muy convenientes para las élites políticas y económicas de Estados Unidos. El mantener en el limbo o la indefinición en materia de status migratorio a los inmigrantes en busca de asilo o mejores oportunidades laborales, en una sociedad donde hay trabajos pero no vías para la entrada y permanencia legales de quienes aspiran a ocuparlos, constituye una gran oportunidad para las élites económicas estadounidenses y para sus políticos que al mismo tiempo presionan a México para hacer el trabajo sucio y fungir como “muro”—o más bien como “patio trasero”—deportando migrantes y militarizando su frontera sur.
Así se encuentra el estado actual del fenómeno de la migración irregular cuyo destino es Estados Unidos, de los actores políticos—principalmente estadounidenses—que se benefician de un discurso faccioso sobre el mismo y de los actores que facilitan dichos flujos “sin autorización”. Estos últimos forman redes complejas adaptativas en un sistema inhumano de explotación laboral y securitización, dentro del cual fungen como una especie de “Sociedades de Responsabilidad Limitada”. Por ello, si analizamos el fenómeno bajo la perspectiva de administración de empresas, podríamos referirnos a estas redes de traficantes de personas como Coyotes, S. de R.L.