Por Alicia Caballero Galindo:
Balcón del pensamiento
Siempre he sido una mujer solitaria, tal vez porque mi amor por las letras y el deseo de crear, me ha acompañado desde niña, recuerdo cómo imaginaba historias, sobre todo, cuando estaba en el rancho al pie de la sierra, hoy, ese lugar, es una colonia del oriente de Victoria, Tamaulipas, los tiempos, cambian. La lente a través de la cual vemos transcurrir la vida, los que escribimos, da distintos matices y con mucha frecuencia convertimos en historias imaginarias o poesía, una idea surgida de una actitud, un comentario escuchado al pasar o un paisaje, una canción o el canto de las aves, así como los crepúsculos, las auroras, el viento, la lluvia, las montañas, el mar… y más. A veces llenan el alma de paz o inquietud, añoranza, fantasía, ideas que se vuelcan, sentimientos y palabras que salen en tropel y se siente la necesidad de dejarlas plasmadas en un lienzo en blanco o un archivo en la computadora…
En realidad, cada ser humano es un universo único con secretos, proyectos, anhelos, infiernos y glorias que se viven hacia el interior. A veces no somos comprensibles por tener veredas complicadas en el pensamiento que no cualquiera entiende. Nos llaman locos, pero los que “no están locos” se solazan con lo que escribimos para, algunas veces, divertirse, criticar tal o cual postura o se sumergen en las letras, para huir de sus propios laberintos.
Hace algunos meses, decidí cambiar de ciudad en busca de nuevos espacios, nuevos paisajes y perfumes que inspiren mi imaginación. No hubo una razón en particular para tal decisión; ni amores fallidos, ni distanciamiento con la familia o los amigos. Solamente decidí cambiar de aires porque a veces la rutina cotidiana, sin grandes cambios, genera pereza creativa, pensé en nuevos retos como adaptarme a otra ciudad, abrirme paso en el camino de las letras, donde nadie me conoce, ¡eso es realmente un reto!
Mis padres, no se extrañaron de mi decisión, saben que me volví aventurera después de mi relación con Julián, realmente, nunca supe la razón por la que se fue un mes antes de la boda. La verdad, me sentí aliviada más que triste porque se había vuelto una rutina tal, que sentíamos que el matrimonio sería una obligación que no deseábamos. Desde entonces, no he vuelto a saber de él. En un principio me encerré en mí misma y empecé a escribir sólo cosas funestas, producto del desconcierto que me causó su partida, entendí que la vida es única y no vale la pena desperdiciarla por nada ni nadie. Empecé a enderezar el rumbo. Nadie es indispensable para vivir, sólo se requiere valorarse a sí misma, plantear objetivos vitales y disfrutar el hecho de estar viva, tener salud, intelecto que se puede cultivar para crecer y capacidad de apreciar cada día como un milagro. Hay quienes dicen que los milagros no existen y esperan ver el sol de noche o revivir un fallecido. Eso es estrechez mental y poco aprecio al mundo que nos rodea. Cada amanecer nos da la posibilidad de crecer si tenemos conciencia de nuestro propio existir. El mundo que nos rodea, está lleno de milagros; ¿acaso no han visto a un colibrí libando en una flor? o sus frágiles nidos balanceándose con el viento sin caerse, y a esos minúsculos seres sin plumas que en poco tiempo estarán volando como sus padres. No valoran ver una flor que se queda sin pétalos y se convierte en fruto. Cuántas veces por donde caminamos vemos una pequeña planta floreciendo en una grieta de la banqueta. ¡Y hay quienes afirman que no hay milagros!
Pero volviendo a mi decisión de cambiar de panorama, decidí abrirme paso en otra ciudad. tomé un autobús, ligera de equipaje, rumbo a Saltillo Coahuila; otro clima, otra estructura urbana, otra gente…
Me doy cuenta que muchos quedaron en el camino y perdieron la batalla con su existencia terrenal. ¿Qué, cuantos años tengo? ¡qué importa! Mi cerebro lleva el control de mi cuerpo y lo rige mi espíritu fuerte libre, creativo y con ganas de vivir. ¡Eso es lo que importa! Lo demás, es relativo.
Estoy sentada en la plaza principal y me regocija el olor de la ciudad, a membrillo, manzana y pan de pulque, cada lugar, tiene su propio aroma, ¿se han dado cuenta de eso?, me siento liberada como una niña que se fue de pinta y nadie la recriminó, el clima, es delicioso. El sol se empieza a ocultar y el ambiente, muy agradable. Siento que alguien me mira con insistencia y veo unos ojos negros y expresivos observándome con curiosidad, al ser descubierto, en vez de desviar la mirada, me sonríe y me dice:
—Pareces una niña feliz que se escapó de la escuela. ¿Eres de aquí?
Sus palabras me sorprenden, lo observo unos segundos y respondo con otra pregunta:
—Al parecer, tú tampoco, ¿verdad?
Aquello extraño sonríe y me responde:
No, vengo huyendo de mi rutina, busco nuevos horizontes, soy escritor, y algo me dice, que tú también, por la forma de aspirar el aire, mirar a tu alrededor y gozar el momento. ¿Me equivoco?
Algo extraño ocurrió, sin mediar palabra, se sentó a mi lado con naturalidad, al parecer, hablamos el mismo idioma.