El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales:
Todos los pueblos y todos los gobernantes sienten necesidad en los momentos de angustia o de lucha, de inspirarse en el ejemplo de los puros, los fuertes y los patriotas
Amalia González Caballero
Tres de junio del año 2023. Desde el despertar, la mañana esplendorosa presagiaba un buen día. La carretera fue otro gozo visual con sus infinitos tonos de verdes en arbustos y árboles recién acariciados por la lluvia. El monumento del general Luis Caballero nos anunció la llegada a Jiménez a tiempo para desayunar un exquisito machacado con tortillas de harina. De ahí vienen mis primeros recuerdos en el municipio, los felices viajes en familia siendo yo muy pequeña, cuando era una parada obligada alimentarnos de camino en el restaurante frente a la plaza principal. Han cambiado muchas cosas desde entonces, pero la población sigue teniendo la identidad vinculada al origen de nuestro estado.
Alguien me había dicho que la región estaba peligrosa, pero nada vimos para temer en el camino ni en nuestra estancia. Al contrario, en el ambiente se respiraba un aire tranquilo, plácido, con aroma de suave lluvia. A las 11.30 en punto llegamos a la antigua casona construida hace casi trescientos años por el colonizador José de Escandón en la entonces llamada Villa de Santander, primer capital de la provincia. El también llamado “Palacio del Conde”, es uno de los inmuebles históricos más importantes de nuestro estado, una edificación sólida que ha resistido todo tipo de guerras y circunstancias. Viendo sus muros, ventanas y amplias terrazas, uno imagina vivamente lo ahí acontecido durante tantos años.
Al subir las escaleras en compañía de las autoridades, nos esperaba un bello escenario en la señorial terraza del segundo piso. Hace algunos meses habíamos hablado con el licenciado Vicente Flores y con la promotora cultural Isela Vega Iglesias en la posibilidad de platicar algo de la impresionante trayectoria de Doña Amalia González Caballero en su tierra natal. La visita se concretó con una invitación del alcalde Luis Enrique Salazar Sánchez y así se llegó el día del 37 aniversario del fallecimiento de la ilustre embajadora tamaulipeca y el momento de la conversación. Entre los asistentes, bellas mujeres de ojos verdes, que me recordaron a la ilustre tamaulipeca, mientras platicaba de su quehacer público y sus dificultades privadas en un tiempo que la mayoría de las mujeres se quedaba en casa.
Bien lo decía Proust, el verdadero viaje de descubrimiento no está en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos. Así sentí el momento con un público de lujo: siempre atento, interesado, dispuesto a saber más de su historia y de su gente. Ver otra vez la vieja casona, hablar una vez más de Doña Amalia; pero descubriendo nuevos rincones, miradas, preguntas. Una sorpresa para destacar fue la que me llevé al platicar con el joven alcalde, quien resultó un buen conocedor de la historia regional, apasionado de la historiografía colonial y especialmente lector de la obra de mi amiga, la notable historiadora Patricia Osante y Carrera, referente en los estudios novohispanos del Noreste. La visita a la bella Parroquia de los Cinco Señores, fue otro motivo de conversación que nos permitió recordar y referir la necesidad de los tamaulipecos para acercarnos a la historia de Jiménez, que va mucho más allá de Escandón, asimismo la importancia de los urgentes trabajos de conservación y restauración de los valiosos inmuebles, patrimonio cultural, no sólo de Tamaulipas, sino de México.
En suma, muy grata la visita a tierra de grandes personajes, para conmemorar vida y obra de Doña Amalia González Caballero, musa de poetas, pionera en los quehaceres públicos y los procesos culturales y diplomáticos, considerada además la mujer con más poder en la primera mitad del siglo XX nacional y una de las ocho mujeres mexicanas cuyos restos residen en la Rotonda de Personas Ilustres de la Ciudad de México. Hablar de tamaulipecos notables es siempre un orgullo, especialmente con el propósito de valorar su ejemplo, asumir pertenencia y hacer notar que cualquier persona, cualquier mujer, puede, como Doña Amalia, construir esperanza a través de acciones por pequeñas o grandes que sean.
Inspirarse en el ejemplo de los fuertes, decía bien la Embajadora González Caballero. Hacer de la historia un referente para la acción presente. Nada somos sin raíz y Tamaulipas tiene mucha grandeza para todo tiempo. Mi visita al histórico municipio de Jiménez lo reafirmó en muchos sentidos. Al término de la conferencia, recibimos la invitación de las autoridades para compartir las delicias de la localidad y otra de mis sorpresas fue probar las exquisitas panelas de queso de cabra, altamente recomendables y ejemplo de la riqueza gastronómica de nuestra altiva y heroica.
Regresamos a Victoria con el agradecimiento en el corazón, reafirmando la propuesta que está ya en el ambiente: hacer un buen homenaje a la ilustre hija de Jiménez, quien todavía no tiene monumento, ni calle, ni escuela con su nombre en el terruño natal. Y si un conde y un general ya lo tienen; la mujer más sobresaliente en la historia del Tamaulipas contemporáneo bien lo merece. ¿No cree usted?