El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales:
Nadie nos quitará la gracia intacta del minuto ganado a la tristeza.
Hugo Gutiérrez Vega.
Me he propuesto leer poesía diariamente en estas vacaciones. Lo mismo antigua que contemporánea, nacional o extranjera. Y lo he gozado. Hay en la poesía algo capaz de reconfortar el alma, introducirnos en la esencia de la vida. Hace unos días saqué mi antiguo ejemplar Plenitud de Amado Nervo y encontré aquel poema muy repetido cuando era niña: “Siempre que haya un hueco en tu vida, llénalo de amor. Adolescente, joven, viejo. En cuánto sepas que tienes delante de ti un tiempo baldío, ve a buscar el amor. No pienses: sufriré. No pienses: me engañarán. No pienses: dudaré. Ve, simplemente, diáfanamente, regocijadamente en busca de amor”.
Tal vez para muchos, esa poesía suene cursi, pero refleja cabalmente la condición humana, su necesidad de amor. Y habla de huecos. ¿Quién los tiene? ¿Cómo se provocan? ¿De qué manera los vacíos existenciales son la constante en nuestras vidas? Pienso en ello después de una racha de pérdidas y acontecimientos tristes entre amigos y conocidos. Además las noticias recurrentes sobre la violencia, tragedias humanitarias, mujeres vulneradas, desaparecidos, migrantes, la guerra en todas sus formas, enfermedades, crisis económica y hasta carencia de servicios básicos en nuestra ciudad y en muchas partes del mundo. Crisis políticas, corrupción, miseria espiritual, pobreza material, depredación ambiental, miedos, descomposición en todos sentidos. Los casos de podredumbre en lo público y lo privado salen a la luz cotidianamente. El síndrome de la “hybris”, dirían los sabios antiguos, este creerse superiores, mareados por el poder y el dinero, con cambios en los estados mentales y causando graves perjuicios desde tiempos inmemoriales.
Y duelen los daños, los huecos, las ausencias convertidas a veces en pozos profundos. Y como dice una compañera, cuesta trabajo levantar cabeza ante tanta vileza, después de ver a su hermana ingresada en un siquiátrico como consecuencia de ser abandonada y esquilmada por el mismísimo padre de sus hijos. Se llevó el dinero ahorrado entre los dos, se fue con otra mujer y la dejó sin casa y sin sustento, sumida en una profunda tristeza. Así de cruel. Y no es la única. Las enfermedades mentales a causa de problemas emocionales abundan. Y no sólo en mujeres. Un señor conocido padece ahora lo mismo pero al revés, después de ser abandonado viejo y enfermo por su joven pareja. Nadie está exento. Los especialistas hablan de un aumento impactante en conductas dañinas, depresión, ansiedad y suicidios en los últimos años. Y luego están las adicciones. Y no hablo sólo de droga, también medicamentos recetados, juego, sexo, comida, redes sociales, alcohol, adicción al poder, a las relaciones tóxicas, al chisme y hasta al ejercicio. Y el fondo de las adicciones está conectado a traumas, vacíos, heridas emocionales.
Huecos, tiempo baldío, vacíos, ausencias, pozos hondos. Vivimos tiempos difíciles y aunque las redes reflejen amplias sonrisas y felicidad, nuestra sociedad está fracturada, enferma, urgida de esencia, no de apariencia. Y nadie puede tirar la primera piedra. Ante las crisis, los expertos ofrecen soluciones que parecen fáciles, pero no lo son en un mundo dominado por el consumo. La mejor manera de combatir la tristeza, de enfrentar los miedos, nos dicen; es volver a lo esencial, desconectar del ruido y lo rápido, acercarse a la naturaleza, contemplar la belleza, cultivar los afectos, construir relaciones sólidas, desprendernos de lo superfluo y ayudar a quienes están en desgracia, conscientes que todos estamos expuestos al dolor en todas sus expresiones.
Contra la tristeza, contra la violencia, contra la indiferencia, contra el egoísmo que domina al mundo, bueno sería cada quien pensar y hacer algo para mitigar los daños. No podremos cambiarlo todo, pero sí tocar vidas, transformar pequeños espacios, sembrar esperanza, generar paz, alegría en algo o alguien. Siempre que haya un hueco en tu vida llénalo de amor, decía el gran Amado Nervo: “¿Qué índole de amor? No importa. Todo amor está lleno de excelencia y nobleza”. Tiene razón Nervo. Ante los vacíos que causan dolor, ante las dolorosas pérdidas, apelemos al sentimiento más poderoso. Suena complicado, pero no lo es. Todos podemos darlo. Y no tiene precio.
Nadie nos quitará la gracia intacta del minuto ganado a la tristeza, dice otro gran poeta: Hugo Gutiérrez Vega. Leer poesía es también un buen remedio para ganarle a la tristeza y llenar esos huecos de tiempo baldío. O solamente para pensar y sentir gozo. Ahí nos esperan Sor Juana, Rosario Castellanos, Rubén Bonifaz, José Emilio Pacheco y los tamaulipecos: Gloria Gómez, Carmen Alardín, Marisa Avilés, Gloria Collado, Baudelio Camarillo, Arturo Medellín, Renato Tinajero y tantos más.
Estamos transitando tiempos difíciles. No nos quedemos indiferentes. Vivir es algo más y eso lo afirma el amor, lo canta la poesía. Lo dijo bien Almudena Grandes: con el tiempo comprendí que la alegría es una arma superior al odio; las sonrisas más útiles que las gestas de rabia y desaliento. Tenía razón.