El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales
La dignidad es más bella que la victoria
La conocí de cerca en el aula, cuando las dos llegamos a estudiar la Especialidad
en Historia de México hace más de veinte años en un proceso académico
maravilloso de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y la Universidad Nacional
Autónoma de México. Éramos un grupo plural y diverso en muchos sentidos, pero
la mayoría, capaces de crear fraternidad a través del aprendizaje y la convivencia.
Ahí estaba Luisa Álvarez, a quien yo había visto de lejos y conocía por las noticias
de sus luchas sociales y políticas. Desde el primer día me impresionó su luminosa
inteligencia, su capacidad para filosofar y debatir con argumentos. Una mujer
aguerrida, pero con probada solidez intelectual. Un alma libre.
Al terminar la especialidad, nos inscribimos a la Maestría en Historia y cada
viernes y sábado nos reuníamos para disfrutar la cátedra de los mejores
historiadores del país que llegaban para mostrarnos un mundo fascinante a través
de sus lecciones. En ese contexto, nunca terminaremos de agradecer a la Doctora
Patricia Osante y Carrera y a la Doctora Carmen Olivares, la iniciativa para
profesionalizar en nuestra universidad, el estudio de la historia en Tamaulipas. Un
tiempo de reflexión y gozo por el rico aprendizaje, pero también por las deliciosas
convivencias con los maestros. Muchas veces vi a Luisa Álvarez hacer las mejores
tortillas de harina y enseñar a los destacados historiadores, sus técnicas para un
buen amasado. Y vaya que para entonces bastante conocía de históricos
movimientos de masas.
En ese tiempo, Luisa ya contaba con una Maestría en Docencia y estudiaba
además de la Maestría en Historia, un Doctorado en Filosofía de la Educación en
el ITESO. Palabras mayores sin duda, pues muy pocos son aceptados en la
prestigiada universidad jesuita. De su estadía en dicha institución, surgieron
invitaciones para dar cátedra en sus aulas, donde incluso realizó una estancia de
investigación. Luisa templó su espíritu y reafirmó sus luchas justicieras con los
jesuitas, además enriqueció notablemente su formación académica. Pocas
personas conozco en el estado con el impresionante bagaje de lecturas de la
doctora Álvarez. Con 30 años de trayectoria como docente e investigadora en
nuestra universidad tamaulipeca, imparte cátedra en la Facultad de Ciencias de la
Educación y Humanidades, donde se distingue como una docente muy querida,
valorada y respetada por sus alumnos. Me consta. Sus clases son de lo mejor en
toda nuestra universidad. Una catedrática humanista, capaz de enseñar a traducir
el pensamiento en acciones. Una profesora que forma y no sólo informa.
Por si fuera poco, Luisa es además una política nata; por vocación como diría Max
Weber. Luchadora social desde muy joven, militante de la izquierda, diputada local
y federal; Luisa ha transitado en contrario a la mayoría de los políticos: con justicia, generosidad, modestia y especialmente congruencia. Basta ver su forma
de ser y hacer para reconocerlo. Incómoda para muchos por señalar la impudicia;
Luisa ha demostrado en su larga trayectoria ser repelente al afán insaciable de
lucro y a la grosera ostentación. La doctora vive como predica; con sencillez,
despojada de soberbia y lujos, una auténtica practicante de la izquierda.
Pienso en todo ello, después de leer su poderoso y muy significativo discurso de
declinación a la candidatura por la rectoría de nuestra Universidad Autónoma de
Tamaulipas. La dignidad expresada en palabras. Respaldada por su autoridad
moral, habló claro de su movimiento iniciado hace unos años en defensa de
aberrantes injusticias y también de los graves problemas de nuestra “alma mater”,
los penosos rezagos académicos y la urgente apertura democrática en relación a
la participación de las mujeres en todos los espacios universitarios. Y después de
emitir su declinación, no por falta de capacidad y aspiración, sino por las
condiciones y resistencias; formuló una definición de poder que segura estoy
quedará como una gran lección en la historia de nuestra amada universidad: “el
poder no es una propiedad, en realidad nadie tiene el poder, el poder es un
ejercicio de hacer y actuar en comunidad”.
Sólo ese poder puede dejar huella. Sólo un poder así es capaz de prohijar verdad,
belleza y probidad. Lo demás son efímeros espejitos, jerarquías destinadas al
negro olvido. Luisa Álvarez sabe que el verdadero poder, la libertad y la dignidad
no se conquistan mediante “el abrazo mortal del lucro”, sino mediante el
conocimiento, la ética, la defensa de la justicia y el bienestar colectivo. Podrías
estar o no de acuerdo con sus posturas, pero su valor y valores, su probado amor
por la universidad, nos devuelven la fe en la humanidad y nos reafirman la
esperanza en nuestra casa de estudios. Ojalá quien se siente en la silla de
rectoría, valore y no ejerza represión a los movimientos genuinos como el de
Luisa, aun cuando piensen distinto. Por los estudiantes y para los estudiantes, es
fundamental el respeto a la diversidad, esencia de cualquier universidad con
genuino compromiso social, el espacio donde se forja el mejor capital: el humano.
Para la doctora Luisa Álvarez, mi admiración permanente. Tu lucha no acaba. Lo
dices bien con el gran poeta: lo importante no es llegar sólo(a) ni pronto; sino
llegar con todos(as) y a tiempo”.