Por Alejandro de Anda:
LO CLAROSCURO. Desde que el comandante en jefe de las fuerzas armadas francesas, Napoleón I, -emperador, copríncipe de Andorra, rey de Italia y protector de la confederación del Rin- diera el mayor ejemplo de nacionalismo donde según sus historiadores, durante sus batallas usaba una chaqueta de color rojo pues si hubiera alguna herida en su cuerpo que emanara sangre, ésta no se notaría y sus soldados no abandonarían la lucha.
Así se han construido persecula seculorum las grandes figuras de los prohombres que dan su vida en aras de la construcción patriótica de las naciones libres. México, no es la excepción.
El mes de septiembre es quizá el mayormente representativo de los héroes que abrazaron causas libertarias del yugo colonizador que esclavizaba a la bien llamada raza de bronce.
Un cura que no sería el Padre de la Patria, pues apenas le alcanzaría para hacer presencia física en una de las muchas batallas que sostuviesen liberales y conservadores durante el lapso de dieciséis años. La lucha independentista de la corona española estaría presente desde septiembre de 1810 y culminaría con la batalla del puerto de Tampico en 1826.
Hidalgo sucumbiría y su cabeza exhibida en el año del inicio. Quizá el título de padre de la patria le correspondería al llamado ‘traidor’, Agustín de Iturbide.
Una de las historias épicas es la inmolación o suicidio del cadete Juan Escutia envuelto en la manta de la bandera nacional que ondeaba en el castillo de Chapultepec, entonces bastión militar del ejército nacional mexicano.
Sí. Sí existió quien sucumbiera a las balas enemigas del ejército invasor norteamericano en la defensa del fuerte atrincherado de Chapultepec y precisamente en esa fecha del 13 de septiembre de 1847.
Pero no sería el niño Juan (de nombre Juan Bautista Pascasio Escutia y Martínez, de 20 años cumplidos al participar en la batalla de Chapultepec); sería otro más de esos 800 cadetes y soldados que conformaron el regimiento de San Blas y que hacían frente al enemigo invasor norteamericano comandado por el General Winfield Scott (con 5,000 efectivos), de donde esa épica batalla da parte de las letras del himno de los ‘Marines’ de EE.UU. (sic) “From de Halls of Montezuma, to the shores of Tripoli; We fight our country’s battles in the air, on land, and sea…” (Desde los salones de Montezuma –alusión a la cruzada azteca en Chapultepec de 1847- a las costas de Tripoli, peleamos las batallas de nuestro país por cielo mar y tierra).
Sería entonces el honor no reconocido de ostentar la casaca de la bandera nacional defendida con su propio cuerpo al cargo del coronel Santiago Felipe Xicoténcatl; que recuperaba el estandarte tras haber sido acribillado el portabandera y recuperado por este último. Catorce balas fueron impresas en la tela con el escudo nacional, que blandía en su pecho el coronel inmolado.
Pero esa historia no vende tanto, como señalar a un ‘pequeño héroe’ lanzado al vacío que buscaba mantener intacto el honor patrio.
Hoy estamos de nuevo en un proceso eleccionario donde las fuerzas que contienden por la máxima magistratura de este país evocarán sus mejores héroes que hicieron posible la construcción del mismo.
Proezas que el contrario desestimará y nos harán preguntarnos qué tanto de lo que dicen es verdad.
Los que gobiernan aseguran ser la luz del camino con la remembranza de apenas pocos años de mandato y héroes que sus contrincantes exhiben.
Por su parte los opositores señalan que juntos son el camino histórico que mantendrá a salvo a esta nación, evocando su pasado que los demás, dan cuenta de los fracasos y falsos héroes.
¿Qué le queda a nuestra patria, si quienes deciden tomar las riendas deslavan su cara el uno al otro para mostrarnos la realidad corrupta e ineficaz que le mueve, con intereses propios y mezquinos?
Es posible que nos convenga mejor vivir inmersos en el remanso de una historia patriota y de pundonor que nos legaron y que en los libros de texto señalan que nacieron para morir por nosotros, dándonos el albedrío de vivir como hombres y mujeres libres.
Y nos digan por quién votar.
COLOFÓN: Al menos ya sabemos que será una dama. Ojalá la siguiente edición del texto escolar no cambie a ‘cadetas’.
@deandaalejandro