El jardín de la libertad
Libertad García Cabriales
Ni el rey comería si el labrador no labrase. Lope de Vega
¿Cuánta preparación se requiere para asumir un puesto de gran envergadura? ¿Cuántos años de estudio, entrenamientos, lecturas, lecciones políticas, formación integral, son necesarios para ocupar una silla de alto mando? Los expertos responden: depende el puesto; pero en cualquier caso, es indispensable tener conocimiento del entorno y una formación sólida para lograr resultados que influyan en la gente. La historia nos enseña cómo eran preparados desde la antigüedad, quienes por el llamado “derecho divino”, estaban destinados a ejercer el mando.
El caso de Alejandro Magno es fascinante. Pocos emperadores mejor formados como él. Instruido desde niño principalmente en la estrategia militar para defensa de su reino; Alejandro de Macedonia estuvo nutrido por la cultura griega que le dotó de fortalezas mentales imprescindibles en el ejercicio de su imperio. Formado, nada menos que por el sabio Aristóteles, Alejandro aprendió con él retórica, política, literatura y ciencias, pero también fue enseñado por otros grandes maestros en la importancia de tener hábitos alimenticios sencillos, hacer ejercicio físico y moldear un carácter sobrio, austero. Así se fue forjando quien es considerado el comandante más carismático de todos los tiempos, poseedor, como dicen sus estudiosos, de una capacidad de reacción ante lo imprevisible, que lo llevó a conquistar casi toda la geografía conocida de su tiempo.
Y luego está Marco Aurelio, un ejemplo extraordinario, un emperador fascinante. Todos los “poderosos” deberían leer sus Meditaciones, son una escuela de vida maravillosa. No en balde Clinton, lo tiene de cabecera. Conocido como el último de los cinco “buenos emperadores”, se distinguió por ser un gobernante que no buscó el poder para sí mismo, sino para ayudar a su pueblo. Aunque suene increíble, así fue. Su visión de la responsabilidad hacia los demás, la había aprendido desde niño y lo demostró como bien dicen sus estudiosos: poniendo las necesidades de la gente antes que sus propios deseos o visión de gloria. No logró sin embargo hacer de su hijo Cómodo un buen gobernante, pues se le considera uno de los peores mandatos que Roma padeció.
Todo ello viene a mi mente ahora que Carlos III está a punto de recibir la corona del Reino Unido. Celebro vivir en democracia y en mi país no deseo más Principito que el del bello cuento; pero me atrae la historia de las monarquías europeas. Y sin duda la de Inglaterra es muy interesante. Un país influyente que ha sido parte de acontecimientos fundamentales para la humanidad y en ello mucho contaron sus monarcas. Tal vez ahora, cuando Carlos asuma el trono, la monarquía muestra un desgaste evidente; pero no deja de ser noticia por diversas razones.
Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor será por fin coronado rey. Nacido en 1948, Carlos tuvo como muchos miembros de la realeza, una preparación excepcional. Educado en los mejores colegios y entrenado también militarmente en el ejército, la marina y la fuerza área; el futuro rey es conocido además por su militancia ecológica y su conocimiento de las bellas artes. Con títulos nobiliarios que no caben en este espacio, Carlos es presidente de 400 organizaciones benéficas, entre ellas la Royal Shakespeare Company y se sabe que desde niño fue actor en producciones escolares, cantó en el coro del colegio, tocó la trompeta y el violonchelo y también conoce de arquitectura, historia, agricultura y medicina alternativa.
Convertido en heredero desde los tres años de edad, su infancia no fue como la de la mayoría, pues desde ese momento fue preparado para ser rey. Todo parece indicar que tiene suficiente para reinar, incluso ha ganado premios internacionales otorgados por prestigiadas universidades y organizaciones. Ha sido nombrado además el hombre mejor vestido del mundo por afamadas publicaciones. Parece tenerlo todo, pero también tiene la sombra de su madre, una reina muy apreciada por su pueblo. Parece tenerlo todo pero es humano, mortal como cualquiera. Ya lo decía el mismísimo Shakespeare: “en la hueca corona que ciñe las sienes mortales de un rey, la muerte tiene su corte y ahí burlona se ríe de su esplendor y de su fasto”. Ufff. Y luego Don Carlos ya no se cuece al primer hervor.
Con todo, este próximo sábado será su consagración como Gobernador Supremo, uno de los tantos nombramientos recibidos al ceñir la corona. Y comentan que pese al deseo del nuevo soberano, quien ha querido acotar la grandiosidad, el fasto del rito milenario; la liturgia parece arcaica para la mayoría de los ciudadanos europeos. Cultos y educados en medio de las grandes democracias modernas, ya no ven con buenos ojos la ostentación y el rebumbio de las coronas y los coronados. Más interés hay en los países tercermundistas.