Por Guadalupe Correa-Cabrera
El juicio final en el caso de Roberto Gonzáles Cabrera—quien quedó cuadripléjico luego de la golpiza que le propinaron los señores Rodrigo Galán Gutiérrez y María Fernanda Salcedo Medrano en Playa del Carmen, Quintana Roo—se ha vuelto a posponer de forma inusitada, lo cual resulta aberrante para quienes hemos seguido de cerca el caso. Esto deja un muy mal sabor de boca y plantea serias dudas con respecto a la legalidad del proceso mismo de procuración de justicia en ese estado mexicano. Es preciso investigar posibles actos de corrupción, pues este desafortunado incidente último se suma a una serie de irregularidades identificadas plenamente; estamos en ello y no claudicaremos hasta que se haga justicia.
Roberto se encuentra inmovilizado y su situación económica es sumamente precaria. Víctima de la violencia más atroz posible—en un caso aún impune—él no puede trabajar debido a su condición física; no recibe ingreso alguno. Para poder presentarse a las audiencias, su familia y amigos hicieron un esfuerzo descomunal y reunieron el dinero justo para trasladarlo a Playa del Carmen y cubrir sus gastos de manutención mientras durara el juicio, anhelantes de que por fin se haría justicia. Roberto abrigaba también muchas esperanzas; pero cuál fue su sorpresa cuando el día en que iniciarían las audiencias correspondientes, el proceso fue diferido de forma insólita por varios meses; lo anterior se dio en medio de acciones por demás cuestionables. Como dije anteriormente, se hace actualmente una investigación por irregularidades clave que estamos próximos a corroborar y publicar.
Las audiencias para iniciar esta última fase del juicio estaban programadas para comenzar este pasado 26 de febrero a las 11:30 a.m. Poco después de esa hora, la defensa del imputado presentó una solicitud para un diferimiento de la audiencia señalando que no fueron notificadas sus partes como testigos [ello resulta sorprendente y será un aspecto clave de nuestra investigación]. De forma inesperada entonces, se le comunica a Roberto y sus abogados que la audiencia se pospondría por lo menos hasta agosto del presente año. También cabe destacar que los abogados de Roberto no tuvieron la oportunidad de hablar con los miembros del tribunal.
A partir de aquí surgen una serie de preguntas: ¿por qué no se aperturó la audiencia si la solicitud de la defensa del imputado sucedió después de que supuestamente todos debían estar prestes en el tribunal? ¿asistieron todos los jueces y, en caso de que no, cuál sería el motivo? ¿habría algún acercamiento entre la parte acusada y los miembros del tribunal, en este caso en específico, los jueces?
Lo anterior podría no solamente ser una estrategia procesal por parte de la defensa para retardar el proceso ad infinitum; podríamos estar hablando de un tema mucho más delicado. Lo que parece claro es que el diferimiento de las audiencias no se hizo de forma correcta y conforme a derecho; se investiga el caso. Espero pronto tengamos la respuesta a estas preguntas, así como las evidencias pertinentes.
