Por Guadalupe Correa-Cabrera/Sin embargo*
El fin de semana pasado tuve la oportunidad de platicar con Roberto González Cabrera, un hombre extraordinario y valiente, a quien le tengo un enorme respeto y una gran admiración. Quizás recuerden su caso, el cual fue muy sonado a nivel nacional hace algunos años. Todo sucedió el día 20 de enero de 2017, a las 8:10 a.m. para ser exactos, cuando Roberto quedó cuadrapléjico, luego de la golpiza que le propinaron Rodrigo Galán Gutiérrez y María Fernanda Salcedo Medrano. Estos individuos eran vecinos de Roberto y su familia en el fraccionamiento La Joya, en Playa del Carmen, Quintana Roo. Han pasado exactamente siete años de pesadilla para Roberto, quien sigue esperando justicia por un crimen que le cambió la vida de la forma más trágica que puede ocurrirle a un ser humano. Es el caso de mayor dolor e injusticia que me ha tocado presenciar en toda mi vida, dada mi cercanía con la víctima.
Y después de seguir este caso por años, toda esta situación me inquieta. me indigna, me parece inconcebible. Pareciera ser que en México no existe la justicia. En efecto, la justicia no parece haber llegado a nuestro país, ni siquiera después de un supuesto cambio de régimen o alegada “transformación”. La justicia aquí, como en todos los tiempos, no llega para quienes no tienen los recursos monetarios, y puede ser violada o cancelada por aquellos que cuentan con mucho dinero y con muchas influencias. Éste parece ser el caso de los agresores de Roberto. Desde principios de 2017, el caso no avanza y los victimarios siguen libres. Nunca han pisado la cárcel, ni se han hecho responsables de los gastos de un hombre que ha quedado postrado de por vida en una silla de ruedas, sin poder mover las cuatro extremidades de su cuerpo y sin sentir absolutamente nada de los hombros hacia abajo.
Es una verdadera tragedia; considero a éste como el acto más atroz y abominable que demuestra que en el México de hoy la justicia no existe para las víctimas sin recursos, sino sólo para los ricos y para aquellos que cuentan con los recursos y el poder suficientes para influir sobre las autoridades correspondientes, como la pareja formada por Rodrigo Galán y María Fernanda Salcedo (#LordCobarde y #LadyCobarde, respectivamente, como fueron denominados en medios desde que comienza el caso), quienes no han pisado ni un día la cárcel. Ellos parecen no sentir remordimiento alguno por haberle causado el mayor dolor imaginable a un ser humano, por haberle mutilado las alas, por haberle coartado sus sueños, su movilidad y su completa libertad. Sólo un psicópata podría vivir tranquilo después de cometer un crimen de esta magnitud.
Roberto—a quien desde ahora llamaré también “Robert”, pues así le dice su familia y así le decimos quienes lo queremos y lo conocemos desde niño—es ahora un hombre de 46 años de edad, quien decidió contarme su historia ahora que está a punto de llegar, lo que podríamos denominar: “el juicio final”. Después de siete largos años de espera, el 26 de febrero se decidirá su caso en un juicio oral. Y cuando le pregunto ¿qué quiere?, me dice que lo único que espera “es que se haga justicia”. Me dice que ya está cansado, que ya fueron muchos años de espera, de desilusiones, de ansiedad, de maltratos y de múltiples injusticias.
Robert es un hombre bueno, es un hombre justo, cariñoso, alegre (dentro de lo que cabe). Robert no busca venganza y tiene aún la esperanza de tener una vida mejor y de poder ver finalmente a su hijo, con quien no ha tenido contacto por cerca de cuatro años. Y créanme que en este último caso la culpa no ha sido de él. En efecto, si Roberto vive es por el sueño de poder reunirse de nuevo con el ser a quien le dio la vida y a quien agradece por sobre todas las cosas su existencia, pues ese sueño es su razón de vivir. Roberto ama a su hijo y a muchos nos consta que lo ha hecho todo por estar con él.
