El jardín de la libertad
Por Libertad García Carbriales
El regalo más grande que les puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida.
Bertolt Brecht
Teníamos pocos años de vivir en Victoria, cuando escuché su nombre en labios de mi padre: Aníbal Pérez Vargas. Fue en una conversación de sobremesa familiar, cuando hablábamos de la importancia de contar con un buen Procurador de Justicia en Tamaulipas. Un hombre conocedor, hábil en los caminos de la justicia, un abogado respetable. Tiene mano izquierda, dijo papá; una expresión muy usada por él cuando reconocía la capacidad de lograr buenos acuerdos en circunstancias difíciles. En lo personal, pensé entonces que llevar por nombre Aníbal, uno de los grandes estrategas de la historia, era de por sí un gran reto.
Después me enteré que Aníbal también se llamó su padre, un educador excepcional nacido en una comunidad de Soto la Marina, quien alguna vez fue invitado por el gobernador Marte R Gómez para dirigir la educación durante su mandato. Aníbal Pérez González, un hombre íntegro, lector de los clásicos, quien después de trabajar como docente en diversos lugares, llega a Reynosa en 1944 con sus hijos niños para seguir su obra educativa y social fundando instituciones, además de destacarse en la comunidad como ciudadano responsable y participativo. De ese sólido tronco familiar, nació el licenciado Pérez Vargas, quien ha seguido en muchos sentidos el ejemplo de su padre.
Ejemplaridad dice bien Javier Gomá, la importancia de ser y dar buen ejemplo en la familia, la comunidad, en el servicio público. “En una sociedad justa, cumplir la ley es condición necesaria, pero no suficiente”. Hace falta la verdad, la dignidad y la belleza del ejemplo, afirma el autor del libro “Ejemplaridad pública”. El mismísimo Séneca ya lo decía desde la antigüedad: el camino de la doctrina es largo, pero breve y eficaz es el camino del ejemplo. Así creció Aníbal Pérez Vargas, en ese camino se forjó, educado por un gran educador, formado por padres amorosos, quienes inspiraron su larga carrera de vida.
Titulado en derecho por la UNAM, el licenciado Pérez Vargas, pese a lo complejo de su profesión, ha logrado construir una sólida trayectoria y un gran reconocimiento en la comunidad de abogados tamaulipecos, quienes lo distinguen como uno de los profesionales más calificados de la entidad. Hombre de amplia cultura, lector incansable, Notario desde 1971, ha sido Presidente de la Barra de Abogados de Reynosa, Fundador y Presidente del Colegio de Notarios de Reynosa, Presidente del Colegio de Notarios de Tamaulipas, miembro destacado de patronatos civiles, dos veces Procurador de Tamaulipas; Fiscal de Delitos Electorales y Secretario General de Gobierno de 1990 a 1993.
Hace unos días me enteré que esta semana el licenciado Aníbal Pérez Vargas tendrá el honor de recibir la Medalla Emilio Portes Gil, máxima presea que otorga el Poder Judicial de Tamaulipas a un destacado profesionista del área. Una medalla en cuyo nombre lleva ya implícito el reconocimiento, si recordamos que Portes Gil fue un abogado y político excepcional, de los mejores gobernadores de Tamaulipas y buen Presidente de la República. Por cierto, también alguna vez Secretario General de Gobierno, como el licenciado Pérez Vargas, un puesto que exige además de amplia preparación, conocimiento del territorio y sus problemas, con capacidades en el diálogo y los consensos para su resolución. Así transitó en el despacho de la otra esquina de palacio, el destacado reynosense. Así ha ejercido como abogado hasta hoy. Así destrabó conflictos que parecían irresolubles. No lo digo yo. Ahí están los testimonios y los expedientes para probarlo. Pocos funcionarios públicos de Tamaulipas son tan respetados tantos años después de su función.
Pero si de algo está orgulloso Aníbal Pérez Vargas, es de la familia que formó junto a su esposa Gloria Estela Peña, a quien amó y cuidó con devoción hasta el último día. La repetida tarea de ser y dar ejemplo para sus hijos, todos personas comprometidas con su comunidad. Hacer lo útil, decir lo justo y contemplar lo bello, decía bien el poeta T. S. Eliot. Mientras escribo pienso en la importancia de contar con estos referentes en un mundo de sinrazones reflejado en violencia, injusticia, depredación e indiferencia por las buenas causas comunes. La ya larga pero fructífera vida del licenciado Pérez Vargas nos demuestra que se puede honrar los puestos con buen desempeño. Alguna vez leí que el honor no reside en los ministerios, sino en las personas. Por ello el licenciado Aníbal hará honor otra vez a su nombre ganando una medalla. Sus estrellas le miran desde el cielo. Nosotros celebramos el reconocimiento. Una medalla que honra a Tamaulipas.