Por Guadalupe Correa-Cabrera
Conforme el tiempo pasa, es cada vez más claro que la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo—Coordinadora de Defensa de la Cuarta Transformación (4T) y candidata única de la alianza Morena, Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde para la presidencia de México—será la triunfadora en el proceso electoral del 2 de junio del presente año. Todas las encuestas y proyecciones varias le dan un amplio margen de ventaja. Ella, además de ser la favorita de las mayorías que apoyan al presidente Andrés Manuel López Obrador y su proyecto, parece contar también con la venia de las élites globales. Asimismo, tiene la fortuna de contar con una rival que deja bastante que desear en todos los sentidos. Cabe destacar que es cada vez más evidente la enorme fragilidad del proyecto opositor que esta última dice representar.
La Sra. Xóchitl Gálvez—a la que algunos se refieren como la “Sra. X” o la “Señora Tache”—junto con la mayoría de los candidatos de oposición, parecen tener una enorme desventaja en relación con los representantes de la alianza morenista. En efecto, la alianza opositora en México no parece tener un proyecto de nación articulado o viable, ni una plataforma coherente que convenza a las mayorías en un país cansado de los pésimos resultados de las anteriores administraciones del PRI y el PAN. Dicha fuerza política, parece reciclar a políticos rancios que se apoyan en voceros, intelectuales y comunicadores ya bastante desprestigiados. Asimismo, sus liderazgos en el sector empresarial navegan entre la torpeza y desatino (véase texto titulado: “El fracaso de un ‘junior’ equis” en https://www.sinembargo.mx/28-11-2022/4290617).
En lo que va del proceso electoral, la candidata presidencial de la alianza opositora y sus asesores han jugado un papel francamente bochornoso. Desde lo que pareció la pegada de un chicle debajo de una silla en las instalaciones del Instituto Nacional Electoral (INE) hasta sus desafortunados discursos—muchos de ellos carentes de propuestas o contenido serio—Xóchitl Gálvez sigue dejando mucho que desear. Sus apariciones recientes en distintos foros, incluyendo los estadounidenses, la han dejado muy mal parada. Impreparada, obtusa y a veces prepotente e irrespetuosa para con el electorado mexicano en lo general, Gálvez insiste en exhibirse y en construir lo que parece el preámbulo de un rotundo fracaso.
Más allá de las preferencias electorales y las ideologías, sólo algunos despistados como el periodista y columnista Andrés Oppenheimer, rancios opositores o fanáticos cegados por su anti-obradorismo pueden pensar que la llamada Sra. X es “formidable” o que tiene posibilidades reales de gobernar México. Lo que parece verdad es que la Sra. Xóchitl Gálvez se aleja cada vez más de la victoria y ha resultado ser un verdadero lastre para el movimiento opositor en el país. No obstante lo anterior, esto no parece ser su culpa; en realidad, fue elegida por las cúpulas que ostentan el poder real dentro del movimiento opositor. Dicha decisión resulta sorprendente, pues parecería lógico que una persona con sus características y limitaciones nunca llegaría a ser presidenta de México—sobre todo en las condiciones que se viven actualmente en el país y con los grandes apoyos que ha cultivado el movimiento obradorista.
Es especialmente interesante, en medio de una estrategia electoral aparentemente fallida en extremo, analizar la dirección del discurso de la candidata presidencial opositora. Es curioso detectar las características básicas de su plataforma electoral que cristalizan en el entreguismo ante el vecino país del norte y la sumisión ante los grandes capitales. Llaman la atención sus discursos locuaces y serviles con los más ricos, que prometen no subir impuestos, cancelar importantes refinerías del noreste mexicano (claves para el desarrollo de México), además de retomar el aeropuerto de Texcoco. Asimismo, destaca el panorama negro para la democracia y las instituciones que pinta, junto con otros opositores, haciendo un llamado a la intervención de actores externos en la resolución de los problemas nacionales.
La Sra. X es muy ocurrente; es hasta cómica; incluso dice groserías y se altera o salta de júbilo según sea la ocasión. A veces nos recuerda a la conocida actriz y comediante mexicana Maribel Fernández, en sus roles más icónicos en cine y televisión. En sus spots de campaña ha llegado incluso a utilizar el llamado “chingonario”, que es un diccionario que se centra en un solo verbo utilizado popularmente en México: “chingar”. Esto lo hace para presentarse [disculpen la frase] como una “chingona” y denostar, en su percepción, al gobierno actual. La Sra. Gálvez es todo un personaje. Hasta pareciera que está ahí para hacernos pasar un rato alegre, mientras dinamita lo que queda de la oposición.
Hasta pareciera que con sus impertinencias, ocurrencias y desvaríos, la Sra. Gálvez estuviera haciendo proselitismo a favor de la Dra. Claudia Sheinbaum y la continuidad de proyecto de la Cuarta Transformación. En el espectáculo actual de la política mexicana, desviamos nuestra atención con los dislates de una candidata que ofende y se embrolla a menudo; por ejemplo, recientemente dijo que la fascinante ciudad de Tijuana no es un lugar “nada bonito como Cancún” y confundió la ubicación de la llamada “ruta del vino” [dijo que está en Mexicali].
Mientras los candidatos opositores, encabezados por Gálvez, se abocan a hacer una representación cada vez más burda en el espectáculo de la política mexicana, la Cuarta Transformación avanza a pasos agigantados. No sorprendería que ganaran una supermayoría en el Congreso, lo que les permitiría aprobar el Plan C y lograr la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). Entre las ocurrencias de Gálvez, la ausencia de proyecto de nación alterno, así como la superficialidad y banalidad de gran parte de los candidatos del bloque opositor, avanza el Partido Morena y sus aliados, se perfila la Dra. Sheinbaum como futura presidenta y se consolida el proyecto de la Cuarta Transformación.
En otras palabras, se avanza hacia un régimen de partido dominante—quizás único efectivamente—que lo “atrapa todo” y “de todo” y que responde al llamado de “unidad” de quien toma el bastón de mando. En este nuevo contexto—que más bien nos recuerda a la era priista—las fuerzas armadas ocuparían un papel central que se extendería más allá del monopolio legítimo de la violencia. Siguiendo un pragmatismo multifacético en el ejercicio del poder, se romperían los contrapesos democráticos que obstruyen decisiones clave para ejercer la autoridad. Bajo este nuevo esquema, el entreguismo descarado de Gálvez no resultaría ser tan apetecible para los grandes capitales. Se avanza, en este sentido, por el otro lado.
Los antecedentes profesionales de la Dra. Sheinbaum como científica ecologista, su preparación, disciplina y su compromiso con el movimiento progresista parecen ser mucho más atractivos para las agendas de la élite global. Militarismo, ambientalismo, asistencialismo e hipervigilancia en el marco de un partido efectivamente dominante podrían constituir el panorama más deseable para los grandes capitales. Entonces, es muy posible que sea Claudia Sheinbaum quien refuerce y lleve más adelante un proyecto de “nación” que va en la misma sintonía de las élites en un marco de redefinición de las cadenas de suministro globales. Por lo tanto, no resulta descabellado decir que en este 2024 #EsClaudia y que sí arrancará el “segundo piso” de la Cuarta Transformación.