Por Carla Huidobro*
En las sombras de la ciudad, donde las calles tienen más historias que nombres, camina el inimputable. En un mundo demasiado ocupado para fijarse en los detalles, su caminar no sigue un ritmo reconocible, sino que se mezcla con el eco de pasos que se disuelven en entre el ruido de lo cotidiano. La pobreza, telón de fondo omnipresente, dibuja líneas en su rostro, historias no contadas. Marcado por una sociedad que elige no ver, lleva en su ser el peso de un abandono que es tanto personal como colectivo.
Los índices de pobreza, fríos números en el papel, son llamas vivas en su vida, incendios que consume lo poco que queda. ¿Cómo hablar de culpabilidad cuando las cartas están marcadas? ¿Cómo juzgar a quien ha sido empujado al margen, a quien la sociedad ha fallado una y otra vez?
El abandono se siente, palpable, en cada mirada que se desvía, en cada paso que se apresura al pasar a su lado. Producto de un sistema quebrado, se convierte en un recordatorio incómodo de todo lo que preferimos ignorar. No hay poesía en el olvido, ni en la indiferencia con la que cubrimos nuestras inseguridades. La relación entre el inimputable y la pobreza es un espejo roto, reflejando las mil caras de una sociedad que aún tiene que aprender a mirarse a sí misma.
Y en medio de este laberinto de causas y consecuencias, el, sigue caminando, sombra entre sombras, recordatorio vivo de las deudas pendientes, de las historias que aún esperan ser escuchadas.
*Carla Huidobro, doula cultural, investigadora y lingüista, impulsa con pasión la Cultura de la Curiosidad. Su enfoque, arraigado en la autenticidad, el respeto y la disciplina, le permite establecer conexiones significativas y enriquecer el aprendizaje.