Por Guadalupe Correa-Cabrera
En vísperas de una reelección de Nayib Bukele como Presidente de El Salvador -quien deja el cargo por seis meses para poder postularse a los comicios de su país en 2024- decidí visitar la nación centroamericana para entender sus transformaciones recientes y la nueva contribución de su población a los flujos migratorios regionales.
De acuerdo a cifras oficiales, la emigración de salvadoreños se reduce considerablemente en los últimos años. Según datos de la Unidad de Política Migratoria, Registro e Identidad de Personas (UPMRIP), la reducción de la migración salvadoreña alcanza hasta un 90 por ciento en los últimos dos años. Se registra, además, una disminución considerable en las solicitudes de asilo ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Las cifras de detenciones de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) muestran la misma drástica tendencia a la baja (https://www.diariodelsur.com.mx/local/politicas-de-seguridad-de-nayib-bukele-disminuye-90-la-migracion-en-el-salvador-11108087.html).
Esta reducción en los flujos migratorios es impresionante y se debe -según diversas fuentes y testimonios recopilados para una investigación más detallada y profunda- a las exitosísimas políticas de seguridad y desarrollo de Nayib Bukele. Parece difícil de creer, en principio, los avances tan significativos en términos de reducción de la emigración, desarrollo económico, e incremento en inversiones y bienestar en general de la población de El Salvador. Es sorprendente que en el transcurso de la administración de un sólo hombre (muy joven, además), un país tan pobre, desigual e inseguro, se haya transformado de la manera en que lo ha hecho. La gente dejó de escapar del país y ahora parece sentirse bastante segura y esperanzada por lo que vive y por lo que viene. Hasta hace poco, me parecía difícil creer lo que decían los medios de comunicación y diversos analistas sobre esta nación centroamericana. Sin embargo, esta visita me confirmó, en cierto modo, que en El Salvador se ha gestado un milagro desde que Bukele llegó al poder en junio de 2019.
La última vez que visité el país centroamericano fue en el año 2016. La situación de pobreza e inseguridad eran absolutas y aberrantes. Había múltiples regiones del país que eran intransitables por el control de las pandillas y el miedo que ejercían éstas entre los ciudadanos. Muchos salvadoreños eran asesinados, obligados a trabajar en negocios criminales o debían pagar derecho de piso o impuesto de guerra a los pandilleros que eran los “señores” del sistema penitenciario y controlaban las calles de una nación sumida en la miseria, la violencia, la impunidad, la corrupción y la falta de Estado de Derecho y de planeación en todas sus vertientes.
Desde el 2015 hasta el 2019, entrevisté decenas de migrantes salvadoreños en las rutas migratorias desde el Salvador hasta Estados Unidos, quienes me narraron los horrores que vivían, y que los forzaron a dejar sus hogares y sus tierras. La decisión de tomar un camino peligroso hacia partes del mundo más desarrolladas -que privaba a muchos de sus pertenencias, su dignidad y en ocasiones hasta de la vida misma- se convirtió en la única opción para un gran número de salvadoreños en una tierra dominada por pandillas o maras, como ahí se les conoce.
Los cambios desde la llegada de Bukele son espectaculares y parecen muy positivos en todos los sentidos. Tuve la oportunidad de conocer gran parte del país años atrás y ahora fui testigo de una gran transformación que cambió la cara de la nación para bien. La gran mayoría -más bien casi la totalidad- de las personas con las que hablé durante este último viaje se muestran satisfechos, esperanzados y también asombrados por los enormes logros de quien aspira a reelegirse como Presidente. Con una popularidad apabullante -que oscila entre el 80 y 90 por ciento- Nayib Bukele se coloca como uno de los líderes políticos más importantes y exitosos de todo el mundo. Los resultados obtenidos en su mandato son evidentes. La seguridad y el desarrollo dejaron de ser promesas para convertirse en realidades en este país, donde además, la cuasi-total confianza en el actual liderazgo gubernamental parecen ahora caracterizar a su gente.
El principal acierto de Bukele es, sin lugar a dudas, su política de seguridad de tolerancia cero al delito, una depuración completa de las policías y del sistema penitenciario, además de una coordinación muy efectiva de la fuerza civil con las fuerzas armadas (que contrasta abiertamente con el caso de militarización mexicano). Los resultados en este rubro son sorprendentes y se complementan con una lucha efectiva contra la corrupción y la impunidad que se ha trasladado en una mejora significativa en los niveles de bienestar de la gente. La tasa de homicidios ha bajado hasta cero. El Salvador deja de ser “el país más violento del mundo” para convertirse en un oasis de esperanza para su pueblo y sus vecinos en el hemisferio.