Tristemente, la fortuna no ha estado a su lado todo este tiempo. La tragedia ha marcado su destino. Además de haber sido víctima de múltiples agresiones e injusticias en este caso, el hombre que quedó cuadrapléjico por una golpiza que le propinaron sus otrora vecinos ha sido gravemente afectado por quien fuera su esposa, Blanca Rosalía Pérez Andrade, quien fue y ha sido, parte clave de esta trágica historia. Pero, ¿qué le pasó a Robert? ¿Qué espera él, quién fue y quién ha sido la única víctima de este crimen y de quiénes se han querido aprovechar de él? ¿Qué sigue? ¿Qué podemos hacer?
La pesadilla comenzó por un pleito entre vecinos con motivo de la entrada de un perro a la casa de Robert, por descuido de su dueña, María Fernanda Salcedo. La situación derivó en una acalorada discusión entre la víctima y la propietaria del can, quien después del incidente llama su esposo, Rodrigo Galán. Este último llega al poco tiempo a atacar a Robert, utilizando posiblemente un artefacto que inmovilizó a la víctima sin dejarlo defenderse—algo así como un arma de electrochoque o pistola eléctrica—para comenzar a propinarle una paliza. María Fernanda se une a la agresión, y juntos patean y golpean a puño cerrado a su vecino, causándole daños irreversibles en cervicales y médula espinal. Todo el incidente es captado por las cámaras del fraccionamiento. No hay duda de que los responsables de la condición que sufre ahora Robert son estas dos personas.
Esta es la versión de la víctima:
Ellos me golpearon a puño cerrado y me patearon. Yo no pude advertirles que me sentía mal, pues en un momento ya no podía respirar, ni hablar, ni moverme. Ellos me siguieron golpeando hasta que se retiraron. Mi hijo, que en ese entonces tenía 10 años de edad, estaba viendo. Yo desconcertado observaba mi brazo derecho y decía: ¿por qué no se puede mover? Además, me di cuenta de que yo no podía hablar, y ya no pude decir nada. Tengo cuadriplejia debido a una lesión medular, una lesión en la médula espinal. Y debido a esa lesión no puedo mover brazos, ni piernas; no tengo sensibilidad en mi cuerpo desde la altura de los pezones hasta la planta de los pies. Soy ahora propenso a heridas y a desarrollar llagas, las cuales pueden hacerse mayores e infectarse; esto me pueden llevar a la muerte. Y lo peor es mi tema emocional; en mi proceso para exigir justicia, se destruyó mi matrimonio; un hijo mío murió y ahora no tengo contacto con mi otro hijo por casi cuatro años. Y mis agresores están libres; parecen no tener sentimientos.
Robert ha estado a punto de perder la vida muchas veces y comenta lo siguiente: “Durante los primeros seis meses, me estuve debatiendo entre la vida y la muerte. He tenido dos infartos, siete paros respiratorios y un día casi me muero porque se me infectó una llaga, que me causó una profunda herida en el coxis. Como no me puedo mover, la llaga se me fue infectando; al final me pusieron como sesenta grapas para cerrar la herida.” Además, Robert estuvo tres largos años sin poder hablar debido a que tenía una traqueostomía, es decir, le hicieron una abertura en la tráquea por donde pasaba un tubo o cánula para que pudiera respirar.
Así describe su condición:
No poder hacer nada, ni poder moverte, ni poder hablar—a veces ni respirar adecuadamente—es algo muy desesperante. Muchas veces quise suicidarme, pero lo peor del caso es que no podía hacer ni eso pues no podía mover mis manos para quitarme la vida de alguna manera. Tampoco podía pedirle a alguien que me ayudara, pues no tenía voz. Ni siquiera suicidarme era una opción viable. Pero poco a poco fui valorando mi vida. Y todo esto fue gracias al cariño de mis padres, de mis hermanos, de mi amada Verónica, de mis amigos, y de otras personas especiales y maravillosas que me han apoyado tanto. Mi madre fue crucial en el proceso de recuperación; lamentablemente ella falleció el año pasado.