No obstante lo anterior, lo que Roberto pide es que se haga justicia y que el juicio se lleve a cabo con prontitud y conforme a derecho. Su situación económica y física exigen que no se siga retrasando la procuración de justicia en su caso. De acuerdo a lo que estipula la ley, en específico el artículo 349 del Código Nacional de Procedimientos Penales, se establece que el término constitucional para el diferimiento de juicio no debería suceder en un plazo menor a los 20 días, ni en un plazo mayor a los 60 días. Esperemos que ya no se le continúe dando largas a Roberto. Recordemos la terrible situación que enfrenta como víctima de violencia. Es un acto de la mayor bajeza continuar retrasando la procuración de justicia en este caso. Es preciso recordar la condición en que lo dejaron los señores Rodrigo Galán Gutiérrez y María Fernanda Salcedo Medrano. Así nos describe Roberto su condición:
Yo espero que paguen, que respondan por lo que hicieron. Y lo que hicieron fue algo muy feo. Yo no puedo vivir si no tengo una persona a mi lado todo el tiempo, es decir, si no tengo una cuidadora yo me muero. Hablo de una persona que pueda realizar el cateterismo y que me ayude a hacerlo todo, hasta lo más elemental. Si no vacío mi intestino me muero; si no como me muero. Yo no puedo vivir si no tengo una persona que esté velando 24 horas por mí. Necesito dinero para pagar mis medicamentos. Hay por lo menos 15 medicamentos que son para mí indispensables. Uno, por ejemplo, es para evitar que el cuerpo se me ponga rígido; también tomo dos medicamentos para la digestión. He terminado varias veces en el hospital porque me digestión no es la mejor y me obstruyo. Otro medicamento es para la presión; tengo motivos para morirme por hipertensión. Otra cosa que tengo son fuertes dolores en las manos, en los brazos y en los pies; siento como si agarrara un hielo constantemente.
No puedo dormir en las noches. Es difícil conciliar el sueño y descansar pues, en mi condición, no puedes moverte en las noches y ello es demasiado incómodo. Entonces para poder dormir tengo que tomar una medicina que además es muy adictiva. Me causa ahora muchísima ansiedad si no la tomo. Pero la necesito forzosamente para dormir: llevo siete años tomándola. Además, necesito receta médica para poder adquirir algunos medicamentos. Cada vez que tengo que ir con el doctor me cobra 1,200 peso para poder expedirme una receta. También necesito orinar y no puedo hacerlo sólo. Me tienen que meter una sonda en el pene que llega hasta la vejiga para poder sacar la orina y eso es cada tres horas. Para poder evacuar me tienen que “digitalizar” [no quiero explicar el procedimiento], lo cual es muy desgastante. La vista se me ha disminuido muchísimo, además. Todo mi cuerpo me está fallando. Yo era antes un atleta; hacía muchos deportes, me encantaba nadar. Ahorita estoy en la cama sin poder trabajar, sin poder enfocarme a atender una familia; estoy esperando a ver qué puedo hacer de mi vida. Es una angustia tan grande. Por eso no puedo dormir; tengo mucho malestar y una depresión que estoy tratando de sobrellevar.
Dicen muchos que el karma existe. Recuerdo a los jueces, a la pareja que dejó con una golpiza cuadripléjico a un ser humano y a los abogados de estos individuos, que todo ellos tienen familia y que ojalá sus hijos o sus seres queridos nunca vivan la tragedia de Roberto. La madre de Roberto murió esperando se hiciera justicia para su hijo; su dolor fue infinito. Los culpables vivirán con el estigma de lo que hicieron y sus hijos lo recordarán y cargarán con la culpa siempre. Lo mismo pasará con Blanca Rosalía Pérez Andrade por el abuso emocional y físico que ejerció contra quien fuera su esposo y la familia del mismo; todo está perfectamente documentado y se sigue documentando. Nada le devolverá a Roberto la vida que tenía, ni su movilidad, ni sus sueños. Qué tristeza la mezquindad de quienes prefieren retrasar un juicio y pagar abogados para no afrontar su responsabilidad. Qué repugnante la maldad de aquellos a quienes sólo les mueve el dinero.
Ya han pasado 7 años de injusticia que se han documentado legalmente y de forma periodística con gran cuidado. Las circunstancias de este caso, nos han llevado a realizar una investigación minuciosa que aún se encuentra en curso y sobre la que presentaremos evidencias de ser necesario. En el marco de la discusión del Plan C del actual gobierno de México (y el que viene) y las redes de protección a la delincuencia organizada en el estado de Quintana Roo, el caso de Roberto González Cabrera toma una relevancia inusual. Como investigadores especializados en temas de corrupción y crimen organizado, no claudicaremos hasta que se haga justicia—para todos y en todos los sentidos.
#JusticiaParaRobert