Por Concepción Delgado Parra:
Xóchitl Gálvez en ocasiones es indigenista, otras ambientalista y, unas más, progresista.
La puesta en marcha de la contienda al interior del bloque opositor para elegir a quien será su candidato a la Presidencia en 2024 muestra la forma de operación del capitalismo democrático. No se trata de impulsar una trayectoria o un proyecto político, sino de colocar un producto en el mercado que sea atractivo para el consumo electoral.
Hoy, el público no especializado en teoría política tiene suficiente información para reconocer la diferencia entre democracia liberal y capitalismo democrático. Tal desacuerdo resulta relevante para comprender el papel de Xóchitl Gálvez en el escenario político.
La democracia liberal se refiere a una forma política de sociedad definida exclusivamente en el plano político, dejando fuera cualquier articulación del sistema económico. No se trata simplemente de una forma de gobierno, sino que involucra un ordenamiento simbólico de las relaciones sociales –organizadas políticamente– atravesadas por dos articulaciones contradictorias, pero ineludibles: el liberalismo político (definido por el imperio de la ley, la separación de poderes y los derechos individuales) y la tradición democrática de la soberanía popular.
Por su parte, el capitalismo democrático está asociado a la esfera de la economía, orientada al ejercicio de la libertad del mercado, cuyo marco político-legal es respetuoso de los derechos a la vida y la libertad de comprar-vender todo, incluidos los bienes públicos.
Dos concepciones distintas se entrecruzan en la vida política de la sociedad mexicana. La que apuesta por disminuir la desigualdad y ampliar la participación política del pueblo ante la que defiende a ultranza el retorno del pasado fundado en el capitalismo democrático.
En este contexto, germina la “cargada” de medios y opinólogos a la postulación de Xóchitl Gálvez, colocada en las últimas semanas como el mejor producto de la oposición para enfrentar a la 4T en el próximo verano electoral.
La imagen de la senadora Gálvez difundida en medios impresos, radio, televisión y redes sociales —que reproducen al unísono la esperanza de los opositores de contar con una posible candidata presidencial en 2024—, combina atributos indígenas con una suerte de emprendedurismo. Ciertamente, la mercadotecnia creada en torno a su perfil la sitúa como favorita entre el bloque opositor para enarbolar la alianza “Va por México”, promovida por Claudio X. González y conformada por PAN-PRI-PRD.
Sin embargo, la trayectoria de Xóchitl Gálvez está más relacionada con un conjunto de “trabajos” realizados dependiendo de la coyuntura que con la defensa de un proyecto democrático. En ocasiones es indigenista, otras ambientalista y, unas más, progresista. Un conjunto de máscaras que le permiten acomodarse al correr de los tiempos.
A falta de proyecto y perfiles capaces de levantar “pasiones” en los mexicanos, Claudio X. González decidió “probar suerte” con este personaje. Aunque, en realidad, la élite económica y política ya eligió a su favorito. Al final, Xóchitl Gálvez no será la candidata a la Presidencia de la alianza opositora, pero servirá para medir el mercado electoral.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale