El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales
Usted será lo que sea, escoria de los mortales, un perfecto desalmado, pero con
buenos modales.
Joan Manuel Serrat
El diccionario dice que son desalmados aquellos seres faltos de conciencia o
facultad de espíritu para hacer el bien y rechazar el mal. Personas “sin alma”
quienes por desgracia rondan nuestro mundo cada vez con más frecuencia.
Desalmados, provocando nuestro miedo pero también lástima por transitar en este
mundo lejos de la vida buena. No sé si usted los ha padecido, pero la historia nos
muestra su presencia constante a través de los tiempos. Ahora mismo las terribles
imágenes de las guerras y la violencia globalizada son el espejo del afán
insaciable del lucro y la encarnación de los desalmados.
Desalmados quienes han ordenado las grandes matanzas de la humanidad, pero
también los recurrentes atentados donde han caído pocos o muchos inocentes.
Gente sin alma que con temible frialdad ejecuta intelectual o materialmente actos
terribles cortando la vida de otras personas. Desalmados los asesinos en serie,
capaces de llegar a un lugar y dispararle a una multitud inerme. Faltos de alma los
violadores y los feminicidas con sus crímenes infinitos y casi siempre impunes.
Desalmados también quienes abusan de los niños indefensos con brutales
acciones exhibiendo lo peor de la humanidad.
En todos lados parece haber desalmados. Basta abrir un periódico o leer en red
para encontrar narrativas incluyendo sus deshumanizados actos. Lo mismo cerca
o lejos de nuestro entorno los desalmados habitan y actúan. Hace unos días la
espeluznante noticia del brutal asesinato de un periodista daba cuenta de ello y
también en el país vecino otra matanza en serie nos aterraba al demostrarnos la
fragilidad de lo humano. Nunca dejamos de sorprendernos cuando se trata de
crímenes, ahora en vivo y en directo en las redes sociales y muchas veces
anunciados por los propios asesinos. Bien dice Muñoz Molina, el vuelo de la
literatura policiaca se queda corto frente a la desmesura de los grandes asesinos
de la realidad.
Desalmados también tantos políticos, jefes y monarcas en todo el mundo que
abusan del poder para defraudar, engañar y robar a sus propios pueblos.
Bastantes ejemplos tenemos al respecto. Gobernantes y representantes que
olvidando el mandato de su sociedad, traicionan la vida con hechos vergonzantes.
Desalmado Nerón, quien tocaba la lira mientras su gente ardía y desalmados los
muchos políticos en estos tiempos que no sirven sino se sirven a su antojo del
dinero público sin condolerse del hambre y el miedo de la gente. Y no solamente
los de primer nivel, también en mandos medios y hasta en los sótanos de los
organigramas se dan casos espeluznantes de robos, prepotencia y acosos.
A estas bajuras de mi texto, usted ya debe tener en mente uno o varios
desalmados. Pero ay, asómbrese, no sólo quienes matan, roban y dañan son
desalmados. Sin alma son considerados también los indiferentes, los que voltean
su mirada ante el dolor de los demás y callan ante las injusticias. Bien lo decía
Luther King: “no me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los
deshonestos, de los sin ética. Me preocupa más el silencio de los buenos” Porque
también se daña con apatía, encerrados en los pequeños mundos, distraídos en
las pantallas antes de pensar en lo que pasa fuera y apoyar. Desalmados
podemos ser también usted o yo, cuando por miedo a perder nuestra comodidad,
olvidamos a quien más nos necesita.
Y el mundo está lleno de desalmados pasivos. Personas que parecen tan
respetables, religiosas, amables. Pero por desgracia, incapaces de dolerse ante el
sufrimiento ajeno. Gente que prefiere cerrar los ojos ante el dolor, la violencia, la
miseria de tanta gente. Algunos especialistas en estos temas, señalan como
desalmados a personas vacías, carentes de conciencia, privados de vida interior,
enfocadas mayormente en su bienestar, en conseguir cosas aun a costa de los
demás. Gente que tiende a ser superficial, egoísta, soberbia, depredadora e
incapaz de la empatía, la solidaridad, la compasión.
Y también la indiferencia mata. “En tiempos peligrosos no hay mayor pecado que
la pasividad” dice Brown. Y es precisamente en estos tiempos difíciles cuando se
ha globalizado la insensibilidad. En medio del crimen y el miedo, se prefiere
ocultar la cabeza que levantar la voz, salir corriendo que apoyar al prójimo. Ya no
se hace nada “con el alma”, ya no se entrega el alma, ya ni siquiera se ama con
toda el alma. La constante ahora es ir por la vida en lo superficial; sin
comprometerse, sin darse, sin compadecerse.
Tiempos difíciles nos ha tocado vivir sin duda. Tiempos de multiplicación de los
desalmados, lo mismo activos que pasivos. Pero tiempos propicios también para
ejercer la solidaridad, la compasión, la empatía, el amor con alma. De nosotros
depende.