De acuerdo al testimonio de Robert y a los testimonios de otras personas con quienes hablé para escribir esta historia, la parte más difícil para Robert, física y emocionalmente, fue durante el tiempo que estuvo al cuidado (si así puede decirse) de quien fuera su esposa, la señora Rosalía Pérez Andrade. Afortunadamente, cuando él regresa al cuidado de sus padres y sus hermanos, ellos pudieron facilitarle—con muchísimo esfuerzo, pero inmediatamente—una operación que le devolvió el habla. No se entienden los tres años de la traqueostomía; algunos piensan que quizás convenía a “otros intereses”. El tiempo que pasó con la señora Rosalía Pérez Andrade fue, según me comentan sus seres queridos, un verdadero infierno para Roberto. A este hombre no sólo lo agredieron las personas que le causaron la cuadraplejia por los golpes, sino también la persona que estuvo supuestamente a su cuidado por los primeros tres años.
Rosalía fue extremadamente activa, movió la historia de Roberto por casi todos los medios de comunicación nacionales y en diferentes estados de la República Mexicana—incluso logró contactar con los noticieros y periodistas más relevantes del país en ese momento. Y no sólo eso; llevó a Roberto en camilla a las audiencias, organizó múltiples eventos para recaudar fondos e incluso, en 2018, organizó una visita a la “casa de transición” del entonces Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. Todo apuntaría a que la esposa de Robert —con la que, por cierto, tenía ya enormes desavenencias antes de lo sucedido (y de ello hay múltiples testigos)—buscaba justicia verdadera para su marido cuadrapléjico. Sin embargo, las cosas en realidad parecían ser muy diferentes.
En mi investigación sobre el caso, descubro una denuncia por abuso por parte de Roberto González Cabrera en contra de Blanca Rosalía Pérez Andrade. También hablé con múltiples testigos y confirmé una situación escalofriante. La denuncia y los testigos aseguran el maltrato verbal y maltrato físico perpetrado por la exesposa de la víctima. Y él, con mucha vergüenza, me confesó lo ocurrido y comentó: “Ella me maltrató muchas veces y hasta me pegó. Así tal cual. Yo no le hice nada; yo no me puedo ni mover. Un día ya no pude más y pedí (de forma clandestina, ¡imagínate!) que llamaran a mis padres. Recuerdo esa última ocasión. Yo le pedía ayuda para poder retirarme la orina. En ese momento yo no podía hablar y hacía ruidos y me movía para pedirle ayuda pues estaba muy angustiado. Ella se molestó y me comenzó a gritar y a golpear. Sentí una desesperación indescriptible. Se siente horrible no poder moverte, no poder hablar y esta persona pegándote en las piernas. Y una vez más, no puede defenderme ni verbal, ni físicamente”.
Recuerdo que a raíz de esa atrocidad, los padres y hermanos de Robert decidieron rescatarlo. Decidí platicar con ellos y me describieron la odisea por la que pasaron para liberar a ese hombre del yugo de quien fuera su esposa. Rosalía lo mantenía incomunicado y no podía él ver a su familia. No entiendo yo cómo puede existir tanta maldad en este mundo. El rescate fue, para todos aquellos que lo amamos, un momento de dicha y de esperanza. Desde entonces, Roberto está mucho mejor, lejos del abuso de una persona que lo atormentaba y lo abusaba sin piedad. Hay una denuncia y hay testigos de lo que pasó entonces y mucho antes de la tragedia. Pero hay algo que me indigna sobremanera, y así lo platica Roberto:
Rosalía se ha destacado por ser una persona enfocada en lo monetario. Estábamos en medio del litigio con Rodrigo Galán y María Fernanda Salcedo. Quizás ella pensaba que ganaríamos el caso y así se resolverían muchos de nuestros problemas financieros. Nosotros teníamos una casa en Playa del Carmen, pero un día estábamos con mi hijo y nos llevó a ver otra casa que ella quería comprar. Entonces ella le dijo a mi hijo que ya había dado el anticipo para adquirir ese inmueble y dijo textual: “Lo demás lo vamos a dar cuando le paguen a tu papa”.
Esto último a mí, en lo personal, me parece aberrante y absolutamente reprobable. En lugar de enfocar el dinero que podría obtenerse de un juicio justo para los cuidados de una persona desvalida de por vida, la persona responsable de “sus cuidados” parecía estar más preocupada en mejorar su nivel de vida. Es verdad que ella era responsable de la vida de Roberto y que los cuidados de un paciente como él son extraordinariamente difíciles, pero las cosas no parecían ni transparentes, ni lógicas, ni realizadas con la entrega de una persona verdaderamente interesada en la salud del ser a quien ama. Bueno, esa es la percepción de muchos que conocen detalles íntimos sobre este caso.
