El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales
Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el
carácter de un hombre dale poder.
Abraham Lincoln
Hace algún tiempo, una amiga me comentó acerca de la suerte “envidiable” de
algunos políticos y funcionarios muy conocidos, quienes de la noche a la mañana
habían amasado fortunas millonarias. Al paso del tiempo, algunos de ellos cayeron
en desgracia, unos muy enfermos, otros en bancarrota y varios murieron jóvenes.
Ante las desgracias, mi amiga cambió un tanto su percepción y dijo
coloquialmente: “pobres, les cayó la sal muy gacho”. Recuerdo sus palabras
ahora, después de enterarme de varios sucesos en los cuales se confirma que
nadie está exento de la mala suerte o la adversidad. Ni los poderosos. Sean de la
esfera pública o privada.
Lo hemos visto cerca y lejos. El poder y el dinero no son garantía para vivir con
buena estrella toda la vida. Ya lo decía el gran estudioso Max Weber: la política
genera las más temibles fuerzas demoníacas. También eso hemos visto y
seguimos viendo. Nicolás Maquiavelo por su parte escribió también del poder y la
suerte, a la cual consideraba muchas veces determinante en la vida del poderoso.
A la vida la definen, mitad la voluntad y mitad la fortuna, decía el florentino. Hoy
tienes poder y mañana te llega el salitre, diría mi amiga, quien sin leer a
Maquiavelo, ya se puso a pensar sobre la mala estrella de los poderosos.
Mala estrella, adversidad, desventura, tragedia. Llámele como quiera, pero
ejemplos sobran en el panorama del poder. Pasados y presentes. En nuestro país,
varios magnicidios son referentes. El de Luis Donaldo Colosio, cual drama de
Shakespeare, cambió el rumbo de la historia nacional. Este próximo marzo se
cumplirán treinta años de lo entonces inimaginable para los mexicanos. Recuerdo
bien donde estaba cuando me enteré de la escalofriante noticia, supongo que
usted también, son acontecimientos muy fuertes. Creímos que con Álvaro
Obregón se habían terminado esas tragedias, pero llegó la bala asesina
derrumbando al candidato y todo México fue recorrido por la consternación, la
incredulidad, la incertidumbre. Había sucedido lo que creímos imposible.
El presente también nos muestra los escenarios del infortunio. Ni las monarquías
se salvan. En ese contexto, mal empezó el año para el Rey de Inglaterra pues
después de una operación en la próstata, recién circuló la noticia de un delicado
mal en su cuerpo. Un hombre que esperó pacientemente la corona durante
décadas y apenas con un breve tiempo en el trono, ha sido tocado por el cáncer y
cancelado su agenda pública para recibir tratamiento. Su nuera y futura reina,
también ha estado afectada de salud, hospitalizada y retirada de sus actividades
por un mal, presuntamente gastrointestinal. Noticias ambas causaron fuerte
conmoción en el Reino Unido, pues la monarquía todavía representa mucho,
especialmente como un símbolo en la historia del país. Lo dicho: el poder no libra
a nadie de la desgracia.
Otro poderoso pasando tragos amargos es el presidente Joe Biden, pues sus
críticos y adversarios ahora lo señalan con mala salud mental por los recurrentes
“lapsus de memoria y conversaciones dolorosamente lentas” mencionados en el
informe de un fiscal y que sus malquerientes atribuyen a la decrepitud,
considerándolos además un peligro para su reelección. A eso sumen la amenaza
llamada Donald Trump, quien ya se siente de nuevo como el primer inquilino de la
Casa Blanca, al encabezar algunas de las encuestas, pese a los delitos que se le
imputan y lo han mantenido en constante zozobra.
También los poderosos padecen desventuras. No todo es miel sobre hojuelas en
los pasillos de los palacios, ni en las mansiones de los grandes jerarcas. La
enfermedad y la desgracia tocan todas las puertas. Y según los especialistas, los
hombres y mujeres del poder y sus cercanos, son además muy vulnerables a
padecer la hybris, el mal del ladrillo, la soberbia que en muchos casos se vuelve
locura, afectándose ellos y afectando a todo un pueblo, institución, estado o país.
Personas que al abusar de su posición casi siempre reflejan complejos y traumas.
Mantener la cordura, la estabilidad emocional, ser justos, honorables y ecuánimes,
tal vez es una de las cosas más difíciles para un poderoso. Los historiadores
podemos dar cuenta de numerosos ejemplos y en el mundo actual también sobran
los enfermos de poder.
En suma, reflexionar acerca del poder es necesario, especialmente si pensamos
que el verdadero poder reside en la sociedad, en los electores, en las mayorías,
en las colectividades que pueden otorgar o quitar el poder a quien abuse. También
una desgracia inesperada puede acabar con todo. Colosio, Allende, Kennedy,
Gandhi y muchos más. La historia del poder suele ser dramática. Y por cierto, mi
amiga ya no los envidia.