Por Carla Huidobro
Pacientes murmuran, llevados por un viento exhausto de transportar los suspiros de aquellos olvidados. Anhelo prevenir, desearía soles que brillen antes de que la oscuridad se torne perpetua. En cada esquina, en cada mirada, descubro relatos que se repiten, cual discos dañados, ciclos de aflicción que podrían evitarse antes de su inicio.
La salud mental, ese frágil equilibrio, pende de un hilo en nuestras vidas. Y aquí estamos, tratando de sostenerla con manos que tiemblan, con medidas que se implementan demasiado tarde, con palabras que se disipan en el eco de la muchedumbre. Me pregunto, ¿por qué aguardamos a estar deshechos para buscar solución? La prevención, esa palabra repleta de futuros potenciales, se torna un lema para aquellos que aún albergan esperanza de cambio. Reflexiono sobre aquellos excluidos, sobre quienes la vida ha relegado al margen. No existe belleza en el olvido, ni en la desolación que se oculta tras cada «estoy bien» pronunciado a regañadientes.
Deseo más que pacientes; anhelo almas que ignoren el abismo, que no deban declamar su sufrimiento como un verso interminable. Sueño con un mundo donde la mente sea un vergel atendido, no un terreno de conflicto.