Rosalía, según me informan, contaba con dos poderes para cuidar de Roberto y realizar, en su nombre, todas las acciones legales y las transacciones necesarias debido a la situación de indefensión de su marido entonces. Desafortunadamente, al final de la relación, utilizó esos poderes para hacerse de las propiedades que tenían en conjunto. Roberto ya no supo de ellas. “Cuando nos divorciamos, yo estaba muy afectado. Ella por Ley estaba obligada a brindarme manutención, pero yo renuncié a ella. Las propiedades de los dos se tenían que dividir por partes iguales, pero yo preferí cedérselas a ella. Yo sólo le pedí ver a mi hijo, lo cual nunca ocurrió. Quizás Rosalía logró poner a mi hijo en mi contra. Llevo casi cuatro años sin hablar con él”.
Algunas fuentes cercanas a Roberto piensan que Rosalía Pérez Andrade podría estar ahora mismo de acuerdo con Rodrigo Galán y su esposa. Ella es uno de los testigos más importantes, junto con su hijo, en el juicio final de Roberto que se llevará a cabo a finales de febrero del año en curso. Rosalía ya no contesta las comunicaciones y parece no se presentará al juicio como testigo. Esta es una pena absoluta, debido a la relevancia de ella y su hijo como testigos para la resolución de este caso. Pero constan todas y cada una de las declaraciones que hizo a medios cuando cuidaba de Roberto y tenía la esperanza de que ganaran el caso; todo está grabado. El otro testigo clave, la madre de Roberto, acaba de morir hace pocos meses. Roberto González Cabrera llega, por ese lado, debilitado, para el juicio más importante de su vida.
Y así reflexiona Roberto al respecto: “Lamentablemente yo no tengo recursos ni posibilidades de pagar por mi defensa legal. Afortunadamente, cuento con la ayuda de abogados que han llevado con gusto mi caso y me ofrecieron la oportunidad de no cobrar sino hasta el final, cuando haya remuneración. Pero temo lo peor; los agresores tienen demasiados recursos y demasiadas influencias y parece contrataron a los mejores abogados. Han puesto 18 amparos a la fecha. Se acaban de cumplir siete años del incidente y ellos han podido postergar el juicio ya varias veces. No han pisado la cárcel ni un sólo día por lo que me hicieron. El papel de la Fiscalía General de Quintana Roo ha sido demasiado desafortunado; no se ha hecho justicia en mi caso en años”.
¿Y qué espera Roberto?
Yo lo que quiero es terminar de una vez por todas con esto. A mí toda esta situación me genera mucho estrés, me pone muy mal. Cuando esto termine veré de dónde sacar las fuerzas y los recursos para seguir subsistiendo. Espero la reparación del daño o que los criminales terminen en prisión. No pueden estar personas como ellos libres y sin afrontar a la justicia; pueden hacer daño a más personas. Yo quiero que se llegue al fondo de todo esto. Estoy postrado en una cama. No aspiro más que a una silla de ruedas. Y luego están los múltiples gastos en medicinas y doctores.
El 26 de febrero de este año empieza el juicio final en el caso de Robert; empieza la audiencia, es decir, la etapa final donde se presentarán los testigos de ambas partes y “tres jueces estarán en el ojo del huracán” pues ellos tomarán la decisión última. Galán Gutiérrez y Salcedo Medrano parecen tener muy buenos abogados. Recientemente, quisieron negociar una suma y condiciones irrisorias con Roberto; sus oficinas se localizaban en una zona exclusiva de la Ciudad de México. ¿Se vale burlarse así de una persona tan vulnerable, que no se puede ni mover? Yo creo que no; es ofensivo, es aberrante.
Y así prosigue diciendo Roberto:
“Yo espero que paguen, que respondan por lo que hicieron. Y lo que hicieron fue algo muy feo. Yo no puedo vivir si no tengo una persona a mi lado todo el tiempo; es decir, si no tengo una cuidadora, yo me muero. Hablo de una persona que pueda realizar el cateterismo y que me ayude a hacerlo todo, hasta lo más elemental. Si no vacío mi intestino, me muero; si no como, me muero. Yo no puedo vivir si no tengo una persona que esté velando 24 horas por mí. Necesito dinero para pagar mis medicamentos. Hay por lo menos 15 medicamentos que son para mí indispensables. Uno, por ejemplo, es para evitar que el cuerpo se me ponga rígido; también tomo dos medicamentos para la digestión. He terminado varias veces en el hospital porque me digestión no es la mejor y me obstruyo. Otro medicamento es para la presión; tengo motivos para morirme por hipertensión. Otra cosa que tengo son fuertes dolores en las manos, en los brazos y en los pies; siento como si agarrara un hielo constantemente”.
No puedo dormir en las noches. Es difícil conciliar el sueño y descansar pues, en mi condición, no puedes moverte en las noches y ello es demasiado incómodo. Entonces para poder dormir tengo que tomar una medicina que además es muy adictiva. Me causa ahora muchísima ansiedad si no la tomo. Pero la necesito forzosamente para dormir: llevo siete años tomándola. Además, necesito receta médica para poder adquirir algunos medicamentos. Cada vez que tengo que ir con el doctor me cobra mi 200 peso para poder expedirme una receta. También necesito orinar y no puedo hacerlo sólo. Me tienen que meter una sonda en el pene que llega hasta la vejiga para poder sacar la orina y eso es cada tres horas. Para poder evacuar me tienen que “digitalizar” [no quiero explicar el procedimiento], lo cual es muy desgastante. La vista se me ha disminuido muchísimo, además. Todo mi cuerpo me está fallando. Yo era antes un atleta; hacía muchos deportes, me encantaba nadar. Ahorita estoy en la cama sin poder trabajar, sin poder enfocarme a atender una familia; estoy esperando a ver qué puedo hacer de mi vida. Es una angustia tan grande. Por eso no puedo dormir; tengo mucho malestar y una depresión que estoy tratando de sobrellevar.
¿Cómo quisieras que se hiciera justicia? ¿Cómo la vislumbras?
Como dije anteriormente, pido se me remunere monetariamente o que esta gente termine en prisión. Me da tanta pena ser una carga para mis seres queridos, para mi familia, me avergüenza pedir dinero a mis hermanos para sobrevivir y más a mi papá que casi tiene 80 años. Pero por ahora me es imprescindible pedir ayuda. A lo mejor me haría sentirme más tranquilo saber que mis agresores están en la cárcel. No lo sé, pero quiero se haga justicia y quiero contar mi historia, toda, toda la verdad. Ahora lo único que puedo hacer es hablar y contar la verdad. Lo único que tengo es mi voz (que no tuve por tres años), aunque no puedo trabajar, no puedo hacer ejercicio, no puedo comer o hacer mis necesidades yo sólo; soy como un bebé.
En poco más de un mes, el 26 de febrero de 2024, comienza el juicio final en el caso de Roberto González Cabrera. Necesita mucho apoyo para ganar este juicio; así debe ser. Robert ha sufrido ya demasiado, pero aún tiene muchas ganas de vivir. Robert es un guerrero, es un hombre admirable, es un hombre bueno. Toda mi solidaridad con este ser humano tan valioso, tan humano, tan valiente. Exigimos justicia, #JusticiaParaRobert, #Justicia para Roberto.
Aquí abajo comparto una liga con videos de TikTok para que conozcan a Robert, para que vean quién era él antes de su accidente y para que vean todo lo que le ha pasado. Apóyenos a contar esta historia en medios y redes sociales. Necesitamos entre muchos poner presión para que las autoridades de Quintana Roo hagan su trabajo y no sucumban ante las influencias ni ante el dinero en un caso tan claro y tan escalofriante. Queremos creer y comprobar que sí hay justicia en México. Ayúdenos por favor a pedir #JusticiaParaRoberto.
Aquí los vídeos:
https://www.tiktok.com/@MS4wLjABAAAAsFDS0Q6LdjAWK9W0s8uZx_jZs8n3l6K6Yc2lZVFYKKEBssidM2OEzCx6h7c348cH
*Link original en Sin Embargo:
https://www.sinembargo.mx/22-01-2024/4457544