Los éxitos en materia de seguridad y combate a la corrupción e impunidad en El Salvador se acompañan de políticas de desarrollo e inversión bastante efectivas que brindan mayores oportunidades para los ciudadanos de ese país. Los resultados en el aspecto socioeconómico también son evidentes en términos de infraestructura, planeación urbana y empleo de nuevas tecnologías de vigilancia. Asimismo, se mejoran considerablemente las carreteras, telecomunicaciones y puertos, al tiempo que se avanza en el plan para la construcción de un gran tren de pasajeros, el llamado Tren del Pacífico de Acajutla hasta el Puerto de la Unión (de frontera a frontera, por la costa).
Todo esto se realiza en el marco de la introducción del Bitcoin, que aunque parecía una locura al principio, se presenta ahora como un elemento adicional que supuestamente contribuye al desarrollo económico de esa nación. De hecho, ya están listos los mapas para comenzar la construcción de Bitcoin City, un espacio urbano donde dicha criptomoneda sería de circulación exclusiva. Los planos me recuerdan al controvertido proyecto de las denominadas “ciudades de 15 minutos”. El Gobierno ha presentado como un éxito contundente las ganancias del Bitcoin y su utilización para creación de infraestructura y programas sociales. Cabe destacar que Nayib Bukele extiende la red de apoyo social a grandes sectores de la población, que agradecen las políticas del mandatario hacia los sectores más desfavorecidos -quizás en camino a la implantación de un sistema de “renta universal”-.
En este nuevo contexto, El Salvador parecería ser el campo de experimentación perfecto para las nuevas políticas de desarrollo que plantean los grandes hombres del capital transnacional que, según postulan, derivarán en derramas económicas para todos los pueblos del mundo. Aquí se traza un camino hacia la introducción de las monedas digitales de los bancos centrales (CBDCs, por sus siglas en inglés), la renta universal y el avance acelerado de las tecnologías digitales. El “nuevo” El Salvador acepta y se beneficia en gran medida de las inversiones Chinas y, al mismo tiempo, mantiene sus buenas relaciones con los grandes capitales estadounidenses. Es un país que se adapta, en esquemas de mano dura (con el control total de la policía y los militares), a un nuevo mundo multipolar y de hipervigilancia cuya tecnología es diseñada por una nueva hegemonía digital. Es el mundo del proyecto del “Build Back Better” (‘construir mejor de nuevo’) que podría inspirar a países como Argentina, Honduras o México.
Veremos si este experimento se mantiene en el largo plazo. Por ahora, El Salvador disfruta de los buenos resultados y acertadas decisiones de un líder aparentemente genial, quien ha sabido adaptarse a la nueva realidad y liderazgos globales (de quienes ha recibido importantes donaciones; me refiero a Warren Buffett, por decir un ejemplo). Nayib Bukele parece haber entendido bien los nuevos tiempos y se adaptó, con éxito, a las nuevas directrices del gran capital que le permitieron—en un inicio, por lo menos—iniciar una trayectoria hacia un “verdadero” desarrollo con seguridad (aparentemente).
Sin embargo, aún quedan dudas sobre la viabilidad del modelo y sólo el tiempo lo dirá.
Veremos, en unos años, los resultados de este modelo tecnocrático en términos de desarrollo democrático, estabilidad del sector financiero, justicia y derechos humanos. Por cierto, ¿qué ha sucedido con los pandilleros en las cárceles y sus derechos (negados por muchos, por obvias, pero no humanas razones)? Ahora se encuentran en la cárcel, aparentemente tranquilos y no sabemos nada malo de ellos. Raúl Mijango se llevó el secreto a su tumba (sobre lo que pasaba con ellos), un secreto del que ya nadie parece que quiere saber. Algunos sugieren que una tregua ultra-corrupta fue reemplazada por la “mano dura” de otra tregua: aquella del autoritarismo tecnocrático. Esta es una idea profunda a desarrollarse más adelante. Así las conspiranoias del milagro salvadoreño. Esta historia continuará.
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.