Por Fortino Cisneros Calzada
Al iniciarse la última etapa del más importante proceso eleccionario en México, bien puede decirse que el asunto está planchado. Los últimos ajustes se hicieron de manera correcta y todo marcha viento en popa para que quienes desean avanzar en el proceso de humanización del ejercicio del poder público puedan contrarrestar los embates, cada vez más duros y tupidos, de las fuerzas representativas del neoliberalismo que esclaviza al hombre y destruye al planeta.
En los días que corren sería absurdo apelar a las plataformas de principios de los partidos políticos. Tan absurda como la alianza del Partido Revolucionario Institucional, cuyas raíces históricas están ancladas en la primera revolución social del siglo XX, que logró la única derrota contundente que ha tenido el capitalismo salvaje, con el Partido Acción Nacional, creado precisamente para dar contra a las propuestas revolucionarias que tenía como centro a la gente de carne y hueso, de leche y pan.
Por tanto, en el proceso en curso lo que importa es el proyecto de cada propuesta y sus objetivos. Por un lado, la continuidad de la Cuarta Transformación de la vida pública nacional, retornando a los principios básicos de la democracia, con la premisa de que primero los pobres; por el otro, el empeño por recuperar los privilegios de las agrupaciones oligárquicas, incluyendo instancias del poder público, medios de comunicación y organizaciones fascistas.
Aterrizando en Tamaulipas, hay que señalar que fue muy arduo navegar en los mares procelosos de las ambiciones personales y los intereses de camarilla, incluyendo a los traidores, para sacar adelante las propuestas que garanticen buenos resultados en la jornada electoral del próximo 2 de junio. Los resultados han sido tan buenos que algunos de los más recalcitrantes opositores se han disciplinado y ahora aseguran que nunca estuvieron fuera de la jugada.
Estarán en la boleta los que deben estar. Quizá unos mejores que otros; pero, a final de cuentas, son los que mayores posibilidades tienen de salir avante en la contienda y llevar agua al molino de sus patrocinadores. Los que quedaron fuera bien pueden seguir trabajando en campo para obtener los méritos necesarios de acceso en las próximas ocasiones, o despotricar llamándose a robados de lo que nunca les perteneció.
La mesa está servida para que la ciudadanía acuda a las urnas y deposite su voto por quien desee. Lo que no implica que haya decisiones cuestionables, como ocurre cuando los ratones votan por el gato nomás porque en lugar del negro se presentó uno güero. La opción es simple: votar para que se garantice el pleno ejercicio de los derechos de cada ciudadano, o para que la oligarquía recupere sus privilegios.